Mi Omega

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Era un miércoles por la mañana y no un miércoles cualquiera. La jornada de San Valentín era sin duda alguna uno de los días más caóticos en el restaurante, por lo que Changbin estaba un poco más entusiasmado de lo usual.

Tener su propia cocina gourmet era un sueño que había podido cumplir gracias a la motivación de sus socios, un local de fama mundial que se llenaba a tope cada noche. En ocasiones como estas, llegaban a habilitar el doble de mesas para permitir a más comensales vivir la experiencia de deleitarse con los sabores de 3-RACHA.

Conoció a Chan y Jisung cuando competían por ser el mejor cocinero de su generación en la Academias culinaria Totsuki, una de las más prestigiosas de toda Asia. Al graduarse, recorrieron el mundo por separado, buscando su identidad y sus propios sabores. Cuando volvieron a reunirse, estaban dispuestos a arrasar con la fusión de sus esencias plasmadas en la cocina.

Sin duda estaba viviendo uno de los mejores momentos de su vida, absolutamente estaba en la cúspide de su carrera profesional. Habría sido una noche exitosa de no ser por un detalle.

<< ¡¡¡OMEGA!!!

El grito eufórico de su lobo interior lo alertó inmediatamente. El restaurante aún estaba cerrado al público, no sentía aroma diferente alguno. Todas eran notas ya conocidas, los ayudantes de cocina, los garzones, el personal de aseo. 

¿Acaso el personal de apoyo había llegado? Sabía que faltaba al menos una hora para eso, además, realmente no percibía ninguna esencia diferente a las usuales.

A sus veintiocho años, su lobo escasamente le había hablado, y realmente jamás le había gritado. Era una situación sorprendentemente inusual. Se devolvió a la calle para corroborar, quizás estaba afuera. 

Su corazón corría acelerado al compás de los saltos de alegría que daba su alfa en su interior.

<< ¡NO! Está adentro, estoy seguro. ¡Entremos ya!

Porque sí, su carrera estaba en la cima. Pero había visto como sus amigos encontraban a sus destinados a corta edad, mientras para él eso seguía pareciendo un cuento de hadas. Una meta fantasiosa e inalcanzable que le recordaba que no podía tener todo en esta vida, que algunas cosas simplemente no las podía controlar.

Sabía que era un alfa, había comprobado y disfrutado el impulso irrefrenable del celo. Pero tener ese alguien que sólo te pertenece a ti, sentir que le perteneces a otro ser. Añoraba profundamente sentirlo, a pesar de que jamás lo había experimentado.

Por mucho tiempo pensó que estaba bien. Mal que mal su gran amigo, Chan, incluso siendo mayor que él, tampoco había encontrado a su destinado. Al menos hasta tan solo unos meses atrás, cuando debieron contratar un nuevo host y conocieron a un omega pecoso que literalmente saltó sobre su socio para reclamarlo como su alfa. 

Le daba esperanza. Quizás su momento llegaría pronto, quizás había llegado.

Se dejó llevar hasta la oficina administrativa, avanzando como si sus piernas tuvieran vida propia. Sin embargo, fue capaz de detenerse antes de entrar.

<< ¡Al fin!... ¡¿Qué haces?! ¡¿Por qué te miras en el celular?!

<< Tenía que revisar no tener nada en los dientes, no sé, estoy nervioso.

<< ¡Sólo abre esa maldita puerta! ¡Apúrate!

En efecto, abrió la puerta de la oficina que compartía con sus colegas y lo encontró, una sonrisa indescriptible se posó en sus labios. Sentía que su cuerpo intentaba moverse junto con su lobo que saltaba feliz, a pesar de que intentaba ser discreto. Su interior rogaba para que su omega fuera tan resuelto como Felix con Chan y simplemente se avalanzara sobre él.

Mi beta, especial San ValentinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora