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Sus labios eran tan suaves como me había imaginado. Así como los de April me habían sabido a amargura, los suyos sabían a una noche de verano; fresca y cálida a la vez.

Dejé que mis manos pasearan libres por su torso desnudo, acariciando cada centímetro de su plastrón. Él hizo lo mismo y empezó a desabrochar mi camisa sin dejar de besarme. Me estiré apoyando mi cuerpo en la cama y él aprovechó para ponerse encima, con una pierna a cada lado de mi cuerpo. Nos separamos por un par de segundos recuperando aire mientras lo ayudaba a quitarme la camisa, nos juntamos nuevamente, ahora más desesperados. Llevé una de mis manos a las coletas de su bandana y tiré levemente de ellas. Donatello jadeó.

—Leo... —susurró empezando a bajar sus besos por mi cuello —. Me gustas mucho.

Me quedé de piedra en el sitio mientras él bajaba sus besos por mi plastrón. Nunca alguien me había dicho eso, y escucharlo de sus labios me provocó un escalofrío por la espalda.

—A mí... También me gustas. —susurré, sintiendo las lágrimas empezar a acumularse en mis ojos.

Donatello sonrió y continuó bajando sus besos hasta llegar al borde de mis pantalones. Me miró con una sonrisa y empezó a desabrocharlos. Llevé mi cabeza hacia atrás y suspiré sin poder evitar pensar en la boda que celebraría en apenas unos meses.

—D-Donnie... —murmuré —. Donnie, detente.

Él se detuvo y me miró desconcertado. Pude ver una pizca de tristeza en su rostro, así que aparté la mirada y suspiré.

—Lo lamento... ¿Fui demasiado lejos? —preguntó alejándose torpemente.

—No, no, no es eso —me apresure a decir y tomé con delicadeza sus manos dejando un casto beso en cada una —, no es eso... —lo acerque, recostandolo junto a mi de nuevo a la cama. Donatello se estiró a mi lado y me miró sin entenderme —. Tengo muchas cosas en la cabeza y-

—April —me interrumpió —. ¿Cierto?

Asentí con la cabeza y sonreí agridulcemente . Se me hacía extraño pensar que estaba haciendo esto con Donnie, pero más extraño era pensar en hacerlo con cualquier otra persona.

—Me gustas. Joder, Donnie. Estoy perdidamente enamorado de ti —confesé rozando con mi pulgar sus rosados labios —. Pero... no puedo darte nada más allá de escondernos en mi habitación.

Donatello asintió con la cabeza y se mordió el labio inferior.

—Bien.

—¿Bien? —pregunté confundido —. ¿Bien, qué?

—Escondernos —repitió —Me basta con eso.

Antes de poder decir nada, él volvió a hablar.

—Tú fuiste la primera persona que quiso ayudarme después de haber perdido a mi familia —hablaba apenas un susurro, pero sin dejar de mirarme —. Antes de conocerte, me daba por muerto y mírame ahora; Vivo en un palacio, tengo ropa nueva todos los días y he aprendido a leer.

Sonreí acariciando su mejilla y él cerró los ojos al sentir el contacto.

—Desde que nos conocimos he querido esto, estar a tú lado, tocarte... —siguió, con sus ojos aún cerrados —. Si tenemos que escondernos no me quejaré, es más de lo que nunca hubiese imaginado.

—Pero no es justo —dije, apagando cada vez más mi voz—. Para ninguno de los dos...

—Si... Cosas de la realeza, —murmuró encogiéndose de hombros —. Al parecer, no lo puedes tener todo.

—Qué irónico —reí sin gracia.

Donatello suspiró y acarició mi mano que aún acunaba su mejilla antes de volver a besarme, esta vez despacio. Rodeé su cuerpo con mi brazo y me abracé a él con fuerza deseando que este beso durara todo el día. Cuando nos separamos, sonreí al ver el infaltable brillo en sus ojos.

Literalmente | LeotelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora