La luna brillaba sobre el cielo. Una magnífica luna de sangre estaba estampada sobre la oscuridad de una noche sin estrellas. Las nubes se habían puesto de acuerdo para marginar cualquier brillo que no fuese causado por la roja luna.
Unas pisadas taciturnas se hicieron eco entre los pasillos de la gran mansión del acantilado. El joven llevaba una venda blanca tapando sus párpados color chocolate. No importaba qué tan oscura fuese la noche, se movía a ciegas por la estancia, recorriendo los largos pasadizos que llevaban de la cocina al salón de invierno.
Manos llenas de quemaduras sujetaban un plato de sopa insípida. No sabía cocinar muy bien, pero llevaba siendo el cocinero desde que tenía uso de razón, manteniéndose vivo gracias a una venda que debía llevar cada vez que salía de su hogar, la cocina. Él dormía y comía allí.
A medida que se acercaba al salón de invierno a esas horas, el sonido de sus pies descalzos empezaba a convertirse en chapoteos. Líquido que calentaba sus pies.
Los cuerpos se tendían empapados alrededor del sendero usado por el joven, formando pilas y pilas de figuras agonizantes, jadeantes, goteantes, algunas gritando por más o por piedad, otras con voz ahogada, perdida. Almas conversando en plena noche. Pero el cocinero sabía tan bien el camino que, pese a no poseer la libertad de ver, nunca tropezaba.
—¡Thomas! Ven aquí, cariño.
Una mujer rubia de cabellos llenos de tirabuzones y belleza excepcional se situaba sentada sobre los cuerpos, completamente desnuda salvo por un precioso collar que sostenía una gema del color de las mareas. El hombre enfrente, vestido como un galán, dibujaba la escena. Marido y mujer, pero con un parentesco innegable. Tanto él como ella, pálidos como si sus cuerpos estuvieran untados de harina, rubios y con el mismo lunar sobre el dorso de la derecha. Manchados de sangre. De mucha sangre.
El cocinero se acercó hacia la mujer, deteniendo su paso tan pronto unas uñas largas rasgaron su barbilla, la cual empezó a sangrar.
—Thomas, cariño —Repitió la mujer —Canta esa canción que tanto me gusta. Canta "Greensleeves".
—Sí, mi estimada señora. —Respondió el cocinero, mientras la sopa temblaba.
Los cuervos graznaban afuera, un repentino golpe de aire chocó contra las ventanas. Un huésped acababa de ingresar a la mansión a través de la ventana de planta alta. Ajeno a todo, el cocinero dio marcha atrás y continuó su camino con la barbilla sangrando.
—Alas, my love, you do me wrong, to cast me off discourteously. — empezó a entonar la canción.
—Antoine, me muero de hambre, mi amor. —La voz de la mujer volvió a sonar.
—For I have loved you well and long. Delighting in your company.
—Oh, mi amada. Tal vez las mujeres escondidas tras las cortinas deseen ofrecerse para ser parte del festín. —Respondió el hombre sosteniendo el pincel
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Brienderich mansion
VampireBrienderich Mansion, conocida también como la "Mansión de la muerte" entre los esclavos, organizará una fiesta para la clase más baja en la cadena alimenticia de la sociedad. Dereck, un pecoso esclavo de una de las haciendas más ricas de Holly Rye...