Capítulo 10: Entre Sonrisas y Silencios

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Mientras la primavera comenzaba a florecer, Andrés se encontraba sumergido en el torbellino de la temporada de trabajos universitarios. Las exigencias académicas se acumulaban, y el estrés lo envolvía como una sombra persistente. A pesar de sus esfuerzos por mantener una actitud positiva, la presión empezaba a pesarle más de lo que quería admitir.

Con cada día que pasaba, Andrés se encontraba más inmerso en su rutina agotadora. Pasaba largas horas en la biblioteca de la universidad, trabajando en proyectos y preparándose para los exámenes finales. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos por mantenerse al día con sus responsabilidades académicas, el peso del estrés seguía presente en su mente.

En su cuarto, donde pasaba la mayoría de sus horas de estudio, reinaba un orden aparente. Los estantes estaban llenos de libros y apuntes cuidadosamente organizados, y una pequeña pizarra colgaba en la pared, llena de recordatorios y fechas límite. Sin embargo, detrás de esa fachada de orden, el caos se cernía sobre él, reflejando su estado mental agitado.

En una esquina de la habitación, una pequeña estantería albergaba una colección de películas y recuerdos de su infancia, proporcionándole un respiro ocasional del abrumador mundo académico. Una fotografía enmarcada de su familia sonreía desde el escritorio, recordándole los lazos que lo mantenían unido a pesar de la distancia emocional que sentía.

La foto mostraba a Andrés con una sonrisa radiante, rodeado por sus padres y su hermana mayor. Detrás de ellos, el sol brillaba en un día de verano, iluminando sus rostros con una calidez reconfortante. Aunque la imagen capturaba un momento de felicidad aparente, Andrés sabía que la realidad era mucho más compleja de lo que mostraba la fotografía.

Mientras tanto, en el mundo digital, su relación con Sara continuaba floreciendo. Cada día, recibía mensajes llenos de amor y apoyo por parte de ella, ofreciéndole palabras de aliento y motivación para enfrentar los desafíos que tenía por delante. Aunque agradecía profundamente su afecto, Andrés se sentía culpable por no poder corresponder con la misma energía y entusiasmo. Muchas veces ni podía responder, o le respondía días después por estar tan ocupado...

Sara, ajena al tormento interno de Andrés, seguía siendo su luz en la oscuridad. Con su habitual ternura y alegría, intentaba levantarle el ánimo con mensajes cursis y bromas ingeniosas. Sin embargo, a medida que pasaban los días, empezaba a notar un cambio en la actitud de Andrés, una sombra de preocupación que oscurecía su sonrisa.

Una tarde, mientras conversaban por videollamada, Sara notó la mirada cansada de Andrés y decidió abordar el tema con delicadeza.

Sara: ¿Estás bien, Andrés? Pareces un poco distraído hoy.

Andrés, tratando de mantener su fachada juguetona, respondió con una sonrisa forzada.

Andrés: Sí, estoy bien, solo un poco cansado por todo el trabajo de la universidad. Pero no te preocupes, princesa, estoy bien.

Sara frunció el ceño ligeramente, percibiendo la tensión en la voz de Andrés.

Sara: Estoy aquí para ti, sabes. Puedes contarme si algo te está molestando.

Andrés se sintió tentado a abrirse y compartir sus preocupaciones con Sara, pero la idea de preocuparla o molestarla lo hizo retroceder.

Andrés: Gracias, cariño, lo aprecio. Pero en serio, no es nada importante. Solo estoy un poco estresado por los trabajos de la universidad. Ya pasará.

A pesar de su intento por tranquilizarla, Sara no pudo evitar sentirse inquieta por la respuesta evasiva de Andrés. Sabía que algo no estaba bien, pero no quería presionarlo demasiado.

Sara: Bueno, si necesitas hablar en algún momento, sabes dónde encontrarme. Estoy aquí para ti, siempre.

Andrés asintió con gratitud, prometiendo a sí mismo que encontraría una manera de enfrentar sus problemas sin preocupar a Sara. Sin embargo, en lo más profundo de su corazón, sabía que no podía ocultar su verdadera angustia para siempre.

Mientras tanto, en su casa, Andrés luchaba por mantener una fachada de normalidad ante su familia. A pesar de los esfuerzos de sus padres por mantener una relación cercana con él, Andrés se sentía distante y desconectado, incapaz de confiar lo suficiente en ellos como para compartir sus verdaderos sentimientos.

La presión de ocultar su dolor detrás de una sonrisa juguetona se hacía cada vez más abrumadora, pero Andrés sabía que tenía que mantenerse fuerte, al menos por ahora. Sin embargo, en lo más profundo de su corazón, anhelaba la libertad de ser él mismo, sin miedo al juicio o la desaprobación de los demás.

Y así, entre sonrisas y silencios, Andrés continuaba su lucha interna, navegando por las turbulentas aguas del estrés y la ansiedad mientras buscaba desesperadamente una salida a la oscuridad que amenazaba con consumirlo.

Un Amor Nacido en DirectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora