Capitulo 1: Madurar

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(Erick) 


Sentado en una escalerilla plegable, me la pasé esperando llegaran clientes intentando no dormirme. Ya eran casi las 6 de la mañana por lo que mi turno terminaría en poco más de una hora. Luego de atender a algunos estudiantes y personas apresuradas para no perder sus transportes al trabajo o a sus respectivas escuelas.

Llevaba un par de meses trabajando en aquella tienda de autoservicio cerca de mi actual residencia. Sí, un OXXO, pues era de esos pocos trabajos que me permitían un horario flexible para poder estudiar los fines de semana y ganar un poco de dinero extra para pagar la habitación donde me alojaba.

Me había costado mucho convencer a mis padres de probar vivir por mi cuenta durante mis años de estudio. La universidad llevaba un plan de media carrera en mi localidad y la otra mitad en otro estado. Así que me pareció buena idea tomar ese año y medio como una preparación para vivir por mi cuenta, no tan lejos de mis padres por cualquier cosa y estar listo para una independencia mas completa una vez que tocara irme y realmente sobrevivir por mi cuenta... No fue muy fácil convencerlos del sentido de todo aquello pues para papá era un gasto inútil el vivir a unos pocos kilómetros de distancia si podía seguir con ellos e ir a la universidad igualmente por el resto del curso hasta que tocara la parte de marcharme. Pero mamá fue mas optimista y de alguna forma reconoció mi madurez ante aquella propuesta. Le entusiasmó tanto la idea que en unas pocas horas ya estaba haciendo llamadas y me consiguió la habitación en la que me alojo actualmente.

Es sin duda una mujer de acciones rápidas con la que no puedes bromear de cosas serias por que las asume de inmediato y hace todo lo que esta en su mano para hacerlas realidad. No podía estar mas agradecido de tener su confianza, aunque igualmente siempre me recalcaba que estaría al pendiente de mi todo el tiempo y el teléfono por si necesitaba algo o tenía alguna urgencia.

Vamos que hasta se ofreció a prepararme algunas comidas de vez en cuando que duraran lo suficiente si las congelaba... pero yo me negué. Quería vivir lo más posible la experiencia de la independencia y estar listo para cosas nuevas de la adultez.

La adultez... claro, ese momento en que tomas responsabilidad de tu propia existencia y el peso del mundo empieza a caer en tus hombros sin darte mucha cuenta de ello. Ya tenía unos pocos ahorros de algunos trabajos aquí y allá a los vecinos; cosas como instalarles sistemas de video, reparar algunas computadoras o solucionar algunos problemas básicos con sus teléfonos y aparatos digitales. Cosas típicas que yo supongo sabe todo joven adulto con acceso a internet, pero que supe monetizar lo suficiente gracias a que mi mamá pensaba que era alguna clase de gurú electrónico. Que en cierto sentido sí lo era para el tipo de problemas que llegaban a tener ancianos y señoras de edad en mi cuadra. Todo ese dinero que para mi era muchísimo se me fue rápidamente en anticipos de la habitación y la renta del mes. Aunque una vez que conseguí trabajo fue un poco menos doloroso por que ya podía al menos ahorrar y tener un ingreso mas fijo mientras los fines de semana descansaba y estudiaba en la universidad.

Hasta que llegaban los domingos, y por fin las responsabilidades adultas se frenaban. Las tareas de la universidad procuraba hacerlas rápido, cuando había, o dejarlas para los tiempos muertos del trabajo... y mi descanso de las cosas laborales llegaba.

Aprovechaba mi soledad y sacaba la maleta con candados de debajo de la cama, y usando la llavesita que llevaba como dije en la pulsera de mi mano, abría el candado que me daba acceso a mis posesiones más valiosas; mis pañales y ropas ABDL.

Había sido toda una aventura sacar esos pañales de casa; primero me propuse acabarme los mas que pude antes de mudarme, al final tuve que regalar unos a un amigo de otra ciudad, se los mandé por correo y todo, lo cual fue difícil por pensar que debería lidiar por alguna revisión o algo. Por fortuna no hubo tal cosa, supongo estuve de suerte, aunque aun así, no lo volvería a repetir.

El Bebé de ValentinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora