ELEVEN

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─ Blas, amor, en serio tienes que quedarte quieto.─

Tomé la pequeña cintura de mi hijo y lo volví a colocar a mi lado en el auto, yo ya estaba
acostumbrado al Ferrari de Enzo por todas las veces que me llevaba a clases y me traía de
regreso, pero para Blas, un auto tan bonito interiormente no pasaba desapercibido, esta era como la tercera o quizás cuarta vez que lo volvía a sentar, ya sea evitando que quiera
entrar entre el asiento del piloto y del copiloto para llegar a los botones o queriendo apoyar sus pies sobre el asiento trasero, sea como sea, no deseaba que ensucie o rompa algo que
definitivamente costaría más que mi vida.

Por decisión mía, me senté en la parte trasera con él, Enzo estuvo de acuerdo para que cuide
de Blas, pero quizás debí considerarlo mejor, en este tipo de autos era extremadamente complicado estar sentado atrás, porque de por sí eran, en su mayoría, modelos deportivos, donde solían tener más espacio los asientos de delante, eso sumándole que encima algunos Ferrari ni asientos traseros tenían, por no mencionar que este solo contaba con dos puertas, no cuatro, como los vehículos comunes.

─ Quizás para la próxima lo deje conducir.─

Arquee una ceja ante el raro comentario, Enzo estaba tan relajado, con un brazo colocado
sobre el apoyabrazos de su lado y el otro sobre el timón, él miraba al frente, pero sabía que
su oído estaba más que atento a lo que sucedía con mi hijo.

─ Claro, lo que digas.─

Respondí irónico, ganándome una mirada por su parte, aunque usó el espejo retrovisor para conectar sus ojos con mis ojos almendras.

─ Está bien, Matias, no seas controlador, deja que Blas se divierta.─

─ Si lo suelto, te hará chocar.─

─ Él solo quiere tocar, creo que si lo dejas, ya le quitarás la curiosidad.─

─ Sí, claro.─

Rodé los ojos y acomodé a mi pequeño por no sé qué número de vez. Escuché a mi hijo bufar y retorcerse para que lo deje, quejándose con sus constantes "Papáaa", era tan adorable. Lo acerqué a mí y le di un pequeño piquito en los labios, sacándole una sonrisita cuando por fin se quedó quieto y lo senté sobre mi pierna, más relajado.

─ ¿Y cómo se supone que sabes tanto sobre bebés?─

─ No lo sé, solo estoy suponiendo cosas.─

Respondió Enzo después de un largo silencio.

Ignorando el ambiente algo incómodo que se formó, me dediqué a mirar por la ventana del
precioso auto, Enzo me había comentado que era un 612 Scaglietti, Sessanta o algo así, me
dijo que fue creado por el presidente de la compañía Ferrari, también Enzo dijo que tenía
otros autos en la casa de sus padres, pero que este era como su consentido, no quise preguntarle por los otros, seguro mi billetera lloraría de solo imaginarse los precios de los demás vehículos.

Si lo pensaba mejor, ni siquiera tenía idea de a dónde nos estaba llevando, quería preguntarle y sacarme de dudas, lo hice, de hecho, pero más de una vez me calló con movimientos
de cabeza y sonrisas cómplices que no entendía, así que al final solo subí a mi hijo y a mí en la parte trasera y dejé que nos lleve hasta el fin del mundo, daba igual, un paseo era un paseo.

Cerré mis ojos por lo que consideré fueron unos segundos, aunque al parecer estaba equivocado, sentí el ligero movimiento en el auto y cuando abrí los ojos, Enzo ya no se encontraba en el lugar del piloto.

Me desperté rápidamente y cuando volví a ver a mi pequeño Blas, él me señaló hacía un lado.

─ ¡Ahí ta! ─

𝗧𝗛𝗘 𝗣𝗘𝗥𝗙𝗘𝗖𝗧 𝗢𝗠𝗘𝗚𝗔 | Enzo x Matías Donde viven las historias. Descúbrelo ahora