Capítulo 3: Reencuentros

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(Erick)

Por fortuna, aquel desastre en mi pañal estaba relativamente controlado... si había una forma de considerar a eso algo controlado. Me deshice con cuidado del pañal intentando no esparcir su contenido y aguantando la respiración mientras me limpiaba el trasero con un millón de toallitas húmedas que terminaron todas inundando el bote de basura. Aunque practicamente no habia ya rastro de nada, yo me seguia sintiendo sucio. Como pude encendi un par de inciensos en mi habitación, tomé una toallá, me envolví en ella y me puse el pantalón corto mas viejo que pude encontrar al fondo de mis cajones. Valentín seguia a un lado de la puerta, con la misma cara confundida y nerviosa de hace rato, mientras yo intentaba no verlo a los ojos.

Así, semi desnudo como si fuese a ir a un balneario, le dije que podíamos irnos. El pareció barrerme con la mirada y asintió con la cabeza. No dijo nada de mis Sharklas verde limón y en lugar de eso, se limitó a caminar por las escaleras del edificio, lo cual me dejó confundido por un momento, cuando hasta hace un momento me había imaginado me llevaría a su casa.

—Ehmm, ¿A dónde vamos? —le cuestioné con duda real.

—Te había dicho que trabajo seguido en este edificio, ¿recuerdas? Se de un lugar en el que estoy trabajando más últimamente.

Subimos un piso más y avanzamos por entre los pasillos de mis vecinos de arriba hasta el fondo del edificio, justo donde parecía haber unas puertas mas amplias y el pasillo se alargaba sin puertas ni ventanas.

—Estamos acondicionando este espacio, para que sea un gimnasio. Solo que aun nos falta mucho para abrirlo —Valentin dijo aquello mientras sacaba de algun bolsillo de sus pantalones un llavero repleto de llaves.

Revolvió por un momento aquel montoncito de metales dentados que tintineaban entre sus dedos, hasta dar con la que en su semblante, parecía ser la indicada. Al abrir aquellas puertas, el aire pareció levantar el polvo y una fina capa de tierra se quedó flotando a nuestro alrededor haciéndome toser un poco. El interior era oscuro, hasta que tras presionar un interruptor, unas viejas lamparas de tubo fluorescente iluminaron el interior con su luz ligeramente azulada y un sonido de vibración apenas perceptible. El espacio era amplio. No sabría decir que tanto, pero quizá bien podría ser lo suficientemente grande para ser un pequeño estacionamiento.

—El lugar era un desastre, la verdad. Estaba lleno de cajas y muebles repletos de papeles viejos. Así me enteré que era un hospital. Tenían todo ese papeleo que seguro ahora cabría todo en una usb. Era como un tipo de archivo. Lo despejamos hace unos meses, ahora solo falta lleguen las maquinas y reparar el sistema de ventilación, quizá cambiar la iluminación y pintar un poco.

—Sí, bueno. Sería genial tener un gimnasio cerca de casa. ¿Lo dirigirás tu?

—Ese es el plan, sí. ¿Piensas apuntarte? —me preguntó con una voz seria, que de alguna forma me hizo temblar un poco.

—No lo sé, no soy muy fan del ejercicio. La verdad...

—Bueno, te lo puedes pensar si quieres, Erick. Aun falta tiempo. Por ahora, puedes estrenar las duchas. Están recién instaladas y el agua suficiente. Aunque quizá esté algo fría.

¿Cómo es que sabía mi nombre? Pensé hasta que recordé que hasta hace poco llevaba puesto mi uniforme del trabajo y seguro en algún momento se había fijado en mi gafete.

—Ya, es genial. Es más de lo que podría pedir. Me bañaré enseguida.

Avancé sin mirar hacia la dirección que me indicó; atravesé los baños, que a pesar de estar algo polvosos, parecían nuevos. Era evidente no había sido usado nunca. Avanzando un poco mas, llegué a lo que sin duda era una pequeña zona de regaderas. Tanto el piso como las paredes estaban recubiertas de azulejos pequeños. Puede distinguir al menos 5 cubículos de regaderas separos por paredes de plástico opaco, me fui hasta la del fondo, colgué mi toalla en un gancho y dejé mis cosas en el suelo. Me preocupé un poco de no haber traído mi shampoo y jabón, pero justo había unos a medio uso en el tercer cubículo. Supongo que no era el primero en estrenar las duchas del todo.

El Bebé de ValentinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora