El pobre esclavo eligió una pieza y la miró sin saber cómo jugar, o que las piezas de las damas no eran las puestas sobre el tablero, sino que eran las de ajedrez. Sin embargo, no necesitó colocarla en ninguna casilla. Para entonces, Abel ya se había dejado caer nuevamente dormido sobre el tablero, haciendo trizas la pieza del rey con el golpe de su cabeza. Quedó hecha polvo blanco.

El esclavo, con las manos temblorosas, le tocó la tez y al notarla fría comenzó a gritar como loco que se había muerto. Entonces los demás le taparon la boca.

Ante lo visto Thomas, el esclavo más viejo, encargado de la cocina, subió y llamó a la puerta de la habitación donde Dereck se encontraba. Entró.

—¿Qué le has hecho al amo para hacerle perder tanta energía ?

Derek había visto irse a Abel de la habitación mientras soportaba la rabieta que hacía, todos eran iguales y no lograba entender completamente como es que Jeremy justificaba cada acto del rubio, sus manos heridas, su delgadez y su palidez. Se dio la vuelta al instante cuando uno de los sirvientes lo llamó, lo miró confundido para después bajar con este a ver a su nuevo amo. Nuevamente se encontraba dormido. La cuestión se presentó en Dereck: ¿Debía darle sangre para despertarlo?

Según ese libro extraño solo podía extraerla por sus colmillos, por lo que no sabía cómo hacer que la tomara en ese estado.

El pecoso cargó sobre su espalda al rubio para después subir a la habitación y dejarlo en la cama. Es ahí donde cerró la puerta tras él y miró atentamente al fenómeno que debía atender. ¿Estaría muerto?¿Muerto como se decía en esos libros?¿Y como se movía sin sangre pasando por sus venas?

La noche de la muerte de Jeremy, la cosa delante de él estaba mordiendo el cuello de su amigo. No sabía si sugerir la misma área. Era una mala idea ofrecer sus manos o brazos si su trabajo consistiría en trabajos manuales, por lo que descubrió su hombro.

— Señor, despierte. —Le indicó, ayudándolo a despertarse para posteriormente guiarlo hacia su hombro. —Muerda, por favor. ¿Necesita la sangre, no? No lo piense tanto, si es que se sobrepasa como esa noche, pues le jalaré el cabello hasta dejarlo calvo si es necesario. No le puedo ofrecer mis brazos y manos porque con eso trabajaré, así que solo beba del cuello o de otra área menos mis brazos y piernas. Tampoco sé si sea recomendable que beba de mi sangre por mi estado de salud. Eso lo dejo a su criterio.

Abel se despertó nada más escuchar la palabra sangre. Por un momento pensó que simplemente continuaba soñando, por lo que acercó los colmillos al cuello desnudo, agarrando la camisa de su empleado con fuerza para acercarse a él. Todo apuntaba que lo iba a morder, hasta que lo apartó bruscamente.

—No puedo permitírtelo. Te ordeno que te apartes. Ahora mismo. —Su voz sonó adormecida, como era de esperar. —No sabes lo que duele.

Aquella última frase fue con doble sentido, le dolía el no beber teniendo algo tan apetitoso tan cerca, le dolía el cuerpo entero, pero sobre todo la garganta y el pecho. Pero a la vez, también quiso decirlo para que el contrario supiera que en el lugar de la víctima, pese a poder llegar a sentir placer, dolía hasta poder hacerle perder el conocimiento.

Abel agachó la cabeza y maldijo.

—Estás enfermo, no quiero hacerte esto. —Dijo.

Dereck lo miraba confundido. ¿Dolerá? Tal vez estaba exagerando desde la debilidad de los ricos, no creía que podía doler más que un latigazo, una paliza o una quemadura.

— ¿Entonces hay otra forma en la que pueda consumirla? Está débil, señor. Además, no pagó lo que pagó por mí por las puras. ¿No cree? —Comentó Dereck exhausto para después suspirar y mirar con seriedad al hombre delante de él. —Sus criados andan preocupados. ¿Quiere preocuparlos aún más? Si tanto lo necesita, pues tómelo, Jeremy no se sacrificó por nada por usted. Si quiere hacer que la muerte de mi amigo haya valido la pena, entonces manténgase sano.

