XVI. Secreto

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No fue un buen verano.

La verdad es que a Jennie no le gustaba mucho esa estación.

Trataba de aparentar que le gustaba el verano, broncearse con el sol, usar ropa corta y divertirse de fiesta en fiesta en vacaciones.

Sin embargo, aunque disfrutara de la playa y la calidez del sol en su piel, siempre le había aterrado estar en bikini.

Recuerda que cuando empezó a arreglarse más, a vestirse bonita y a maquillarse, lo disfrutaba.

Le encantaba ir de compras, combinar colores y probar distintas cremas y pinturas...

Le gustaba sentirse bonita.

Disfrutaba verse en el espejo y ver a la Jennie Kim que ella había creado.

Esa Jennie fuerte, atractiva y segura de sí misma.

De esa forma siempre ganaba la atención de los demás y eso la hacía feliz.

Por primera vez en su vida ella era el foco de interés y no Rosé.

Empezó a obsesionarse con su imagen y ocupaba tanto tiempo en ella que había dejado de lado sus estudios.

Y es que Jennie sabía que no era inteligente, jamás podría ganarle a su prima en ese ámbito.

Así que en lo único que podía sostener su autoestima era en su apariencia.

Todo iba bien hasta que cumplió los doce años.

La pubertad comenzó y ella se dio cuenta que no bastaba solamente un rostro bonito y usar prendas de marcas de renombre.

También debía tener un lindo cuerpo.

Sus amigas empezaron a desarrollarse primero que ella y más de alguna vez Irene le lanzó un comentario cruel por ello.

Sin embargo, eso no fue lo que más la aterró.

Estaba engordando.

Y habían dos factores que podían explicarlo.

La ansiedad por mantener una imagen perfecta la estaba haciendo comer en exceso y su madre la había obligado a empezar a tomar anticonceptivos apenas había tenido la menarquia.

Jennie supone que el hecho de que haya quedado embarazada a corta edad le asustaba y quería evitar que su hija pasara por lo mismo, pese a eso, le incomodaba que su madre pensara que ella ya tenía relaciones sexuales.

Y ese era otro tema que le aterraba.

Cuando hablaba de chicos con sus amigas era siempre la que menos tenía que contar.

Muchas veces mentía diciendo que le atraían algunos de sus compañeros, ya que no quería que sus amigas pensaran que era una rara.

Ya a los trece años por fin su cuerpo parecía desarrollarse, todo mientras hacía ejercicio en casa cada vez que llegaba del instituto.

Recuerda haber escuchado a su abuela comentarle a su madre que era una estupidez que una cría de 13 años se esté matando con ejercicio y que era una superficial.

Tal vez...

Tal vez sea superficial, pero no tenía otra cosa más en la que dar a ver su valor.

No era inteligente.

No era talentosa.

No era graciosa.

No era nada.

No era nada más que una niña de trece años que quería ser bonita.

lucid dreams - jenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora