tres.

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Los ojos de Marizza se abrieron lentamente, recibiendo el suave abrazo del sol que se filtraba por las ventanas y acariciaba sus párpados. Sin embargo, la dulce caricia pronto se transformó en una punzada de dolor cuando la luz intensa quemó sus sensibles ojos. Un quejido apenas audible se ahogó en su garganta, y de manera instintiva, buscó refugio bajo la manta que la envolvía, intentando protegerse de aquel resplandor inesperado. Sin embargo, la manta parecía tener su propia voluntad, resistiéndose a ceder ante su deseo de ocultarse. Resoplando con frustración, Marizza dejó escapar un suspiro resignado mientras la manta era retirada de encima de ella, sin compasión alguna. Aunque aún desorientada, su mente apenas podía procesar lo que estaba sucediendo a su alrededor.

Con los ojos entreabiertos, se encontró de repente en medio de un amplio living, donde un retrato de Pablo junto a su padre ocupaba un lugar destacado sobre la mesa frente al sofá. Un destello de sorpresa cruzó su rostro mientras se incorporaba con cautela, lamentando el repentino movimiento que agitaba su cabeza y hacía latir con fuerza su mente, confirmando así que la resaca había hecho su aparición. Fue entonces cuando su mirada cayó sobre la botella vacía de fernet junto a los retratos desordenados, proporcionando una explicación clara y dolorosa para el malestar que la invadía

Marizza se sintió invadida por el pánico, tratando de ocultarse aún más en el reconfortante del sofá, cuando un gruñido escapó de unos labios que no eran los suyos. El sonido la estremeció, sacándola bruscamente de la neblina de la resaca y elevando su nivel de alerta al máximo. De repente, se dio cuenta de que no estaba sola.

Con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, reunió valor y giró lentamente la cabeza para enfrentarse a la presencia que la acompañaba, temiendo lo peor. Fue entonces cuando sus ojos se encontraron con unas mejillas sonrosadas, ocultas tras mechones rubios, y unos labios entreabiertos que dormían serenamente a su lado. Y fue en ese preciso momento cuando su respiración se detuvo, dejando escapar un susurro apenas perceptible. Porque allí, abrazándola con ternura, estaba nada más y nada menos que Pablo Bustamante... y ella estaba desnuda.

Ella soltó un susurro.

─ Ahora que cagada te mandaste Marizza.─ relamió sus labios, tratando de aliviarlos de la sequedad, aun sentía su propio sabor a alcohol en ellos, su corazón latía aceleradamente. No era difícil suponer que hicieron para amanecer en una posición tan íntima . Miró hacia atrás, frente a ella, esta vez notando sus diversas ropas revoleadas por el suelo frente a ellos. Sus cejas se fruncieron mientras fragmentos de la noche anterior luchaban a través de su memoria confusa. Recordando haberse frotado en el regazo del rubio. 

"Ahora rómpeme" 

Su boca se entreabrió al escuchar el eco de sus propias palabras, provocando un revuelo en su estómago. Era difícil creer que hubiera pronunciado eso en realidad. Antes de que su mente pudiera evocar más recuerdos explícitos, percibió cómo el brazo que la rodeaba debajo de la manta se tensaba con el despertar del chico. El blanco de sus ojos se amplió al darse cuenta de que tendrían que abordar lo ocurrido; no había escapatoria. Inhaló profundamente antes de deslizar la manta, sorprendida al ver su mano colocada descuidadamente alrededor de su cintura.

Recordó como este se la sostenía horas antes, mientras lo besaba.

"¿Te gusta, Pablo?" 

Apartó el recuerdo y se concentró nuevamente en la tarea que tenía entre manos. Con determinación, Marizza agarró el brazo de Pablo, retirándolo con brusquedad de su torso desnudo y devolviéndolo a su lugar. Un ligero suspiro de alivio escapó de sus labios cuando logró su cometido. Después, desenredó con cuidado sus piernas y se puso de pie, agradecida de que él aún no hubiera despertado.

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⏰ Última actualización: Apr 15 ⏰

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amo dejarte así. | pablizzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora