CHAPTER THREE

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Al verlo alejarse de esa forma, no pudo evitar voltear a mirar a Seo—Jun. Este tenía su ojos gatunos puestos en ella, y aun después de conocerlo toda una vida, seguía poniéndole los pelos de punta.

Se veía mucho más mayor, como a punto de graduarse.

Se veía perfecto. Quiso pensar, pero se veía mejor que antes, mucho mejor. Aun así, ya no sentía las ganas de perseguirlo, no como antes. Así que solo regreso su mirada enfrente, dejándolo confundido.

Vio como Su—Ah coqueteaba con su novio, así que tuvo razón. Mientras que Ju—Kyung se tapaba el rostro con vergüenza, la miro divertida y se acercó al ver que pedía auxilio a alguien invisible.

—No los conozco de nada y me dan nauseas.— murmuro arrodillándose a un lado de su nueva amiga, ella la miro con una sonrisa y casi la abrazaba

—¡Me alegra que hayas llegado, Seong—Jin!

—Estoy solo a dos puestos de distancia.— le sonrió tranquila

Un estruendo retumbó detrás de ellas y vio como un grupo de muchachos golpeaban el puesto de Seo—Jun. Las cejas de la Yoon se hundieron preocupadas.

—Oye, Han Seo—Jun. Tenías que avisarme cuando regresaras.— le dijo con seriedad el más grande

El chico le pegó a su mesa cansino, se levantó mirándolo con flojera, para luego salir con ellos. Seong—Jin miro como se iba asustada, ¿y recuerdan cuando dijo que ya no le daban ganas de perseguirlo? Bueno, esto era una excepción.

Se disculpó con Ju—Kyung y fue de hurtadillas detrás del grupo de muchachos, no sabía que haría si se estaban dando puños, a penas y Su—Ho y Seo—Jun le habían enseñado unas cosas. Esperaba acordarse.

Vio como llegaban a un callejón y se asomó levemente detrás de una pared, escuchó su conversación.

—Oye, hermano. Hoy es un lindo día para morir.

Hizo una mueca por la terrible frase.

—Mírense, parecen porristas. ¿Creen que son delincuentes?

—¿Que? ¿Te crees muy rudo? Anda, golpéame. ¡Hazlo!

Que conversación tan boba. Aun así, seguía escuchando.

—¡Oye, Kim Cho—Rong! Has llevado tu estulticia muy lejos.

¿Que clase de palabra era esa?

Entonces los otros chicos explotaron de la risa, dejando aun más confundida a Seong—Jin.

—No se quien te dijo que la gente normal hablaba así.—- se burló quien sería Cho—Rong

—Agh, ya cállense, idiotas. ¿Cuanto tiempo más quieren que haga el ridículo?

—Oye, amigo.— le exclamo uno— Admite que te encanta.

—Si, si, si. ¿Que tal todo?— una sonrisa de dientes blancos se instauró en el rostro de Seo—Jun, dándole a entender que solo habían hecho una escena en el salón

Se quiso golpear al ver como había venido para nada y como seguía rescatando al tonto que le gustaba, para su lamento. Y se marchó de regreso a la institución negando varias veces.













.  .  .








Por fin era hora del almuerzo, y Seong—Jin estaba jugando con su comida. Aun no dimensionaba que estaba en una escuela cuando a estas horas seguiría en pijama, y aun más que a unos metros de ella estaban quienes fueron su mundo en algún punto.

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