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Luzu no sabía si esperar a estar seguro de que Rubius ya no regresaría, pero tampoco podía dejar pasar más el tiempo cuando no sabía de Quackity. Tenía la forma de entrar a la casa de Rubius, pues el tonto tenía ventanales jodidamente grandes, era más que conocido el truco para colarse a través de ellos, aunque la mayoría por no decir todos se evitaban el querer joder al oso, pues su mala fama lo perseguía.

Maldijo una vez que estuvo dentro de la blanca casa, en este punto era demasiado tarde echarse para atrás. Si Rubius lo llegara a descubrir, no sabría lo que le pasaría, sólo sabía que no sería nada grato.

Caminó sigilosamente hasta el segundo piso, después de no haber visto ningún rastro de Quackity en la primera planta. Se hallaba un poco perdido a decir verdad, entre tantas puertas y todas iguales no sabía por dónde empezar, temía encontrar cosas desagradables si las abría así sin más. De repente un sonido provino de atrás.

"¿Lusu?" El mencionado suspiró de alivio, solo era Quackity, por un momento creyó... espera.

"¿¡Estás bien!?" Preguntó exaltado, sus ojos abiertos más de lo normal al ver al chico en perfectas condiciones. En este punto debería al menos tener una herida o marcas de quemaduras. No era posible que hubiera pasado tanto rato con Rubius sin salir lastimado.

"Ehh, sí, no es mi mejor momento pero me encuentro bien, gracias" Contestó, confuso por la pregunta, igual no tardó en arquear una de sus cejas en duda "Por cierto, ¿cómo entraste?".

Luzu maldijo mentalmente. Bueno, quizá debería decirle la verdad, mentir no era buena idea.

"Me coleé, no soy el tipo que suele hacer eso pero tenía que asegurarme de que no te hubiera hecho daño, lo siento..." Soltó en un susurro preocupado, mirando directo a los ojos negros ajenos. Totalmente sincero.

"¿Quién me haría daño? ¿Rubius?" Quackity se carcajeó, como si le acabaran de contar la cosa más estúpida y absurda del mundo "Ay, lusu, eres bien chistoso".

"No, escucha Qua-

"¿Por qué mi hermano me haría daño?"

¿Hermano? Eso dejó mudo a Luzu, ¿Rubius y Quackity, hermanos? No podía creerlo, eran tan diferentes, su mente no podía asimilarlo correctamente. Mierda, no supo si saber esto era mejor o peor. Aunque por ahora se sintió más tranquilo al tener la certeza de que Rubius no lastimaría a su propia sangre.

"Oh, menos mal" Fue lo que pudo formular una vez salió de la sorpresa. Quackity lo miró aún con una sonrisa divertida en su rostro. Luzu se sintió avergonzado, la sangre subiendo a sus mejillas.

"Sí, ahora si no te molesta necesito dormir mínimo cinco horas así que..."

"Ah, sí, ya me iba, sólo quería asegurarme de que estuvieses bien" Murmuró eso último con pena.

"Bueno, no hay de qué preocuparse, bobo, puedes irte" Quackity seguía risueño y le dió un golpecito en el hombro a Luzu "Te veo luego, Lusu".

Dicho esto cerró la puerta de su habitación, dispuesto a descansar. Luzu se quedó unos segundos más ahí fuera, viendo la puerta con la mirada perdida aún asimilando la información que acababa de recibir.

¿Cómo un ser tan dulce como Quackity podía ser hermano de la escoria de Rubius? Definitivamente le iba a quitar el sueño esa noche.

Con eso en mente, decidió salir de una vez de esa casa que le provocaba escalofríos, sólo Dios sabría el tipo de cosas que han pasado ahí. Quizá en un futuro convenza a Quackity de mudarse con él, pues aunque ahora se sentía mas tranquilo de saber que no corría peligro real, todavía deseaba mantenerlo un poco lejos de Rubius, aunque sonara un poco egoísta.

Se esforzaría por ello.

Quackity tuvo ese tipo de sueño pesado en el que más que descansar sientes que te agotó las últimas reservas de energía. Cuando despertó se sintió tan cansado, la oscuridad a través de la ventana le confirmó que en realidad había dormido bastante. Se levantó de la cama con un leve mareo que le duró poco, una vez normal salió de la habitación.

"Pato, despertaste, ¿tienes hambre?" Rubius le habló en cuanto lo vió bajar por las escaleras, estaba sentado en el sofá, lentes puestos mientras leía lo que parecía ser el periódico local a simple vista.

Sin embargo, no obtuvo respuesta. En cambio Quackity se acercó lentamente, tomando asiento a su lado, no tardó en acurrucarse restregando su cara sobre el hombro del mayor en busca de alguna caricia. Rubius sonrió con labios cerrados, llevando su mano hasta los cabellos del menor, comenzando a repartir suaves caricias.

"¿Qué pasa, estás malito?" Preguntó con voz suave, aquella que sólo usaba con Quackity, sin ningún apice de malicia.

"Me duele la cabeza y el estómago y el cuerpo y todo" Murmuró Quackity entre quejidos, aferrándose aún más al mayor.

"Voy a ver que te puedo dar" Dijo dispuesto a levantarse a buscar entre sus medicinas. No obstante, Quackity no le permitió esto, subiéndose en sus piernas y escondiendo su rostro entre su cuello.

"Sólo abrázame y me voy a sentir mejor" Soltó tímidamente, sintiendo su cara hervir de la vergüenza. Se sentía como un niño pequeño pidiendo algo como eso, pero la verdad es que solo quería un poco del afecto de su hermano mayor.

Rubius quiso negarse, pero al final no pudo, rodeó la cintura delgada de Quackity entre sus brazos y se mantuvo en silencio. Asimilando si esto estaba bien, dudando sobre este extraño nerviosismo en su sistema que le hacía sudar las palmas de las manos, mientras mentalmente trataba de convencerse que los rápidos latidos de su corazón eran normales.

Estaba al borde del colapso.

"¿Lo recuerdas, verdad?" Habló Quackity, tan bajito que por un momento Rubius se preguntó si de verdad había dicho algo. Pero lo hizo.

"Sí" Contestó Rubius, fue increíble ver como esa simple respuesta marcó un cambio en el ambiente, volviéndose pesado y por extraño que se escuchara, caliente.

Quackity dejó de esconder su rostro y se irguió sobre su cuerpo, ahora derecho vió directo a los ojos de Rubius, una de sus manos acarició su rostro con cariño. Sabía que estaba mal, muy mal ver de la forma en la que estaba viendo a Rubius. Pero era inevitable sentir todo lo que sentía.

Si pudiera, si de verdad pudiera, no lo haría. Pero por más que lo intenta, por más que finge demencia, siempre llega este punto en el que todo termina saliendo a flote. Y Quackity sabe que no es el único al que le pasa esto. Pues los ojos de Rubius le transmiten los mismos sentimientos.

Su propio hermano, ¿cómo podría? Quackity estuvo preguntándose toda su vida aquello, cuestionándose su propia salud mental, estaba jodido. Lo supo en el momento en que sus labios rozaron los de Rubius.

"Joder, no puedo..." Murmuró el mayor, el peso de lo que estaba sucediendo aplastándolo. "Otra vez no, Quackity".

Ser llamado por su nombre era algo que Rubius sólo hacía en momentos serios o cuando lo regañaba. Sin embargo, ya era muy tarde, el pecado ya estaba hecho y dar un paso atrás no cambiaría nada.

"Sí puedes, bésame, Rubius".

Doble Filo | rubckity + luckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora