THREE

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—Ponte en tus putas rodillas, Kat. Simón lo ordena.

Sus moretones increparon, pero no quería darle otra razón para golpearla. Sus rodillas retozaban en tanto cautelosamente hacia lo que su jugador le ordenaba.

No le pareció extraño que aquel hombre la eligiera. Cuando llegó al Kínder Gottes, era uno de esos hombres que la saludaba cuando abría la puerta, pero luego no volvía a ponerle las manos encima. En aquel entonces, todo lo que hacía era sentarse con la polla en una mano mientras con la otra le indicaba que se quitara la ropa e hiciera otras cosas.

El hombre quería que moviera la pelvis adelante y atrás mientras él se masturbaba cada vez con más fuerza. Quería que ella ladrara como un perro que él había tenido una vez. Mientras tanto, se meneaba la polla, que iba adquiriendo un tono más rosado cada vez, hasta que se echaba hacia atrás en el sillón y dejaba que su fluido blanco se derramara sobre el tapizado de polipiel.

Y eso era todo.

Pero a medida que el tiempo avanzaba, algo advirtió a Kat. Él había cambiado.

No pudo recordar con exactitud cuando había pasado de no tocarla a azotarla con látigos y cadenas. Era el epítome de un cobarde asqueroso y sin voluntad que
la mantuvo en línea con la violencia.

No era el hombre que solo observaba.

Era un torturador.

Un asesino.

Todo se detuvo cuando le mostró las fotos de lo que le pasó a su última chica.

Muerta.

Él la mató.

Sin embargo, mientras le envolvía otra cuerda alrededor de su cuerpo para sujetarla, le murmuró que no terminaría igual que aquella chica.

«Realmente eres el juguete más apreciado de Benjamín, Katy» Le había dicho.

Era una conclusión horrorosa.

Katie odiaba cada maldito segundo, pero odiaba más despertarse. Al menos dormida, ella tenía algo de libertad. Libre para estar afuera otra vez. Reír de nuevo. Correr lejos, muy muy lejos.

—Tenemos algo que celebrar. ¿No estás de acuerdo? —Caminó a su alrededor con su barbilla en alto—. Dos años de tu servicio conmigo, querida. Puedo imaginar a tu tierna edad que es la relación más larga que hayas tenido.

Su labio superior se contrajo de disgusto cuando bajó la mirada a la alfombra. Desafortunadamente, él vio su insulto facial.

Su puño golpeó un lado de su cabeza.

—¡Joder, no me des esa actitud, Katy! No en nuestro aniversario.

Cayó de lado, sacudiéndose las palpitantes estrellas, obligando a su cuerpo a ponerse de rodillas antes de que le diera una patada para recuperar su postura.

Se pasó la mano por el cabello rubio y puntiagudo.

—Necesito respuestas, Kat. Háblame.

Era la única cosa que no podían obtener de ella. Si le hablaban, miraba fijamente una pared. Si la empujaban a la cama, cerraba su mente. Si la golpeaban, se enroscaba con fuerza alrededor de su alma y se aferraba hasta que terminaban. Ellos podían contaminarla, abusar de ella, e incluso llevarla hasta el borde del discurso a través del estrangulamiento o cortándole la garganta, pero Katie nunca les daría lo que más querían.

Su voz.

—¿Sabes qué cosa especial he planeado esta noche?

Su corazón se enroscó en su caparazón ante el pensamiento. Kat negó con la cabeza en sumisión.

SIMÓN DICE [KHT] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora