Aquel niño que nunca se callaba lo tenía harto. Nunca había oído a un niño tan chillón.
David Percyball Maryner, había entrado al jardín de infantes hace poco. Sus padres eran Ministro y Directora del Castillo Real de Magia Italiana. Grandes magos y él debía tener el mismo destino.
Entre sus compañeros estaba Robin Arthur Gatewary, el niño insufrible que no sabe callarse. Sus padres trabajaban como secretarios en el Área De Criatura Mágicas.
Era usual que Robin llevará alguna de sus muchas mascotas a las clases. Algunos como gatitos, hadas e incluso arañas, siempre intentaba llevar algo que no sea muy peligroso. Todos los niños querían mucho a Robin, a veces regalaba mascotas mágicas, pero David nunca entendió por qué tanto fanatismo por esas criaturas, a su parecer, horrendas y mucho menos entendía porque tanto fanatismo en su entorno por el niño Americano que de seguro tenía algún problema de hiperactividad.
Nunca habían hablado, pero Robin lo saludaba siempre. Gatewary no tenía ningún conflicto con David, al contrario, sentía incluso admiración por el chico con un futuro impresionante.—Hola. — el niño, se sentó junto a Dav.
—¿Hola?— habló confundido mirando a Robin con desconfianza.
—Escúchame, me caes muy bien. Tengo algo para ti. — empezó a decir el oriundo de América. Sacó un pequeño tigre de bengala de su bolsillo. —¿Para mí?— interrogó curioso y asombrado.
—Así es. Le di a todos, solo me faltaba regalarte algo a ti. —
Tomó con cuidado al animalito y lo acostó en la palma de su mano.
—¿Te gusta?— preguntó con nervios.
David miró al animal con asombro. Era sumamente hermoso. Le sorprendió el hecho de que Robin pensara en él para un regalo. Jamás habían hablado.
—Si, gracias, es hermoso. —
Rob trago saliva, ansioso por preguntarle si querían ser amigos.
—Niños. — apareció el padre de Dav.
—Hola, papi. — saludo el niño. —¿Él es el niño de las criaturas, verdad?— miró a Robin despectivamente. Gatewary miró al hombre, quien parecía un vampiro de una de las historias que leía para pasar el rato. —Si, él es Robin Gatewary. — los presentó el pequeño.
—Hola, señor. — saludo tímidamente el niño.
—Niños. — llamó una mujer detrás de Robin.
—¡Mami!— sintió que estaba salvado de esa situación incómoda. —Hola, Rob. — la mujer saludo a su hijo. Junto a ella están Arthur Gatewary, el padre del niño y a un lado de David estaba Seline, su madre.La tensión entre las familias era desbordante.
—¿Hijo, porque eres amigo del niño-criatura?— preguntó Percyball a David.
—Yo, eh… — murmuró, miró al suelo y escondió al animalito en su bolsillo. —No. El raro no es mi amigo. — respondió cuando su padre puso su mano en su hombro, había algún problema con la familia Americana del que no estaba enterado, o era muy pequeño para entender que su padre odiaba a los Antur-magos. Aquellos que podían transformarse en animales o criaturas mágicas, por herencia o magia aprendida, la primera opción en el caso de los Gatewary. Las personas poderosas como los Mayner los veían como seres extraños, que no merecían lugar en el mundo mágico, creían que podían ser incluso peligrosos.Robin sintió una punzada en el corazón al oír la respuesta. No solía odiar a las personas, pero en ese momento odio a David. Aunque no fuera su culpa, sentía que Dav no tenía porque tratarlo mal solo para complacer a su familia. Gretta, la mamá de Rob, puso su mano en el hombro de su hijo, consolándolo al ver como lagrimeaba por el destrato de él otro niño.
—Vámonos, mi amor. No mereces que te traten así. — tomó la mano de su hijo y salieron del comedor del jardín de infantes.
—No te juntes con esas especies monstruosas, hijo.
Eres mucho más que eso. — advirtió Percyball.Robin y David no volvieron a hablar después de eso. Aunque Mayner conservó la mascota que le regaló.
[...]
David cada que podía replicaba los comentarios despectivos de su padre en Robin. Ahora había vuelto a verlo como ese niño insoportable y chillón.
Rob se llenó de odio hacia David, lo odiaba por ser como era con él, ya que no le había hecho nada.
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El Mago y El Dragón.
FantasyEn el mundo mágico, dos adolescentes que se llevan mal, deben acompañarse mutuamente para mostrar respeto entre sus familias.