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Rivalidad

Mariana corrió a primera hora del amanecer con dirección a la sede de Ordo Theoritas. Aldo se dignó a contestarle hasta el inicio del amanecer, gran parte de la madrugada había mandado mensajes preguntando por él o Roier y al saber el problema que presentaba en los pulmones tomó la mayoría del kit medicinal del castaño y salió de casa.

Llegó casi sudando, estaba bastante cansado por el largo camino, pero abrió las puertas con rapidez sin hacerle mucho caso a las personas que querían que fuera más despacio por un montón de papeles sobre la mesa y herramientas por el piso.

–Aldo.— Hablo al abrir la puerta de las habitaciones que daban a la enfermería, esperando señal alguna de sus amigos.

–Ya te dije que no soy un traidor, te haces el boludo.— Y escuchó aquella voz agraviosamente familiar al inicio de la puerta.

¿Y ahora de donde salió ese argentino que creyó extinto?

–¿Qué hace aquí Spreen?

–Osvaldo.— Se asomo Aldo por delante del hibrido de oso que intentaba entrar a la habitación. –¿Lo conoces? No deja de decir que quiere ver el estado de Roier.—

–Lo conozco, pero no sabía que el conocía a Roier.— Y escaneo a Spreen con sospecha.

–Gato, decilé al enano de mierda que me deje ver a Ro.— Si, si era Spreen.

–Spreen... ¿Sabes de medicina?

Y asintió cruzando sus brazos frente a su pecho.

–Bien, entremos. Luego hablaremos Aldo.— Ambos entraron a la habitación bajo la atenta mirada del Líder.

[...]

–Lo siento Roier.— Murmuro Cellbit arrepentido, acariciaba la palma de la mano derecha del nombrado mientras su frente se apoyaba en la camilla. –Lo siento mucho, debí ayudarte antes.—

–Está bien, me duelen las costillas, pero estoy mejor que ayer... Lo juro.— Agregó lo último ante la preocupación y culpa en los ojos azules del gato, sin embargó él sabía que no, porque ante cada palabra tomaba pausas para respirar de manera necesitada. Y el dolor se presentaba en su rostro ante aquellas expresiones tensas.

–Guapito, gracias... Apuesto que no regresará en un buen tiempo, le diste una buena paliza.— Se acercó a acariciar su mejilla con suavidad.

–Debí jalarle una pata para que no huyera.— Murmuró sonriendo ante el ligero tacto. Y ambos rieron por sus palabras.

–Fue un cobarde, lo hiciste muy bien.— Y beso su frente provocando un sonrojo en la cara del castaño.

–Si, yo lo hago mejor.— Escucharon ambos y voltearon hacia la puerta, encontrando un cansado Mariana y al oso revoltoso.

–Te dije que descansaras pendejo.— Le regaño apenas verlo.

–¿Desde cuándo te escucho Ro?

Y sus orbes grises lo registraron.

–Tu cállate, le hablaba a mi amigo. No gastaré más aire en lo que tú provocaste.—

Spreen le miró mal y tomo el kit para hacer a un lado a Cellbit, saco varias plantas y líquidos que mezclo, que, aunque sus movimientos parecían bruscos, aquello lo estaba haciendo con delicadeza.

–Roier, ahora si te pasaste.— Reclamó Osvaldo al estar de nuevo en su campo de visión.

–Ay mien, me lucí, me chingué a un mob bien grandote e hice escapar de miedo al numerito ese.— Le platicó victorioso de su gran hazaña, incluso movía sus manos en gestos de ataque. Casi pareciendo un niño chiquito.

–Si, si te luciste... Siempre lo haces.— Mariana se acercó y tomó su mano bajo la atenta mirada del otro par que paso a ser completamente ignorado.

Osvaldo, que ni si quiera entraba en la rivalidad recién conocida de esos dos, ya estaba ganando.

–Dile al pendejo del Spreen que no me toque con sus manos sucias.—

–Spre-

–Lo escuche.— Contesto molesto y dejo el pequeño envase de madera con la sustancia preparada justo delante de Roier.

–Lo haré yo, te debo una después de todo.—

–Solo que no se te antoje.— Y soltaron una ricita, Cellbit se acercó para ayudar con las mantas y a quitar la camisa que portaba para descubrir las heridas de la ardiente espada.

Y justo delante de los ojos amatistas de Spreen se presentó la realidad de sus crueles acciones y sus equivocadas decisiones, la gran cicatriz que recorría desde la clavícula de Roier hacía la mitad de su estomagó, y casi en el medio, un apenas profundo hueco, donde estaba su corazón.

–Ro.— Logró decir con apenas un hilo de voz.

–No hables Spreen... No digas nada, por favor.— Y apretó sus manos bajo la camilla.

Era su culpa, por completo, el que Roier ya no pudiera luchar como antes, que se acabara todo el aire en sus pulmones incluso en los mínimos esfuerzos, que se cansara con rapidez, que el verse al espejo fuera una tortura, y, sobre todo, sus ojos cristalinos por las miradas atentas de la habitación.

–Roier.— Habló mariana y comenzó a untar el líquido de un color verde sobre las marcas recién hechas. –Ambos parecemos cerámica, quemados y cortados. No sé si somos, objetos o pastel.—

Y Roier comenzó a reír mientras las dolorosas lagrimas bajaban con rapidez, recorrían su rostro y Spreen, seguido de Cellbit salieron de la habitación para darles privacidad, permitiendo que Roier se aferrara a su amigo con tristeza entre pequeños lloriqueos.

Roier sentía que el aire faltaba, desde siempre lo había sentido.

[...]

El aire le daba al rostro, Spreen elevo la vista al cielo. Debió quedarse con Roier esa mañana y cuidarlo, al menos no le gritaba que lo odiaba en su cara.

Entonces... ¿Por qué se sentía tan mal?

–El oso, ¿verdad?

Escuchó y volteó encontrándose con Cellbit, lo conocía, solo de vista, pero debía reconocer, que, si él se hubiera presentado antes a la vida de Roier, él estaría mejor.

–Lo soy.— Afirmó con desinterés.

–Hace un tiempo que quería conocerte.— Y ahí estaba de nuevo, aquella sonrisa que parecía inocente, ocultando su curiosidad.

–Fui yo.— Y lo miró en silencio. –No necesito de esa inteligencia tuya para hacerme sacar la verdad, yo hice esa cicatriz en Roier, exactamente fue con una espada hace al menos cuatro años.—

–¿Y lo dices sin vergüenza?

–No... Yo lamento mucho lo que hice, pero a quien le debo la disculpa no es a ti.—

–Roier es la mejor persona que he conocido, sabes... el sonrío hasta el momento en que se desmayó, para mí.—

–Disfrútalo, no queda mucho de él.— Y un golpe fue dado directamente en su mejilla.

–No sé cómo alguien tú estuvo presenté en su vida.—

–Tranquilo gato, vos sos quién lo entenderá más tarde.— Y su mano derecha toco la apenas adolorida zona. 

Day 9

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Publicación: 13/2/24

Oigan, ¿Estaría bien un especial de San valentín? 

pq me la estoy pensando.

Edición; 27/04/24

Dangerously Yours | FoorianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora