« Fyodor Dostoyevski
El miedo que la gente ama al luchar con sus propósitos problemas por ellos mismos es algo tan curioso que me resulta absurdo pensar en “¿cómo se les puede salir de las manos?” Si sigues en la cuerda floja no dejes de caminar y no mires abajo, todos te miran esperando que caigas mientras te tambaleas persistentemente hasta que te estrellas contra el suelo y mueres.
La próxima vez que me tambalee fui a caer en el hospital «que tonto y desmeritante» pensé en ese momento.
Pero al mismo tiempo no entendí lo mal que me sentía por dentro, también estaba dañado como ellos, porque en el fondo la fuerza física no importa si no existe una fuerza de voluntad decente.
«Ya estoy cansado de todo y todos» decía a casi diario, el miedo de no llegar a las expectativas me inundaban los primeros días, me sentía un loco más en este lugar, nadie quiere a los locos, ni siquiera su propia familia que «solo buscaba una forma de deshacerse de los que no sirven, como yo».
-Pero los inútiles aún siguen allá afuera, porque la gente no ve en otras sí son útiles a primera vista, si puedes mecanizar procesos les serás útil, pero… solo ganan los que piensan.
-Llegue aquí por pensar. -Le dije a la dulce enfermera ese peculiar día nublado, que de alguna manera parecía una esperanza.
-Los pastores son quienes controlan al rebaño, pero tú eras un lobo que quería todo… apúntate a obtener mucho con tan poco. -Dijo tan fría y paciente como siempre. - Te contaré un secreto. Si yo no estuviera en este lugar los que están bajo mi cuidado no serían tratados de la misma manera y quizás por eso empeoren, quiera o no tengo responsabilidades sobre lo que le pase a mi pequeño rebaño y por eso no podría dejar que fueran débiles. Mi objetivo es que mejoren, así como quiero que tú lo hagas - acarició mi mejilla con dulzura y autoridad - mi oveja favorita.
-No soy una oveja suya - alejé mi mano algo molesto.
-Entonces ¿qué eres?, si estás aquí no eres un pastor.
-Seré su aprendiz.
-¿Y dime qué gano yo aquí? No me sirve de nada tu palabra muchacho.
-Todo el que tenga pulso va a obedecer estando aquí. Haré su trabajo más fácil y usted podrá tener descansos. ¿Le parece? - Extendí mi mano.
-Trato hecho, pero no te expreses de ese modo. - estrechó su mano - Cuida bien tus palabras, las personas pueden ser hechizadas con ellas.
Los siguientes días me esforcé en cumplir la palabra, pero no muchos cooperaron, ¿porque lo harían? No tenían razones realmente para obedecer a alguien desconocido y enfermo.
Un día harto de todo me fijé de reojo como uno de mis compañeros guardaba sus pastillas en un agujero de la pared, eso no era nada inusual en el puesto que casi todo el tiempo lo hacía. Brillante idea que tuve en ese momento.
-¿Me los prestas?- le dije de la nada.
-No entiendo de que más te servirían si no es para irte de este mundo, pero si lo haces creeme que preferiría irme. No quisiera un muerto en mi lista de traumas. Aunque vieras que ya lo pareces.
-Tranquilo, no lo verás y mucho menos en este cuarto, te doy mi palabra.
Después de eso solo fue cuestión de darles a las personas unos motivos para alejarse de su comida y darles una dosis letal.
Mis primeros asesinatos encubiertos por suicidio y tráfico de medicamentos en culpando a mi compañero que claramente nadie le creería, y yo impune baño la tutela de la amable enfermera que me defendería al ser de su rebaño.
La segunda vez que morí por caída fue cuando estaba bajo custodia de un familiar en Ucrania, de nuevo el trabajo me había consumido y mi poco interés por las personas sugirió un estado de alarma en mi
En todo el tiempo que estuve dentro ahí pude ver a la gente tan mal que me sentía afortunado de no ser ellos, pero el ser más fuerte en un lugar donde todos son tan vulnerables podría ser algo de lo que tome ventaja.
«Aunque puede que termine como ellos, sin poder levantarme», de nuevo a los vientos.
-pero qué habría de malo en querer no sentirte como ellos?, el sufrimiento compartido hace que no se sienta eterno.
-¿De qué me hablas?-Dijo un chico albino con rostro manchado en una profunda tristeza que hasta parecía irreal.
-En qué satanizas a los enfermos cuando tú estás aquí en una cama como todos nosotros. Te serviría más tener empatía por los demás de vez en cuando.
Y eso hice. En eso desperté para verlo teniendo una crisis existencial enfrente mío.
Pensé en calmarlo, ¿se habrá sentido traicionado, abandonado o incomprendido?
Fuera de lo que pudiera pensar en ese momento solo pude pensar en querer reconfortarlo sin ser una obligación solo querer que él estuviera bien, como esa enfermera cuidando su rebaño, cuidando que el fuera feliz y fuerte, no para defenderme si no para que crezca fuerte y… libre, podría utilizar su lana que en algún momento puesto para no ocasionar un problema en el.
-El estar a su lado es como una jaula.
-Lo es, pero de ti más nadie seré gracias a la promesa que te hice, pero un día mi corazón dejará de latir así como lo hace al son de tus canciones y chistes sin gracia, ese día espero te sientas libre. No te desesperes pronto se hará realidad tu libertad por completo.
ESTÁS LEYENDO
« Una plena libertad » Fyolai
HumorUna linda casita con jardín, con un final conmovedor, así es la vida de un payaso que se burla de sus desgracias. Pero quisiera está vez ver la libertad de manera sincera. Atte. Nikolai Gogol BSD