XI

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      —rápido falta poco para el toque de queda Bregg, corre, antes que los guardias nos cuelguen, encierren, maten o nos hagan algo peor.
        —entendido, rápido.
        —pero sin magia.
     —entendí—dijo mientras se callaba para recuperar el aliento y correr hacia la casa de Laster.
Corrieron por mucho rato entre las oscuras calles, donde lo único visible sobre los techos iluminados por las pocas velas que algunos podían permitirse además de las imponentes murallas, era el castillo y su reloj, que cada vez estaba más cerca de la marca roja que daba exactamente en las 12, nadie salía fuera cuando la marca hacia sonar la campana por la noche, y el que lo hacía estaba condenado a morir desde que su pie saliera de su puerta.
Ellos seguían corriendo incansables por las calles, con casas revocadas con barro de tono gris, con sus techos de paja, todas iguales, una al lado de la otra, sin identidad ni expresión, como la mayoría de sus dueños, que estaban a punto de dormir, para mañana volver a trabajar en las minas de Petrusco, o hacer telas en las casas de costura.
Seguían corriendo hasta que llegaron a el hogar de Laster, el cual estaba iluminado por la chimenea, y algunas velas, y en cuanto la madre de Laster escucho sus pisadas abrió la puerta para dejarlos pasar.
      —Bregg, Laster volvieron, estoy enojada con ustedes la comida se pudo enfriar, y ni hablar de que llegan sobre las 12—. dijo mientras que al siguiente instante mientras Bregg cerraba la puerta, la gran campana resonaba por vaca tuerta, mientras que el terminaba de cerrar rápidamente la puerta, al escuchar el sonido de las campanas.
     Mar estaba despertándose sobre la mesa el sonido de la campana lo había despertado, de a poco recobraba su conciencia del mundo de los sueños, volviendo en si y abriendo de a poco los ojos, vio a Laster el cual estaba parado en la puerta todavía hablando con su madre. en cuanto distinguió su figura se despertó rápidamente, y el pequeño niño se levantó en un fugaz movimiento.
     —¡¡¡LASTEEERRR!!!
  —Hola enano, ¿cómo estás? —dijo mientras abría los brazos para recibir al pequeño.
El pequeño Mar se abalanzo sobre el abrazándolo.
     —¿¿cómo estuvo tu reunión con amigos??
     —le quise dar comida al pequeño pero se negaba a comer hasta que llegases—dijo la de Laster mientras acomodaba la hoya de cobre en la estufa a leña para calentar la comida.
     —ey ¿por qué no querías comer enano?
     —te quería esperar, así comíamos juntos—dijo entusiasmado el niño mientras lo llevaba a la mesa de la mano y lo sentaba al lado de él.
     —¿qué cocino mi mama hoy?
     —hizo un estofado de cens, siempre el cens sabe mal, pero estoy seguro que a tu mama le quedo rico.
     —¿te conte la vez que apareció una manada de cens en las cuevas?
     —no, no me lo contaste, cuéntame—dijo con voz entusiasmada el niño.
     —estábamos extrayendo una gran mena de Petrusco que habíamos encontrado cuando de repente encontramos un nido de esos bichos peludos—el niño escuchaba atentamente emocionado.
     mientras que, debes en cuando le preguntaba algo sobre la historia, el le contaba como los peludos y azules bichos salían del nido, y como ellos tuvieron que con sus picos matar a todos los cens a picotazos, puesto que el guardia que los acompaña, no hizo nada, después de todo estaba ahí para que no hicieran nada raro, no para cuidarlos.
Mientras que Laster y Mar hablaban, Bregg hablaba con la madre de Laster.
     —es bueno ver que Mar sonríe mucho más, y que su padre esta sano otra vez, ojalá pronto pueda volver a trabajar.
     —sí, está en cama, mantenerlo es bastante para nosotros, gracias por poner, algunos tickets de tu parte para ayudar en su recuperación—dijo mientras que empezaba a revolver la olla con la cuchara para que no se peguen a el fondo de la olla.
     —¿cómo va tu enfermedad?
     —mejor, solo es un poco de tos ahora, ya no es como antes.
     —me alegra, al ser una enfermedad común Packer no te puede curar.
     —sí, pero ya estoy mejor, y él nos recomendó unas yerbas medicinales, las tomo en la mañana en forma de té, desde que empecé eso estoy mejor.
     —¿no te has vuelto a desmayar?
     —por suerte no, pero aun así Laster me cuida mucho, crie muy bien a ese niño, se preocupa mucho por mí, demasiado a veces.
     —es un buen hombre, lo se, sus ideales son intrincables, nada lo hace moverse de ellos, es totalmente un ejemplo a seguir.
     —si, es increíble como se esfuerza tanto, siempre intenta hacer el bien, y se convirtió en un hermano mayor para Mar, el lo admira, espero que siga sus pasos y se convierta en un gran hombre, al igual que Laster—dijo mientras empezaba a prepararse para sacar la hoya del fuego, arremangándose la túnica que llevaba puesta para que no se quemase, y agarrando un trapo viejo empapado, agarro la olla y la puse sobre la tabla de madera que tenia en la mesa de la cocina, donde sirvió en los tazones aquel preparado, el cual olia no tan mal como suele oler el estofado de cens, y se veía mucho mas apetitoso de lo que suele verse, se veía de color azul con ese raro brillo que tenia y esa aura mágica, que a algunos menos familiarizados los haría vomitar de solo sentirla.
     Dejo los tazones sobre la mesa y de inmediato Bregg agarro uno y empezó a comer casi sin dudar, aunque el olor fuera tan malo el nunca dudaría de su sabor.
     Mar un poco dubitativo agarro la cuchara de madera y se rápidamente se lo comió, y al instante su cara paso de la duda al disfrute de aquel sabor.
     —¡Es increíble señora! Nunca comeré un mejor estofado de cens, nadie sabe cómo hacer que ese sabor desaparezca pero usted sí, ¡¡cocina increíble!!
     —gracias, Mar me alegro que te guste como cocino, si quieres más cuando termines avísame y te sirvo.
     —¡¡sí señora!!—decía mientras seguía comiendo ignorando el olor.
     Laster y Bregg siguieron comiendo mientras miraban felices el cambio del niño, había recuperado el peso, su ropa ya no estaba tan dañada, esa expresión de vacío que solía tener había desaparecido, y había sido remplazada totalmente por una de un niño feliz, una sonrisa que les daba mas ganas de pelear por la libertad y por el futuro de los niños, puesto que para el final de esta revolución, lo más posible es que muchos de ellos no llegasen con vida, por eso debían pelear por los mas chicos, por los niños, para que no sufran el mismo destino que ellos, que trabajan laboriosamente día tras día.
     Los ojos de ambos se llenaron de determinación, liberarían Vaca Tuerta, y luego todo el desierto de Lagot.
     Bregg miro a Laster y Laster a el y sin intercambiar una palabra supieron q quería decirles el otro
“haremos libre el desierto”
     Terminaron de comer, y el niño se quedo con ellos, ayudo a lavar los tazones y Laster se encargo de la olla, luego de eso Mar se quedo a dormir junto a Laster y Bregg en la sala.
     En la bodega, la tierra se estaba desquebrajando y ella se emitia un fuerte color morado oscuro, que clamaba por tener un portador.

el libertador de lagotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora