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JUNGKOOK

No tengo que buscar su perfil en Instagram, porque nunca lo cierro.

Siempre está abierto en mi portátil, con su imagen angelical probablemente grabada a fuego en la pantalla. He memorizado todas y cada una de las fotos que ha publicado, hasta los pequeños pelos sueltos alrededor de las sienes, la posición de los dedos y la cantidad de escote que muestra.

Min Yoongi es mi maldita obsesión.

La primera y última que tendré.

Y anoche fue al cine.

Los celos me abrazan la piel como un filete crudo echado en una sartén. La sensación es tan impía que me echo hacia atrás en la silla con un silbido, los puños golpean la mesa y hacen tambalear el portátil. No importa que Yoongi solo haya ido a ver una película con unos amigos: yo no estaba ahí. No estaba ahí para sentarme en las sombras y protegerlo, porque tenía un maldito partido de béisbol. Últimamente siempre tengo un partido, pero mi mente ya nunca está en el deporte. Está en él. Dónde está, con quién está, qué lleva puesto y cómo voy a destrozarlo cuando por fin estalle. Estoy tan distraído con mis pensamientos desquiciados que mis entrenadores empiezan a susurrar sobre ello cuando creen que no me doy cuenta.

Eso no es bueno. Estoy becado.

Este es mi último año para ser seleccionado por las grandes ligas.

Pero desde que mi mejor amigo de la universidad me presentó a su hermano menor, el pequeño señorito Min Yoongi, me he estado quemando vivo. Antes de que empezara la temporada esta primavera, mis noches consistían en seguir a mi objetivo de primer año desde su dormitorio hasta la biblioteca, pasando por las fiestas en las que fingía encontrármelo. Oh, él se reía, mi hermano mayor honorario está aquí. Mientras tanto, yo le decía a todos los hombres de la fiesta que él les estaba prohibido.

Solo siendo un buen hermano mayor honorario, ¿verdad?

Cuidando del hermano pequeño de mi mejor amigo.

Error. Si algún hombre aparte de mí le pone un dedo encima, lo desmantelaré miembro por miembro. Asesinato. Es algo de lo que nunca esperé ser capaz. Jamás. Siempre me he considerado un deportista normal y corriente. Salí con chicos toda mi vida, pero nunca me encariñé con ninguno. Siempre he sido despreocupado. Lo único que me importaba era el béisbol. Llegar a profesional.

En el momento en que Yoongi entró en mi vida, todo cambió.

Es casi como si hubiera alterado mi estructura psicológica.

Ya no soy normal. Soy...

Un acosador.

Lo acecho. Entro en su dormitorio con una capucha y una mascarilla quirúrgica solo para poder pasar mis dedos por su cajón de bragas. Me acuesto donde duerme. Le escribo cartas. Le envío correos electrónicos anónimos, informándole de que si sale con otro hombre, pintaré el campus con su sangre. ¿De qué otra forma se supone que debo decírselo? ¿En persona?

No.

Es el hermano pequeño de mi mejor amigo. Y no creo que ese hecho por sí solo sea suficiente para detenerme cuando necesito tanto a un chico. Pero estas no son circunstancias normales. Soy su acosador. Lo he estado siguiendo durante siete meses, tomándole fotos...

OBSESSIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora