THIRTY TWO

911 97 18
                                    

─No pueden ¿Verdad? Ellos... Ellos no pueden...─

Mi voz se oía ronca, entrecortada y rasposa, me dolía de tanto haber llorado y quizás gritado
por el teléfono. Estaba seguro que fueron más de veinte veces las que llamé al número de
Enzo, número con el cual me había comunicado con él esa misma mañana, antes de que todo el tormento comenzara; y mismo número que ahora me repetía una y otra vez el mismo mensaje.

Natasha se quedó incluso cuando ya no debía hacerlo, después de ayudarme a levantarme
del suelo en el que caí rendido ante la voz repetitiva del teléfono, caminé hasta el sofá y me dejé caer en este. Blas se trepó por un costado, se sentó sobre mis piernas y apoyó su pequeña cabecita con rizos en mi pecho.

Colocó su manito a la misma altura y frotó su rostro contra mi remera. No tenía idea de dónde él había aprendido aquello, pero estaba feliz de que lo supiera, así sea por instinto propio, fue su suave y dulce aroma a bebé, a mi bebé, lo que hizo que no me consumiera en un estúpido ataque de pánico.

Después de que se durmió, lo acosté y Natasha se fue, dejándome estable, citando sus pala-
bras, volví a llamar a Enzo al menos unas diez veces, todos los intentos fallaron. Traté de
hacer lo mismo con Esteban pero me decía que el usuario se encontraba fuera del área de ser-
vicio. Incluso pensé en llamar a mi madre, sentía que necesitaba a alguien diciéndome que todo iba a estar bien, alguien que calmara a mi asustado omega, que lo mantenga quieto y no siendo el causante de que mi corazón estuviera a poco de salirse de mi pecho.

Al final, llamé a Lily y solté un gemido de alivio cuando me contestó. Le conté todo,
completamente todo y más de una vez la oí sisear enojada y triste, sin embargo, ella tampoco podía hacer nada por ayudarme.

─ Matías... No lo sé.─

Dijo, después de un largo silencio.

─ Si él lo ha consultado, quizás-─

─¡Lily!─

Reclamé, deteniendo sus suaves palabras. Ella intentaba que del modo que fuera, su confirmación no me enloqueciera.

─ ¡Estamos hablando de Blas! Andrés... Él, él
nunca iba a ser un buen padre para Blas, eso si es que me dejaba tenerlo siquiera.─

─ Lo sé, Mat, tú y yo sabemos eso.─ Continuó.

─ Pero la justicia no ¿Entiendes? Él es un alfa,
quieras o no, sigue siendo tu alfa y es el padre de Blas, porque lo es... Tiene su sangre.
Andrés puede explicar que le escondiste la existencia de su hijo y te tomarán por un omega
con algún desorden mental. Además ¡Huiste!─

Me reclamó. Iba a contestar, cuando siguió.

─ ¡Claro que debías huir! ¡Pero eso el jodido mundo no lo entiende!─

─Li.─

La detuve. Sentí como mi vista se humedecía de nuevo. Ella tenía razón, incluso Andrés tenía razón.

─ No-No pue... Pueden quitármelo.─

Dije, sin darme cuenta que ya estaba
sollozando de nuevo, encogiéndome en el rincón del sofá, con el celular en la mano.

─ No pueden... Es mío. Blas es mío.─

Ella me escuchó llorar en silencio, de vez en cuando, oía sus lejanos arrullos que no servían
a través de una línea telefónica y sin embargo, tan triste como sonase, era lo único que tenía
en ese momento. No Enzo, no orgullo, no valor, nada... Solo el lamento de mi hermana mayor y el temor de perder lo único que evitaba que me suicidara.

𝗧𝗛𝗘 𝗣𝗘𝗥𝗙𝗘𝗖𝗧 𝗢𝗠𝗘𝗚𝗔 | Enzo x Matías Donde viven las historias. Descúbrelo ahora