Capítulo 4: La cena familiar

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Nota para los lectores:
Muchas gracias por seguir aquí en este experimento tan raro en el que ni siquiera yo sé a donde vamos exactamente. (Bueno si tengo una idea, pero se está costruyendo sobre la marcha) Aquí les dejo un capitulo especialmente largo. Donde sin querer terminé metiendo mucha cosa que también es mi historia personal y real. Quizá estoy convirtiendo a Erick en mi contenedor personal de algunos traumas y también Valentín lo será en su momento. Así que bueno, ya veremos como les va juntos. Recuerden que les agradezco muchisimo sus estrellitas (favoritos), pero sobre todo sus comentarios! Eso me ayuda a saber que la historia les gusta y quieren que siga. Sus comentarios, ideas o sugerencias son el alimento para que estás historias sigan y sigan. Sin más, les dejo el cuarto capitulo: 



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Me parecía tonto preocuparme tanto por una cena cualquiera... Era solo eso, una cena. Con mi casera y mi (antiguo y recientemente superado total y absolutamente) ex-crush. Pero sin embargo ahí estaba yo, frente al espejo ya habiendo gastado al menos unos 45 minutos mientras recorría casa centimetro de mi rostro para evitar algún pelito sobreviviente de la hojilla de afeitar o algun barrito incipiente. Cuando estuve medianamente satisfecho y una parte de mi rostro enrojecida por el abuso, miré el desastre de cabello sobre mi cabeza y di un largo suspiro. Debia ir por un corte de cabello, pero odiaba de sobre manera tambien mi cabello corto y prefería no gastar en hacerme unos retoques del mismo coste si bien podría quedarme casi pelón y hacer valer esos 80 pesos en la barbería. Que solo es cabello, ¡por dios!

Pensar que un par de cortes en la barbería valían lo mismo (o poco más) que media jornada diaria de trabajo me deprimía. Pero en general, pensar mucho en la vida adulta me deprimia. Así que preferí no pensar en eso, sacudirme un poco frente al espejo, como si fuera un boxeador listo para una pelea, (o más bien un delgado chango con energía) y comencé a buscar la ropa que me pondría.

Me asusté al comprobar que no tenía más que playeras con super héroes o dibujos animados, tenía algunos jeens ajustados, con algunos parches infantiles aquí y allá que les había puesto. Me había vuelto un descuidado con mi paga, gastándola en accesorios y ropa que usaba a veces para andar en casa o para tomarme fotitos en instagram. Me encantaba, pero era solo para modelarla o usarla en secreto, solo eso. Una de las ventajas de no tener amigos ABDL en mi ciudad era quizá que todo lo que mostraba en mis cuentas de redes sociales podía ser una perfecta y controlada fantasía que hacía creer a los demás. Me encantaba esa pequeña sensación de atención, ver los corazonsitos aumentando, los comentarios que se llenaban de "niño bello", "quiero un bebé como tu", "eres muy valiente" y un montón de cosas por el estilo.

Si supieran que no me sentía nada valiente de vestir aquellas ropas infantiles encerrado en mi pequeño mundo de cuatro paredes. Pero cuando decían todo aquello una parte profunda de mi lo creía. Se calentaba mi corazón y regresaba la sangre a mis mejillas mientras una sonrisa tonta se dibujaba en mi rostro. Si tan solo uno de todos esos que comentaban estuviera a menos de un bus o un vuelo de distancia. Quizá todo aquella fantasía seria una pizca más real.

Terminando de revolver todo mi guardarropa, estresado, di con una playera negra con una estrella enorme en el centro. Seguía siendo una playera infantil, la misma que vestía Steven Universe en su película para niños de Cartoon Network. Pero eso no significaba que al menos, para los que no estuvieran enterados de eso, no pudiese pasar por una playera juvenil cualquiera. Me dejé los pantantalones del trabajo y miré mi reflejo en el espejo. Podía pasar por un joven normal, como cualquiera. Como si de alguna forma vestirme diferente fuese a dar cuenta de que Soy diferente...

Suspiré otra vez, me puse una pulsera de rayas arcoiris en la mano izquierda. Me gustaba dejarlo como una pequeña pista de que no era hetero... Desde que salí del closet con mi familia, incluso algo tan pequeño como una pulsera les solía molestar. "Hijo, no deberías andar por ahí con esa cosa" "¿Qué significa eso" podía escuchar a mis padres en mi cabeza, juzgándome abiertamente por un pedazo de velcro en mi muñeca. Si aquello les molestaba no me quería sentar a pensar en que pensarían de descubrir mi gusto particular por los pañales y las cosas de bebé. En definitiva era algo que pretendía llevarme a la tumba de ser necesario.

El Bebé de ValentinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora