¿Es enserio?

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El sonido de las conversaciones animadas y los pasos apresurados llenaba los pasillos de la escuela, pero para Giyuu, todo parecía estar envuelto en un velo de confusión y duda. Sus pasos eran lentos y pesados mientras caminaba hacia su siguiente clase, su mente aún atormentada por la confesión inesperada que había recibido.


A medida que se adentraba en el ajetreo y el bullicio del pasillo, los recuerdos del encuentro con aquel peli-plata lo asaltaban una y otra vez. La imagen de esa persona cerca de él, con una expresión seria pero firme, mientras pronunciaba esas simples e impactantes palabras: 


"Me gustas". 

Giyuu sacudió la cabeza, como si pudiera despejar los pensamientos intrusivos de su mente. Entró en el aula y se deslizó en su asiento, tratando de enfocarse en la lección que el profesor estaba dando. Sin embargo, sus ojos permanecían fijos en el escritorio frente a él, su mente aún dando vueltas en círculos mientras trataba de entender lo que había sucedido. Un suspiro escapó de sus labios mientras escuchaba las palabras del profesor, pero sus pensamientos seguían en otra parte. La confesión lo había tomado completamente por sorpresa, dejándolo con una mezcla de emociones difíciles de procesar.

Por un lado, se sentía halagado por la confesión. Era algo que nunca había experimentado antes, y le daba un atisbo de esperanza de que tal vez, solo tal vez, no estuviera solo después de todo. Pero por otro lado, una sensación de incredulidad lo consumía. ¿Cómo era posible que alguien realmente tuviera sentimientos por él?

La campana sonó, indicando el final de la clase, pero Giyuu apenas se movió de su asiento. Se sentía como si estuviera atrapado en un torbellino de emociones, sin saber qué pensar ni qué hacer al respecto. Cuando el aula comenzó a vaciarse y sus compañeros de clase salieron, mientras que, el azabache, permaneció sentado en su lugar, perdido en sus pensamientos. ¿Qué debería hacer ahora? ¿Cómo debería responder a la confesión?

- ¡Basta, dime qué te pasa! - Interrumpió Kocho entre sus pensamientos - Estás así desde que entraste a clase, ni me hablaste, ¿Qué pasó allá afuera? - Le preguntó al ver a su amigo más callado - ¿Qué te hizo Salami? ¿Te amenazó? Si es así, iré a partirle a su madre.

- Se me confesó - Tiró al aire, dejando a una pelinegra en shock.

- ¡Oh Dios! - Exclamó feliz - Entonces, ¿Ahora son pareja? - Preguntó feliz por su amigo - Pero mirate, que galán, pensé que ibas a morir solo.

- No, no, aún no somos nada, dijo que lo pensará - Explicó - No le respondí y pues eso dijo - La pelinegra solo se dispuso a mirarlo - Es que no pienso que sea en serio.

- Entonces, pregúntaselo, no te sientas mal, puede que de verdad sienta algo por ti.

Y como si fuera arte de magia, ahí estaba él, Sanemi frente a la entrada del aula, mirando fijamente al azabache, caminó hacia el dúo, visualizando la cara de nervios y sorpresa del pelinegro, mientras que la azabache simplemente quieta miraba en un costado.

- Quiero hablar contigo - Dijo mirando a Tomioka - A solas - Refiriéndose a Shinobu.

- Claro, claro, tomense su tiempo, Tomioka, te espero abajo - Dijo tomando sus cosas, se acercó a su amigo, le susurró un "Buena suerte" y se fue.

Tomioka veía como su amiga desaparecía de aquel casi vacío lugar, volteo a mirar al contrario quien estaba con la cabeza abajo.

- Entonces...

- Yo... - Habló por fin, teniendo así la atención del azabache - Quiero que sepas que es en serio - Confesó ahora mirándolo a los ojos determinadamente - No es broma, me gustas, puede que sea inesperado pero es así.

- ¿En serio? - Preguntó, sentía como su pecho se calentaba al igual que su rostro -

- Si - Afirmó con la cara casi igual a un tomate - Por favor, dame una oportunidad - Dijo mirándolo a los ojos, acercándose al pelinegro, mirando sus ojos azules, tomando su rostro, rozando sus labios...besándolo.

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