Ese martes Shotaro entró a la escuela con miedo, sujetaba las correas de su mochila y evitaba hacer contacto visual con quien sea, caminaba con la mirada fija en el piso. El día anterior había provocado una de las vergüenzas más grandes de su vida así que no creía poder volver a ver a Sungchan a la cara nunca más, además de que tenía que evitar a Yuta como diera lugar.Una vez que llegó al salón tomó asiento en la primera fila frente al pizarrón, todavía no se sentía lo suficientemente confiado con el idioma así que normalmente se sentaba enfrente para poder copiar absolutamente todo lo que escribían los profesores, ya después le preguntaba qué significaba a Hina, Shohei o a Yuta. Sacó su libro de ejercicios de caligrafía y se dedicó a realizar algunas páginas y a tratar de memorizar el vocabulario hasta que la campana sonó y la maestra de inglés de su curso entró y comenzó a hablar de algo que Shotaro no comprendía del todo.
Sus cuatro primeras clases pasaron rápido o tal vez él así lo sintió debido a que no quería que la hora del almuerzo iniciara y tuviera que encontrarse con alguno de los dos chicos que estaba intentando evitar. En un día normal el saldría de su salón de clases con el bento que le prepara su mamá todas las mañanas e iría a la cafetería a comer con Sungchan pero hacer eso hoy no era una opción, así que Shotaro estaba considerando ir a comer a algún baño y quedarse ahí hasta que la campana volviera a sonar.
Entonces, un rayo de luz iluminó su camino: Na Jaemin, el chico de cabello negro que iba saliendo de su mismo salón. Jaemin era la única persona con la que hablaba dentro de sus clases y cuando tenía que hacer algún trabajo en parejas Jaemin siempre lo integraba en su equipo. Taro tomó su bento, caminó rápido hasta alcanzar a Jaemin, tocó su hombro con un dedito para llamar su atención; este giró y lo vio con una sonrisa.
—Jaemin hyung…
—Ya te he dicho que no me digas hyung, tenemos la misma edad —lo interrumpió y le dedicó una sonrisa.
—Perdón Jaemin —Shotaro hablaba de manera lenta, marcando cada palabra, y en un tono muy bajo—, quiero saber si me das permiso de comer contigo hoy.
El chico volvió a sonreír, no podía evitar pensar en lo tierno que era Shotaro pues a pesar de que Taro era un poco más alto que él, la manera en que hablaba y caminaba le recordaban a la de niño pequeño. Jaemin solo asintió, entrelazó su brazo con el de Taro y comenzó a caminar rumbo a la cafetería mientras comenzaba a hablar sobre su comida favorita. Jaemin no lo soltó en ningún momento y llevó a Shotaro a la fila para poder recoger su bandeja del almuerzo; durante la fila de espera el mayor recargaba su cabeza en el hombro del japonés e incluso lo llegó a abrazar mientras hablaba en su odio de manera lenta y pronunciando cada sílaba de manera correcta para que Taro entendiera todo lo que decía.
Por suerte el hecho de que Jaemin fuera alguien que le gustaba el contacto físico ya había sido asimilado por el más joven. La primera vez que Jaemin lo abrazó se había asustado mucho, de hecho ese mismo día corrió a hablar con Yuta y le contó sobre ese chico raro que lo abrazaba frente a todo el salón, Yuta solo se burló de lo que le contó y le explicó que estaba bien expresar su cariño de manera física pues no era nada malo y que podía disfrutar de un abrazo ya que eso era algo bastante normal así que no debería verse como tabú el hecho de demostrar su afecto en público.
Una vez que Jaemin tuvo su comida los dos chicos caminaron a la mesa en dónde se encontraban los amigos de este. En su camino pudo observar a Yuta comiendo junto a un grupo de tercer año, éste hizo contacto visual con Taro y lo saludo con su mano, también alcanzó a ver como Sungchan lo observaba mientras comía con sus amigos. Shotaro no pasó por alto el hecho de que Sungchan lo miraba feo, tal vez con enojo, decepción o asco, Taro no sabía bien qué era pero lo hizo sentir mal, su corazón se oprimió y sintió sus ojitos acuosos; tenía que comenzar a pensar en otra cosa porque si no se pondría a llorar en medio de la cafetería.
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RUSSIAN ROULETTE
RandomJiSung y ChenLe tenían que realizar una sola tarea: entregar el "Correo de Cupido". ¿Qué podía salir mal?