Antojos de medianoche

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Pov Tara

Era una noche tranquila y oscura, la luz de la luna se filtraba suavemente por las cortinas entreabiertas de nuestra habitación. Emma yacía a mi lado, sumida en un sueño profundo, con suavidad podía sentir su respiración tranquila y regular.

De repente, una voz suave y soñolienta rompió el silencio — Tara, ¿estás despierta? — preguntó Emma con un tono de voz cansado pero dulce.

— ¿Qué sucede, cariño? — respondí, despertando lentamente y tratando de enfocar mis ojos en la oscuridad.

— Se me antoja helado — dijo Emma con un suspiro — Desperté hace unos minutos queriendo un poco y ya no había nada en el refrigerador

Una sonrisa se formó en mis labios mientras escuchaba sus palabras. Sabía que los antojos de Emma durante el embarazo podían ser impredecibles y repentinos. A pesar de que eran las dos de la mañana, no podía resistir la idea de complacerla.

— Está bien. Voy a buscar algo — le dije mientras me levantaba de la cama con cuidado para no despertarla del todo.

Después de ponerme una chaqueta sobre los hombros y tomar las llaves del auto, salí de casa en busca del helado que tanto anhelaba Emma. La noche en Manchester estaba fresca y tranquila, y el silencio me envolvía mientras conducía hacia la tienda más cercana.

El camino estaba vacío a esta hora de la noche, y mis pensamientos vagaban mientras recorría las calles desiertas. Recordé el día en que Emma me había dicho que estábamos esperando un bebé, la alegría y la emoción que había inundado nuestros corazones en ese momento era inmensa.

Finalmente, llegué a la tienda y me dirigí directamente al congelador de helados. Elegí los sabores favoritos de Emma y me dirigí hacia la caja registradora, donde una amable cajera me saludó con una sonrisa.

De regreso en casa, encontré a Emma esperándome en la puerta con una mirada de anticipación en su rostro. Sus ojos brillaban con una mezcla de gratitud y alegría mientras tomaba el helado de mis manos.

— ¡Gracias, Tara! Eres la mejor — me dijo con una sonrisa radiante mientras abría el envase de helado y tomaba una cucharada con entusiasmo.

Observándola en la penumbra de nuestra cocina, me sentí abrumada por el amor que sentía por ella. Aunque la hora era inusual y el motivo era trivial, no había nada que no haría por verla feliz.

Y en ese momento, mientras Emma disfrutaba de su helado en la tranquilidad de nuestra casa, supe que estaba exactamente donde pertenecía: en el lugar al que siempre llamaría hogar.

One Shots Emmara - Pedidos - Donde viven las historias. Descúbrelo ahora