Tenían la posibilidad de salir del país para irse de vacaciones, pero le habían dado a elegir a Maia a dónde irse este año, estaba indecisa, pero una foto de Instagram hizo que tomara su última desicion, Pinamar.
La playa era hermosa, no estaba demasiado poblada de gente, pero era un lugar lindo para pasar el tiempo en familia.
Habían salido hace apenas dos horas de su hogar, dejando atrás capital de Buenos Aires así reencontrarse con aquellas costas que hace mucho no visitaban.
Maia escuchaba música por sus auriculares, mirando la ventana, y contemplando como poco a poco el sol se iba escondiendo detrás de la cordillera, dándole paso a las estrellas junto a la luna al cielo, inundandose de un color morado y negro. Sonrió. Emma se encontraba apoyada en el hombro de su hermana mayor, por el quinto sueño, babeando levemente su buzo marrón oscuro.
Bastián se removía incómodo en su asiento, sin poder pegar un ojo, miraba constantemente hacia adelante, con la esperanza de que algún edificio o algo por el estilo apareciese.
— Pa, ¿cuándo llegamos a una estación de servicio? Ya tengo el culo cuadrado. — se quejó.
Evangelina chasqueo la lengua, mirando por el espejo retrovisor a su hijo, fulminandolo con la mirada. Martín solo río, pero al ver la mala cara de su mujer, volvió a tener su expresión seria.
— Falta una hora por lo menos, Tian.
Nuevamente se quejó, alzando un poco su cadera hacia adelante, quedando semi-recostado sobre el asiento. Se cruzó de brazos, algo incómodo por estar tanto tiempo arriba del auto. Quería correr por ahí o perseguir palomas, era una costumbre boluda que tenía cada que salía.
Lola jugaba con su teléfono, en medio de los tres hermanos. Tenía el celular apoyado en sus rodillas, mientras trataba de que no la maten en roblox, pero al perder la conexión de internet, puteó internamente, no quería que su madre la cague a pedos; era la más sensible de los tres.
— Mai, hermanita querida de mi alma. — dijo con una sonrisita inocente, mientras retiraba los auriculares de sus oídos, llamó la atención de la mayor — Vos de casualidad, digo, no sé...
— ¿Qué me vas a pedir?
— ¿Me podés cargar datos? — le hizo ojitos.
— Ay Dios, bueno, pendeja.
Al llegar al hotel, Martín y Bastián dejaban las cosas encima de la cama matrimonial, dónde dormirían los padres de los cuatro. Era bastante grande dónde se alojarían, de lujo si se podría denominar así; eran dos cuartos, uno con una cama matrimonial bastante grande y otro con cuatro cama para los hijos de los dos mayores. Doa baños, uno en cada habitación.
Maia miraba fascinada. A pesar de tener que compartir habitación con sus hermanos, era espaciosa, podría mantenerse cuerda por lo menos.
Emma ordenaba sus cosas y un par de juguetes, mientras que los otros dos hermanos, peleaban para ver quién entraba primero al baño. Rodó los ojos. Quería entrar también, pero debería esperar; Bastián tardaba bastante allí adentro.
— ¡Cortenla! — tiró un almohada a la cabeza de los dos menores, quienes estaban agarrándome del pelo. — Dios, pendejos chiquitos parecen.
— ¡Pero!
— Pero nada, que pase primero Bastián que es el que más tarda y después vos, dale. — señaló con la cabeza para que entre a la habitación.
El chico le sacó la lengua, y cuando estaba a punto de volver a golpearlo, cerró la puerta en su cara. La menor soltó un quejido, yendo hacia su cama, algo cansada, aunque no podría dormir demasiado, dentro de un rato irían hacia la playa y no quería perderse de eso.
— No entiendo por qué se pelean para bañarse, total, en un rato nos vamos y se van a chivar el doble. — se encogió de hombros.
— Vos porque estás acostumbrada a tu olor a culo, Mai. — retrucó la menor.
— Ahora le digo a mamá que anduviste puteando por el jueguito ese. — amenazó, amagando a irse hacia la habitación de sus padres.
— ¡Era joda!
Maia caminaba por allí, buscando un lugar libre. Ya toda su familia se había sentado en las reposeras, ni un espacio le habían dejado, bueno, había llegado tarde por prepararse, obviamente la iban a dejar parada.
Una de las reposeras logró desocuparse ya que Bastián había ido corriendo hasta el agua, no entendía cómo tenía tanta energía. Tomó asiendo, bajando un poco el short color amarillo, dejando un poco más visible su cadera. Evangelina ladeó un poco su cabeza, mirando con una sonrisita a su hija.
— Estás hermosa como siempre, vida. — le brindó una sonrisa.
— Gracias ma. — sonrió, sacando su teléfono del bolsillo trasero del short. — ¿Me sacas una foto, porfa?
La mayor asintió. Tomó el teléfono de la rubia y le indicó de qué forma posar. Aunque no se dedicara a eso, Evangelina siempre había sido algo fan de sacar fotos, y aprovechando de la belleza heredara de su hija, aún más.
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