prólogo

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Varias veces, el pensamiento de Pablo viajaba por ahí, tratando de borrar el saber en dónde se encontraba sentado. Estaba en una esquina del campo de juego, viendo fijo el pasto húmedo debajo suyo. El dolor de su tobillo se hacía cada vez peor, hasta incluso insoportable, pero no quería moverse, no quería ver a nadie, menos a Martín, quien debía estar molesto, o hasta incluso decepcionado de él. Solo buscaba hacer las cosas de la mejor forma posible, no sabía que eso iba a suceder, y si era sabido, ni siquiera hubiera asistido al partido, hubiera fingido una lesión.

Levantó su mirada unos segundos, tomándose a varios hombres de camiseta roja saltando y festejando con su gente. Si tan solo no hubiese fallado... las esperanzas aún seguirían intactas. Trataba de convencerse que no fue culpa suya, pero era imposible.

Nuevamente sentía los bordes de sus ojos picar, lágrimas amenazaban con salir. Miraba fijo el sueño. No quería verse débil en frente de sus compañeros, menos en la vista de todos los hinchas.

— ¿Pablo?

Aquella voz se sentía lejos, como un eco que provenía de su propia mente, la cual trataba de distraerse hasta con el pasar de una mosca, tratando de no pensar en lo anteriormente sucedido en la cancha.

— ¡Solari!

Su cuerpo dió un brinco al escuchar su apellido tan cerca suyo. Sin darse cuenta, las lágrimas habían empezado a brotar a borbotones de sus ojos. Se encontraba en un punto que todas sus emociones se habían bloqueado por completo, pero aún sentía un vacío en el pecho horrible.

Maia hizo una mueca. Sabía que le dolía. Fue horroroso para él haber caído justo en el que tal vez, hubiera sido un penal definitivo. El pasarla allí atrás, con su padre de los nervios de punta, fue aún peor. Al ser el penal anulado, pudo ver como pinola se tomaba la cabeza, mientras que Martin, no decía nada, solo veía serio hacia la cancha, pero sabía que temía por el futuro de ese partido...

La rubia rodeó el cuello del mayor con sus brazos, acercándolo a su pecho de forma suave, sin presionarlo, pero la sorprendió con la facilidad que se dejó hacer; se notaba que estaba mal. No se conocían, recién había aparecido en su vida en el último entrenamiento antes de enfrentarse a Nacional, pero lo que había estado demostrando, lo sorprendió verdaderamente.

— Tranquilo, ¿sí? Yo estoy acá, no va a pasar nada...









































— Tranquilo, ¿sí? Yo estoy acá, no va a pasar nada

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.        ( 📮 )     ── prólogo ...

ni me gustó mucho, pero bueno
hasta acá el pequeño prólogo que
les da un poco a entender la falta
de confianza de Pablo en si mismo,
y la ayuda que empieza a brindarle
maia en eso.

no se olviden de votar así puedo
saber si les gusta.

besos! 💋

mai, pablo solariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora