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No volvieron a hablar después de ese suceso. Robin se mostraba más afectivo y cariñoso con Adam, seguramente por la culpa. David se acercó nuevamente a Aime Fioriseth, su ex novia. Intentaba olvidar y sepultar aquel momento cueste lo que cueste.
El beso no tuvo más que el fin de curar a David, aunque no dejaba de ser incómodo para todos.

Hoy, David fue a su casa, antes de ir al Condado de Las Hadas y de pasó fue a preguntar acerca del supuesto robo a los dragones.
—Entonces oíste los rumores…. — decía su padre con su tono de voz imponente.
Dav asintió.
—¿Y… ? ¿Es cierto?— interrogó el menor.

El Hombre le dio un sorbo a la taza de té.
—Sí. — contestó sin rodeos.

Dav quedó confundido, ¿escuchó bien? ¿Su padre acaba de admitir que la fortuna que debe heredar la consiguieron robando a unas poderosas criaturas? Definitivamente.
—¿Qué?— preguntó incrédulo, con la esperanza de que le dijera que era una broma de mal gusto o algo similar.
—Lo que escuchaste. Hace 100 años nuestros ancestros cazaban dragones y se quedaron con sus más preciados tesoros. Los perseguimos tanto, desde las sombras, que nadie se enteró y los dejamos extintos. O eso creímos…— empezó a explicar.

David se reclinó en su silla, intentando acomodar sus pensamientos y preguntas.

—Esos monstruos estuvieron escondidos por cien años, reproduciéndose en Dios Sabe Dónde, y han vuelto. Nos buscan. Los Wither ya escaparon. — hablaba el hombre con su claro descontento.
—Y ahora parece que pueden ser uno de nosotros. — prosiguió en tono burlesco.
—¿Qué quieres decir con eso, padre?—
—Digo que esas asquerosas serpientes evolucionaron. Ahora pueden convertirse en humanos o dragones a su antojo. Pueden estar más cerca de lo que creemos. Necesito que te mantengas alerta, ¿si?—
El pequeño se apresuró a asentir efusivamente.
—Si, si. Te informaré de cualquier cosa. — prometió el chico.
—Si encuentras a uno. Traelo. Le daremos su merecido a esos bichos asquerosos. — el hombre sostuvo una vara de madera afiliada. —Y si no, tú serás el siguiente. Porque te consideraremos un traidor a la sangre. —

David asintió intentando demostrar valía y esconder su miedo. Asintió lentamente y accedió a ser parte de La Caza Secreta de Dragones.

[...]

David, en el carruaje escolar, estaba más perseguido que de costumbre. Veía a todos y analizaba hasta las formas de la cara de quienes lo rodeaban.
Lo que le dijo su padre antes de irse no paraba de darle vueltas cuál calesita en su cabeza. Sentía que no podía confiar en nadie.

Llegando al destino, bajaron del carruaje y tomaron sus maletas.
—¡Gatewary y Mayner!— los llamó su preceptor. Ambos se acercaron y Robin tomó las llaves de la habitación compartida por una semana.
Subieron al ascensor, donde también estaba Adam.
David les evitaba la mirada, estaba apoyado en la pared del elevador, contando las baldosas donde estaban sus pies para evitar mirar a la pareja por accidente. Aunque se tomó el atrevimiento de escuchar la conversación.
—¿Crees que podríamos vernos hoy a la noche?— preguntaba Robin. Dav rezó para que sus oído no sean afectados por cualquier barbaridad o doble sentido que podían llegar a decir a continuación y se maldijo asimismo por meterse en conversaciones ajenas.
—Depende, ¿tienes planes?— respondía Adam, en un tono algo molesto. David juraría que sintió la celosa mirada del chico sobre su persona.
¿Se había dado cuenta? Dav no quería lidiar con romper una relación. Además, no era su culpa. Se mordió la lengua y miró a la pared, evitando cualquier tipo de mirada juzgadora.
—¿Qué quieres decir?— preguntaba Robin.
Mayner sintió el nerviosismo del chico en el hilo de voz preocupada que le salió.
—No es nada. — murmuró Adam.
—¿Te veo a las once? ¿En el bosque?— propuso.  —Si, está bien. — accedió.

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⏰ Última actualización: Mar 22 ⏰

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