uno.

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Era una hermosa noche con la brisa fresca revolviendo la ciudad, quizás no tan hermosa, si no fueran por los estruendosos lamentos de un par de adolescentes que hace poco menos de una hora se encontraban caminando en las desoladas y oscuras calles de Buenos Aires con el viento acariciando sus cabellos en un compas relajado, siendo más de media noche, caminando en circulos, totalmente borrachos, sus pies tambaleaban, sentían como si el piso estuviera torcido.

Fue solo 3 horas antes que Pablo y Marizza se enteraron de la infidelidad de sus parejas, en este momento cualquier decisión que tomaron a despecho estaba pasando factura a su lucidez, como primer lugar haber elegido tomar el camino largo a pie en vez de tomar un remis.

─ Gil de mierda pedazo de garca, cuanto lo odio.─  escupió Marizza agitando la botella medio llena de fernet mientras intentaba caminar por las líneas de la alfombra estampada entrándose al departamento de Pablo con dificultad gracias a la poca luz, al cual nunca imagino que llegaría a poner un pie en ese lugar, pero estaba lo suficientemente concentrada en beber las ultimas gotas de aquella botella como para darle importancia.

El rubio la observo tambalear con poca lucidez, aprovecho el momento para arrebatarle la botella de las manos de la colorada antes de dar un sorbo y mover la cabeza en asentimiento. ─ Que turro resulto, eh.

Pablo se tambaleó, desviándose de la línea en la que intentaba mantener el equilibrio, sintió punzadas en sus piernas, debido al tortuoso camino a pie que tomaron, resopló y se arrojó al empolvado sofá cayéndose en el intento junto a su compañera de penas de esta noche. ─ La odio. ─ dijo, con los ojos nublados por la ira, estaba demasiado borracho, el chico no sabia tomar, pero debido a la situación, unas cuantas copas fueron la mejor solución a su problema.

─ Es una puta. ─ Pablo reflexionó de nuevo. Bebió de la botella, agradecido de que su casa estuviera vacía durante el fin de semana y gracias a Dios sin señales ni interrupciones de su viejo. Sería mucho más difícil para ellos dos disfrutar con la presencia de su familia montando una digna telenovela trágica de las típicas familias conchetas disfuncionales. También habría sido mucho más difícil robar una botella del gabinete de licores que instalo su padre en casos de reuniones de negocios y cosas importantes si el estuvieran cerca.

La menor apoyó su cabeza en su hombro. ─ Pero que cagada.─ susurró ─ los voy a matar a ambos.─ esta vez su voz era más tosca y áspera, mantenía seriedad en su rostro dando un aura intimidante.

Y bueno, la novia de Pablo y el novio de Marizza los engañaron. Entre ellos, fue mucho mas fuerte para Marizza, el encontrarse a su novio apretando entre las mismas sabanas que solía compartir con el con otra mina, el dolor de un corazón roto se instalo en ella haciéndola ir al boliche mas cercano para tratar de ahogar el sentimiento creciente de dolor en su pecho.

En ese mismo lugar se encontró a Pablo. Tuvo un vago recuerdo que la mujer con la que había estado su ahora ex novio era también la novia de Pablo, tal vez hubiera puesto mas atención si no se hubiera concentrado más en cagarlo a trompadas y correr lo mas lejos de ahí sin querer escuchar con que verso trataría de convencerla.

Pablo le pasó la botella a la chica y exhaló profundamente, había un terrible ambiente olor a alcohol y lagrimas. ─ Podría matarlo.─ gruñó, apretando la mandíbula con la ira rondando su cabeza.

Marizza acepto la botella, se llevó la llevo a sus ahora pálidos labios para tomar unos tragos largos, con la esperanza de diluir la sensación agria en su boca. Una mueca adornaba su rostro ante el sabor. ¿Cómo Pablo tomaba esa mierda?, se pregunto, extendió su lengua como si picara, pero se obligó a tragar. La botella en medio de ellos, fue rondando de mano en mano tomando turnos para beber.

amo dejarte así. | pablizzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora