CHISPAS DE MELANCOLÍA

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Soy prisionero de los recuerdos más sombríos, atrapado en la telaraña de mi propia mente que se niega a liberarlos. Esa noche, cuando mi alma y mi corazón necesitaban desahogarse, me encontré una vez más con la soledad, un eco vacío que resonaba en mi ser. No entendía por qué aún mantenían esperanzas, ilusiones que solo florecían en los confines de mis pensamientos.
Mi motor interno, enfermo de desesperación, comenzó a agitarse lentamente, mientras las lágrimas, transformadas en ríos salados, brotaban y se deslizaban por mi rostro marcado por la melancolía. La muerte, en un gesto compasivo, me abrazó con fuerza, otorgándome un préstamo de su poder: los sueños. Las lágrimas fluían sin cesar, la garganta gritaba en silencio un nombre que resonaba en la penumbra de mi ser.
La insistencia de mi motor enfermo alcanzó tal magnitud que, al suplicar incesantemente el regreso de aquel ser que solo habitaba en mis pensamientos, se quedó dormido por el dolor. En ese letargo, las lágrimas persistían sin secarse, y mi ser se sumía en la oscura rendición ante la implacable realidad.
Inadvertidamente, mi corazón tétrico y desolado sucumbió a una dependencia emocional que se tejió sigilosamente. Sin percatarme, ella se apoderó de mi ser, arrebatándome el corazón y robándome los pensamientos. Se convirtió en la dueña del amor profundo que yacía en lo más recóndito de mi ser, desmantelando cada barrera que, en un intento por protegerme, yo mismo había erigido.
Sus caricias, delicadas y profundas, derribaban los muros que había construido. Desbloqueó los sellos que durante mucho tiempo habían mantenido encerradas mis emociones. Sin darme cuenta, ella me brindó el cariño y la atención que mi tétrica infancia tanto anhelaba, resucitando al niño que, en un intento de supervivencia, había sepultado en lo más profundo de mi ser.
Mi amor por ella era tan profundo que tomé la dolorosa decisión de apartarme de su lado, deseando que encontrara al amor de su vida, a pesar de saber que, en ese proceso, estaba dejando ir al mío. Mi presencia en su vida fue un regalo, un capítulo donde le enseñé la esencia del amor incondicional, brindándole un afecto que trascendía las fronteras de lo convencional.

Ella, a su vez, llegó a mi existencia para impartirme una lección invaluable: el amor propio. Su entrada en mi vida fue como un faro que iluminó los rincones más oscuros de mi ser, revelándome la importancia de cuidar y amar a uno mismo. En ese intercambio de experiencias, ambos descubrimos dimensiones más profundas del amor, cada uno dejando una huella imborrable en el corazón del otro.

🫀: ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para dejar de amar a una persona?
🧠: Jamás lo dejarás de hacer.
🫀: ¿Entonces por qué me pide que renuncie?
🧠: Porque tienes que aprender a vivir con ello
🫀: Pero duele mucho...
🧠: Lo sé, pero es el precio que tienes que pagar por haber amado.

El dolor que deja el fin de un amor es abrumador, como un torrente que arrastra consigo los pedazos de un corazón roto. Amar, en su esencia, es costoso. No en términos económicos, sino en la profunda vulnerabilidad y apertura que exige. Amar bonito es como sumergirse en un deporte de riesgo, emocionante pero inquietante. Saber que, al entregarse, uno se expone a la posibilidad de ser destrozado, hace que el amor sea un lujo preciado y, a la vez, un desafío que pone a prueba nuestra fortaleza.

No puedo negar que te amé verdaderamente. Odiarte sería despreciar una parte de mí mismo. El "hubiera" no existe, y aunque no puedo cambiar el pasado, tampoco puedo negar lo que siento. Extraño cada pedazo de ti, anhelando que fueras la última persona en mi vida. Teníamos planes, sueños compartidos, pero las circunstancias no siempre se alinean con nuestros deseos, y eso duele profundamente. Te amé, y verte partir reabrió todas las heridas que alguna vez sanaste en mí. Te perdoné, consciente de que tu intención no era herirme. Nos amamos sin entender del todo cómo hacerlo, nos besamos sin ser expertos, nos tomamos de la mano sin saber a dónde nos llevaría el destino. Estábamos confundidos, heridos, solos, pero juntos encontramos consuelo.

Han pasado innumerables noches y puestas de sol desde que te fuiste, pero el tiempo no ha logrado borrar tu presencia en mis recuerdos. Te cuelas en mis pensamientos, donde siempre permaneciste. Recuerdo todo lo que construimos y dejamos ir: lo que pudimos ser, lo que sentimos y olvidamos. Las miradas que brillaban con el encuentro de nuestras pupilas, las caricias que mi piel aún anhela, las fotos que duelen al verlas. A pesar de la distancia, siempre recordaré lo que fuimos y lo que pudimos ser, sin importar a dónde vayas o con quién estés.

En nuestra historia, recuerdo cómo bromeábamos sobre quién amaba más al otro
HE GANADO

"HASTA PRONTO"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora