Parte 2

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.....A la mañana siguiente, Martín se levantó en la arena: estaba solo.

Los primeros días sin Briseida, los pasó buscando entretenimiento en la playa, ya fuera dibujando o fumando en la cabaña. Sin embargo, tras unas semanas se dio cuenta de que aquel lugar solamente provocaba que el hueco de Briseida fuera cada vez más evidente, así que decidió que el siguiente paso debía ser abandonar aquel lugar. Comenzó a alquilar una habitación al capitán, que le acogió encantado, a la vez que le dio libertad para entrar en su estudio y completar su formación en navegación.

Para no extrañar al capitán con el fin de sus visitas nocturnas a la playa, le dijo que la muchacha con la que se reunía cada noche había tenido que marcharse por una temporada a cuidar a unos familiares. El capitán que aun teniendo cariño al chico, era ambicioso, no tardó mucho en intentar emparejarle con alguna de las hijas de algún rico de la zona. Martín, al principio disimuló interés para no disgustar al capitán, pero al final hizo a este saber el enfado que le causaban dichas proposiciones. Pasado un tiempo, el capitán dejo de insistir ante las negativas.

Pasados seis meses y tras meditarlo un tiempo, decidió proponer al capitán una expedición. Era larga y arriesgada, pero de llevarse a cabo podría darles grandes cantidades de dinero. Martín quería salir de una vez de ese pueblo.

—Es un suicidio—murmuró el capitán—. Pero esta última aventura podría jubilarnos a ambos. Si lo que dices es cierto podremos formar una empresa de verdad, e incluso comprar otro barco con lo que tengo ahorrado.

El capitán dio varias vueltas a su despacho mientras decía en alto todo lo que se le venía a la cabeza. Martín conocía las rutas que harían la travesía lo más segura posible de tormentas o piratas. Sabía que Briseida se había preocupado en enseñarle vías seguras para evitar que muriera en el próximo viaje. Sentado en ese despacho, sonrió unos segundos pensando que ella era la primera persona que de verdad había cuidado de él. Su breve recuerdo se vio interrumpido por una carcajada del capitán. Martín, sorprendido dijo:

—¿Y bien?

—Recuerdo cuando te saqué de esa ratonera en la que te criabas: aún en tus pésimas condiciones, viniste pidiéndome trabajo, prometiendo que el primero sería sin cobrar. Eso es lo que me gusta de ti, que intentaste ganarte mi confianza a cambio de nada ese día. Y Martín, lo conseguiste. Hagamos ese viaje.

Tras un mes reuniendo la tripulación, estaban listos para zarpar. Martín decidió pasar su última noche antes de partir en la casa de la playa, sin poder ya apenas reconocer aquel lugar. No sabía muy bien cómo interpretar esa despedida, pero solamente esperaba que al regresar Briseida regresara al final.

Martín agradeció la sensación de reencontrarse con el mar. La tripulación era ya parte de su familia, y disfrutaba de la compañía de esos hombres. Todos habían aceptado sin dudar la propuesta de Martín, al que ya respetaban tanto como al mismo capitán.

Las primeras paradas del viaje fueron según lo planeado, y consiguieron hacer buenos negocios en los puertos de África. El plan de Martín era empezar vendiendo productos básicos en esos lugares para después poder comprar sedas y productos exóticos que poder colocar por Europa. Con las rutas de Briseida, hicieron los viajes de forma segura, y veloz.

Los hombres estaban encantados, y pasaban las noches en los burdeles locales. Las mujeres de aquellos lugares volvían locos a los hombres de ese barco, incluido el capitán. Solamente dos personas permanecían a bordo del navío: Martín y Tomás, el anciano que le ayudó en el reto de las conchas.

En esas noches de soledad, Martín y Tomás intercambiaban impresiones sobre sus compañeros.

—Como no controlen su entrepierna, volverán la mitad vivos a casa—dijo Tomás dando un sorbo a la bebida.

El reto de la sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora