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En una pequeña casa de un barrio esclavo del puesto de Vaca Tuerta, un joven hombre se despierta en la mañana, listo para ir a trabajar. Pero antes de eso, revisa a su madre, la ve dormida, le acaricia la mejilla y ella simplemente sigue durmiendo.

-Buen día, madre -le dice con un tono dulce. Se levanta, sale de la habitación y se dirige a la cocina, de donde saca varias hierbas de unos saquitos a su izquierda y las mete en la taza del mortero, donde las muele para crear un té de hierbas medicinales. Luego baja a la vieja bodega. Allí, oscuro y con tablas que rechinan al pisarlas, encuentra en aquel viejo lugar lleno de telarañas además de polvo entre los estantes vacíos un pan en una estantería y un poco de miel, los cuales usaría para el desayuno de su madre.

Luego vuelve a la cocina, enciende la estufa sobre la cual pone a hervir agua para preparar el té en una vieja pava de cobre. Mientras tanto, corta queso y pan, y prepara la taza donde servirá el té para su madre. Cuando termina de hacer todo eso, va hacia la cama de su madre y se sienta un poco con ella. Observa su viejo rostro de color moreno, tan cansado y arrugado, su pelo largo, rizado y canoso de tantos años que lleva a sus espaldas. Al verla, él comienza a llorar, sabiendo que siendo esclavo nunca podría darle una vida mejor. Al escucharlo llorar, su madre, como la madre amorosa que es, despierta y le dice:

-¿Por qué lloras, mi niño?

Él se talla los ojos secándose las lágrimas.

-Por nada, madre -responde.

Ella lo mira y le dice:

-No le ocultes nada a tu madre, dime por qué llorabas.

Él se ríe un poco, aun tallándose un poco las lágrimas, y le dice:

-Mamá, tu vida ha sido dura. Has hecho mucho para que yo viva bien y yo -dice llorando- ¡¡yo no puedo hacer que tu vida sea un poco mejor antes de que!! De que te vayas... -sus últimas palabras las dice tenues y apartando la mirada. Su madre lo mira seriamente y le dice.

-Ven aquí -Laster se acerca a ella y en cuanto está a su alcance, la madre le agarra la oreja y le dice-¡NO ME MATES TODAVÍA, PENDEJO! QUE YO SOY UNA SEÑORITA JOVEN.

El chico con la oreja adolorida le dice:

-Perdón, perdón, pero ¡¡ya suelta mi oreja, por favor!! -dice entre lágrimas.

-No, hasta que aceptes que soy una bella mujer joven -le responde ella.

Él le dice:

-Sí, sí, sí, sí ¡¡sos una bella mujer joven!! ¡¡Pero ya suelta mi oreja, por favor!! -la madre lo mira y le dice.

-Así me gusta -luego de eso, los dos ríen y ella le dice- tranquilo, hijo, vivo feliz.

Su madre le da un beso en la frente y él se levanta de la cama para ir a trabajar. Luego de salir de la habitación, agarra su pico y se va de su casa hacia su trabajo como esclavo de las minas de Petrusco. El Petrusco es un elemento formado por culpa de la magia utilizada por los dioses en la guerra ancestral que ocurrió hace más de 10 mil años cuando una raza rebelde se opuso a la voluntad de los dioses, creando una barrera que protegía la gran ciudad de Lastas, donde Kragg, el dios de la muerte, se sacrificó para destruirla o al menos eso dicen los mitos.

Él sale de su casa, una casa de barro, con unos ladrillos de piedra roídos por el tiempo y unas vigas que sobresalen a los lados y que se encargan de sostener el techo. Al salir, baja la cabeza, echa un suspiro, se levanta, mira al frente y piensa para sí mismo.

-Falta poco, solo unas semanas más -luego de pensar eso, agarra el pico, lo pone sobre su hombro y se va al puesto. No puede llegar tarde, si lo hace, lo azotarán con el látigo enfrente de los demás. Va caminando rápido por la calle de arenilla, la cual es angosta y tiene bastante gente que se dirige al trabajo, tanto mujeres como hombres, todos con un aura poco entusiasta, lo que hace que Laster sienta el ambiente un poco pesado. Entonces, escucha a alguien detrás de él que desentona completamente con el ambiente.

el libertador de lagotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora