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UN DESCONOCIDO PECULIAR

UN DESCONOCIDO PECULIAR

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NARRADOR OMNISCIENTE

— ¡Te tengo!– se escucho una voz suave, pero no tanto como para ser de una mujer. — ten más cuidado pequeñín– dijo mientras lo colocaba de pie con cuidado.

¿Que si tenía miedo? Claro que tenía, su niñera le ha dicho que no hable con desconocidos, pero este desconocido lo ayudó, y Tubbo puede ser todo menos maleducado.

Decidido se da le vuelta, levanta la cabeza con los ojos cerrados, imaginado ver a una persona con pinta de mala muerte, pero no lo juzguen, él solo convive con su cuidadora y una que otra vez con sus padres, y al escuchar como su madre le cuenta que si se aleja demasiado lo pueden raptar, le provoca un miedo inmenso.

Pero le han enseñado que no puede ser maleducado con los que te extienden la mano, abre los ojos con miedo, pero la imagen que tienen en frente lo deja un poco descolocado. — Gracias– dice nervioso, pero ya no por miedo, sino apenado por pensar cosas erróneas.

Un joven de tez clara, cabello azabache un poco más arriba de los hombros, ojos cafés oscuros, su rostro con lunares esparcidos por doquier y con pequeñas pecas como si le hubieran salpicado pintura con un pincel. Llevaba un gorro que cubría gran parte de su cabello, una playera blanca y un overol azul, decorado con pines de colores.

—¿no te lastimaste?– pregunta el mayor

Vergüenza, le queda corto a lo que siente —no... estoy bien– responde sin mirarlo a la cara, en su cabeza ya está muerto de pena — amm gracias por atraparme.

Un pequeña risita emite el otro —no todos los días se ve a un niño volar hasta el suelo– a este punto el niño estaba rojo— ey, no tienes de que avergonzarte, todos nos hemos caído alguna vez.– esto provoca le provoca duda al menor.

—¿de verdad un adulto se puede caer como un niño?– pregunta el menor con curiosidad.

— Por supuesto que si, incluso yo– responde con una gran sonrisa— yo de chiquito era un cabron y por eso me caía a cada rato– le confesó.

A pesar de no entender muy bien la expresión que utilizó, el niño rio por el comentario.

—y bien pequeñín, ¿por qué parecerías que estabas en un show de espías?, ¿estabas jugando con tus amigos?– las preguntas provocaron que el semblante del infante cambiara. Lo que sembró preocupación al joven del gorro.

Le miro a los ojos para poder contestar
—no...yo– fallando en el intento, retira la mirada hacia un lado—...no, no estábamos jugando– el muchacho le presta más interés a sus palabras, "pues si no estaban jugando, ¿qué estabas haciendo?" Pregunta que se quedó en la garganta del mayor, porque el niño volvió a hablar— estaba huyendo de ellos...–dice inseguro ya que muchas veces los ha acusado, pero jamás le creen, Alan es un niño ejemplar ante los adulto y él un simple niño de papi y mami que busca la atención de los demás. Y como si eso fuera poco, los adultos de su alrededor piensan que Alan y él son muy buenos amigos me quieren lastimar, otra vez...–termina con un susurro, casi inaudible, es como si lo dijera para sí mismo.

El niñeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora