dos.

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No pudo articular ninguna palabra más pues Marizza ya estaba devorando sus labios con desesperación otra vez, estaba perplejo, no sabía que hacer ni pensar aun así en ningún momento hizo el intento de alejarla. No había suavidad ni delicadeza en aquel beso, solo había necesidad.

Su pelvis rozo con la de ella, debido a la fricción Marizza sintió algo duro debajo de ella, Pablo se retorció por el contacto, pero ella quería más, la chica empujo sutilmente sus caderas contra él, estimulando por encima del pantalón el miembro del chico, cuando vio que soltaba un suave gemido de sus labios, sonrió complacida.

─ No hagas eso, por favor. ─ insistió un parte racional muy escaza que quedaba en él, la colorada solo lo miro con burla.

─ ¿Te gusta, Pablo? ─ ella continúo meciéndose encima de él alimentando su ya creciente erección, el rubio gimió y a pesar de sus palabras sostuvo a la chica de las caderas para no moverla del contacto. Quizás fue el tono más grave con el cual menciono su nombre el que lo hizo perder la cordura. Lo único en lo que se concentró su mente plenamente era en las mejillas de Marizza, los gemidos de ella, la forma en como pronunciaba su nombre en súplica por más atención y los pequeños saltitos que daba, rozando su gran trasero contra su miembro mientras el acariciaba su fina cintura.

Esta vez fue Pablo quién unió sus labios en otro beso profundo, Marizza jadeo sorprendida por la iniciativa en medio del beso y el rubio mordió suavemente su labio, vengándose por lo anterior devolviéndole el gesto. Su lengua inmediatamente pasó de sus labios a los de ella, contaminando su boca de la manera más perversa. Ella, sin aliento, se alejó del acalorado beso para hacer una sola petición ─ Cógeme, Pablo.

A la mierda su parte racional, esa pequeña parte sobria de él de antes ya no estaba porque tan pronto como las palabras salieron de sus labios, sus manos estaban sacándole la pollera a la chica, al terminar de desabotonar la pollera la lanzo por cualquiera lado de la habitación, sus besos empezaron a abrirse paso en su pecho.

Una vez que Pablo aventó su top, sus manos agarraron la parte posterior de su cabeza, enredándose en su desorden de rizos y animándolo a seguir. Con una sola mano, le desabrochó el corpiño rosa claro y liberó sus pechos de su confinamiento.

Sintió que su erección se endurecía aún más tan pronto como los dos pequeños pechos se presentaron frente a él. Levantó la vista para encontrarse con su mirada buscando aprobación antes de conectar su boca con uno de sus pezones, chupando suavemente el pico rosado.

Marizza se mordió el labio, conteniendo los ruidos que él estaba provocando en ella. sus manos agarraron su trasero, apretándola aún más cerca antes de arrastrar sus labios para darle a su otro pecho la misma atención total.

─ Pablo. ─se quejó, demasiado perdida en la mezcla de alcohol y hormonas como para importarle que fuera el nombre del chico que solía hacerse el machito bardeandola, el mismo que le daba ganas de cagarlo a bifes.

Sus manos agarraron la translucida playera que él adornaba, desesperada por deshacerse de él lo más rápido posible. Tan pronto como se lo quitó, lo arrojó detrás de ellos, aliviada de encontrarlo tan sin nada como ella. Sus palmas acariciaron su pecho desnudo sintiendo sus escalofríos y ásperas vibraciones que lo hacían temblar, el reconectaba sus labios hinchados a los de ella. Marizza gimió en su boca por la sensación que le traía su suave roce y la forma en que sus manos sentían acariciar sus suaves muslos.

El cuarto tenía un aura helada al cual no parecía afectarles en lo absoluto. Se quejaría del frío si no le encantarán los escalofríos de excitación que provocaban en la suave piel del contrario. ─ Tócame. ─murmuró contra sus labios antes de descender a su cuello.

amo dejarte así. | pablizzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora