★𝕰𝖑𝖑𝖆 quería saber que era tener una vida normal. Trece años bajo las garras de Hydra.
No había escapatoria. Sabía que toda su vida estría amarrada a las cadenas de Hydra; aunque escapara nada cambiaría.
o...
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DICEN QUE A LA EDAD de dos o tres años, no recuerdas mucho de tu infancia, y si lo haces solo son recuerdos borrosos; casi nada claros y es casi imposible recordar eso con exactitud.
Pero en el caso de Idara, el recuerdo de como llego a las manos de HYDRA es vivido y muy claro.
Ella tenía tan solo tres años de edad cuando uno de los agentes de Hydra la encontró.
Era de noche y llovía a cántaros, por suerte en el callejón en dónde ella se escondía había una lámina arriba que era casi como un techo. Ella estaba escondida en una caja notablemente grande, mientras fuera de la caja a su alrededor había más cajas de cartón de diferentes tamaños.
Ella, cuando salía trataba de no pisar alguna caja, esto era para que nadie se diera cuenta de que todas la cajas estaban aplastadas mientras que dónde ella se refugiaba estaba en buen estado.
Escucho como un auto se estacionaba de golpe fuera del callejón, por el sonido de la llanta derrapando se sobre el suelo húmedo del pavimento.
Trato de no hacer ruido, mientras pegaba más sus piernas a su pecho, intentando hacerse pequeña.
Después escucho pasos, firmes y pesados acercarse, se escuchaba como revisaban las cajas que estaban fuera y regadas por doquier. Y de pronto vio la luz de la luna y sintió como las gotas de la lluvia caían sobre su cabeza.
Miro hacia arriba encontrándose a un hombre, tenía el cabello corto y barba, la veía sin ninguna expresión en su rostro.
—La encontré—.
Tomó a la niña en brazos y salieron del callejón, para después entrar a una camioneta grande y negra.
¿Porque el hombre le hablo a su muñeca?.
¿A dónde la llevaban?.
¿Un nuevo hogar?.
El viaje duró más de lo esperado. Haciendo que se quedará dormida aún en los brazos de aquel hombre.
Despertó horas después gracias a que sintió el movimiento de alguien levantarla. Y entraron a lo que parecía ser un especie de búnker.
Un señor algo calvo los recibió con una sonrisa de satisfacción y más que nada de triunfo.
—Varon Strucker, está es la niña— señaló a la pequeña aún en sus brazos.
—Oh, es preciosa— se la quito de las manos al hombre— serás mi mayor proyecto, pequeña Idara.