Cuando eres la perfecta definición de la omega imperfecta, pierdes todo pensamiento positivo de algún día encontrar el amor de tu vida.
Myoui Mina tiene veinte años, un hijo de tres y un lazo roto debido a su ingenuidad.
¿Qué alfa querría encargar...
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—¡Chaeyoung! Chaeyoung, ¿Estás escuchándome?
Despegué mis ojos de la laptop cuando observé el rostro de Tzuyu tan cerca que de un cabezazo seguramente podía romperle la nariz. Me alejé para evitar hacerlo y aunque siempre me había enojado cuando me sacaban de mis momentos de concentración, no quería que iniciáramos ninguna pelea. Mi familia ya estaba cansada con nuestros arrebatos y de tener que arreglar mi oficina por como la dejábamos después de eso.
Tzuyu es mi mejor amiga desde que estuve iniciando la secundaria. Ella era una alfa como yo, sin embargo, de algún modo logramos encajar después de molernos a golpes un par de veces. No es que me queje, así eran las clases debido al constante deseo por ser mejor que todos tus compañeros de tu género. Tzuyu y yo comprendimos que no había necesidad de llegar eso, hemos sido amigas desde entonces y aunque cuando no compartimos pensamiento, podemos morirnos a los golpes, nunca pasa de eso, aquí el que gana la pelea, tiene razón. Fin de la historia.
Mi familia la contrató para que sea como mi ayudante, mi mano derecha. Ellos se la pasaba la mayor parte de sus años viajando y todo lo que fuera en Corea quedaba en mis manos, así que me trasladaron a su oficina hace un año. No me quejo, es mucho más grande que la anterior. Ser la única heredera de una de las compañías más conocidas a nivel nacional e internacional puede ser algo de demasiado estrés para cualquiera. Yo que nací en esa cuna de oro, ya estaba completamente acostumbrada y sabía cuándo permitirme vagar e ignorar el trabajo, y cuando no.
Por ejemplo, cuando recogía o llevaba a Mina, ahí me podía permitir ignorar el trabajo solo para después esforzarme el doble. No dejaría que todo se me junte como aquel jueves donde las cosas se salieron de mis manos. Aún me hervía la sangre de solo pensar que no acabé con ese desgraciado.
—Tzuyu, ¿Exactamente a donde les gusta ir a los niños de tres años?
—¿Qué? ¿Cómo voy a saber yo eso?
—No lo sabes, perfecto. Entonces deja de joder y permite que la máquina me responda.
Ella rodó los ojos y se sentó en la silla corrediza frente a la mía, separados por mi gran escritorio. Continué buscando entre las páginas las actividades favoritas de pequeños de esa edad, aunque todas las opciones que me daban me parecían tan cliché que quise hasta mandarle mi carta a los usuarios de aquel inútil foro para que se vayan a la misma mierda con sus respuestas tan obvias e inútiles.
Es importante agradarle a Taehyung. No es que tuviera experiencia en niños o en cortejos, pero Mina amaba a su hijo y si realmente deseaba llegar a algo con ella, necesitaba poder agradarle a lo más importante en su vida, esa bolita con piernas y brazos que responde al nombre de Taehyung.
Sonreí al recordar aquel día que lo conocí, ese temor que creció en mi pecho cuando Mina me abrió parte de su vida y me contó su historia, pero por sobre todo, recordé esas ganas que tuve de seguirla apenas tres minutos después de que se fue. Yo no iba a renunciar a mi omega solamente por un pasado oscuro, no sería igual que cualquiera, porque necesitaba a Mina en mi vida tanto como necesitaba respirar. Así es, he oído de estas historias tantas veces, pero jamás creí vivir una.