Dijo Dereck volviéndose a acercar con cuidado para después mirar la mesa de noche y buscar en el cajón de esta. De este, sacó un abrecartas al cual quitó la funda. Miró a Abel pensativo; en realidad podía aprovechar para vengar a su amigo.

Tal vez clavarle el arma en su mano y terminar con su miserable vida. Sin embargo, solo se quedó analizando el arma para después mirar su propio brazo.

—¿Es necesario que la obtenga por sus colmillos, cierto? —Preguntó con curiosidad mientras miraba el abrecartas y lo acercaba lentamente a un lado de su brazo. —Podría generarme una herida y usted beber de esta. No sé, tal vez recolectar mi sangre en un recipiente lo ayude a controlarse. Soy un esclavo sano, por algo era el más eficiente del señor Johns. Además, como dijiste... Es un sacrificio necesario, si no fuera yo, pues serian mujeres o niños. Así nos ve... Como cerdos ¿Por qué sé muestra misericordioso ahora?

Abel suspiró. En su linaje, hacer lo que Dereck pretendía era visto como la prostitución, un dato que no explicaría a su esclavo. Al parecer para sus antepasados, si aquél que era mordido lo era contra su voluntad, continuaba siendo un ser puro.

—Oye. Está bien. No puedo usar esa caja —Respondió Abel — No puedo alimentarme de sangre que haya pasado por un periodo de descomposición. Debe ser directamente del recipiente humano. No quiero entrar en mucho detalle. Si te muerdo, se te va a curar la herida y no quedarán cicatrices.

Al mirar a Dereck, veía algo diferente. No veía a un esclavo, ni a un joven terco, sino alguien que poseía un aura especial. Lo había visto desde el primer día. Quizá, si no hubiera sido así no se hubiera enamorado de él al instante de beber su sangre.

Abel lo olió tratando de ser discreto al principio. Dereck aún sujetaba el abrecartas, pero sabía que pronto se le caería de las manos si lo mordía. Abrió la boca, esos filosos colmillos salieron a la luz. Su apariencia cambió en segundos, como una extraña metamorfosis. Se veía más bello en todos los sentidos, pero más escalofriante.

El aroma de Dereck lo volvía impulsivo. Lo había tratado de ocultar aquellas veces que lo había tenido cerca, pero aquello había sido una de las más frecuentes cosas que se le habían pasado por la cabeza. Olerlo, solo pensaba en olerlo y clavarle el diente. A demás de pensar en el lío en el que lo había metido.

Comprobó de oída el latido. Pese a todo parecía sano. Abel lo pensó unos instantes y se acercó poco a poco. Entonces, rozó con suavidad sus colmillos contra la piel del esclavo, acabando después de clavarlos con fuerza para hacerlo más rápido, pues no podía esperar más.

Impaciente, antes de beber y sin despegarse para no hacer que la sangre saliese del cuello, Abel tumbó a Dereck contra la cama y le agarró del cabello, al principio con gentileza, después tirando un poco. Entonces, empezó a beber.

Parecía que lo hiciera con rabia, pero no era él, por lo menos el Abel educado de cara al público, era aquél chupasangre sin modales que guardaba en su interior y que de vez en cuando dejaba salir.

Lo disfrutaba, realmente era lo mejor que había probado en el mundo, como una especie de polvo de hada mezclado con la droga más adictiva y sofisticada. Algo imposible de dejar atrás.

Pero, sin embargo... ¿Por qué tenía un regusto tan similar a la brisa de mar? Quizá ese era el ingrediente secreto que tanto lo enloquecía.

Entonces, tras sacar sus colmillos y, en un breve instante de lucidez para asegurarse de que estaba ileso, se detuvo, sorprendido por algo inesperado: aquel que le había cedido su cuerpo poseía la belleza de un ángel. Una paleta de emociones lo invadió, y por un momento suspiró, mirándolo como quien contempla una puesta de sol por primera vez.

Pero ese instante duró tan poco que no tuvo tiempo para pensar en la ética de sus pensamientos.

Guiado por el olor que ya ocupaba toda la habitación, volvió a perder la cordura y mordió donde ya había mordido.

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⏰ Última actualización: Apr 15 ⏰

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