2. Se te borró la sonrisa

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Nuevo capítuloooo! Voy a subir uno nuevo cada Domingo. Esta vez lo prometo <3

(Mi pesadilla — Morat, Andrés Cepeda)

Heather.

Aún recuerdo la primera vez que vi al imbécil que se hace llamar Will Kushner. Fue hace años, sí, pero lo recuerdo como si fuera ayer.

En ese entonces yo iba en mi último año de prepa, y los de mi escuela hicieron una fiesta de inicio de curso. Estuve la mayor parte de la fiesta con Lisa (¿La recuerdan? Es la que se burló de mí en el auto), pero como ella había ido al baño, aproveché para salir un rato al patio, donde había una piscina.

Creo que ya saben adónde va esta historia.

En el patio, había muchas personas. En serio, muchísimas. Tantas, que tenía que ver por dónde pisaba si no quería caerme a la piscina. En un pequeño tropiezo, choqué con quien más adelante conocería como William el imbécil Kushner, y eso hizo que se cayera a la piscina junto con la chica con la que hablaba.

Cuando ambos salieron de la piscina —mojadisimos—, Kushner y la chica hablaron, ella se alejó de él, algo triste. Y como era de esperarse, el imbécil me echó toda la culpa a mí.

—¡¿Pero qué te pasa?! ¡Ahora mi amiga se fue! ¿Sabes cuánto tiempo llevo queriendo decirle que...? —se interrumpió a sí mismo.

Uuuuuuh.

Parece que Willy está enamorado...

—¿De qué te ríes? —Will me miró con una seriedad muy irónica, sabiendo lo que sé ahora.

—De ti.

Ya me había dado la vuelta, cuando escuché que Will me gritó:

—¡Ya veremos quién ríe después!

No le hice mucho caso.

Minutos más tarde, aprovechando que Lisa estaba hablando con unos amigos, fui a servirme más refresco.

Y para hablar con Olive, que era quien me gustaba en ese entonces, no tiene sentido mentir.

No habíamos hablado más de cuatro veces ese mes, pero a mí me parecía muchísimo. Era increíble, y guapísima. Cabello café oscuro, ojos grandes del mismo color, nariz recta y pequeña, ¡Sus labios! Me moría por besarlos, ¡SU VOZ, CARAJO! Me llamó la atención desde el momento en que escuché su risa. Cuando llegué a la barra, me la encontré casualmente —entre mil setecientas comillas—, decidida a iniciar una conversación con ella.

—Esto...hola, Liv.

—Hola, Heather, ¿te estás divirtiendo? —sonrió, y se le formaron esas arrugas en los ojos que tanto me gustaban.

—¡Sí! Me gustan las fiestas con mucha gente, así puedo platicar con varias personas.

Estaba nerviosísima, pero mejor me tragaba mi orgullo y dignidad —si aún me quedaba— y continuaba hablando con ella.

Y eso hice.

—¿Cómo estás?

—Bien, bien. ¿Y tú?

—Igual, gracias —necesitaba hacer otra pregunta, porque era obvio que ella no iba a decir nada, era demasiado tímida—. Emm...¿Sabes qué hay para tomar?

Sabía perfectamente qué había para tomar, pero me estaba quedando sin opciones.

—Creo que es Coca —le dio un trago al vaso que tenía en la mano—. Sí, es Coca. Hay cerveza por allá, pero no te la recomiendo, ya hay mínimo cincuenta personas cuyas babas están ahí.

El chico que me regaló la luna [NUEVA VERSIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora