Suguru Geto

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I follow rivers — Lykke Li

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10 de febrero del 2009


Las manos de Suguru son cálidas, una de ellas acaricia la mía.

Era de noche tarde en la madrugada, las 3 Am para ser exactos. Había sido su idea venir a acampar a la playa. Le gustaba escaparse de vez en cuando, a lugares alejados en donde estuviéramos solo los dos.

Voltee a verlo y sus ojos estaban cerrados, su respiración era tranquila, estaba relajado.

—Deja de mirarme así — dijo aún con los ojos cerrados.

—Así como? — le respondí con una sonrisa en el rostro.

—Fijamente.

Abrió los ojos y volteó la cabeza hacia mi lugar, quedamos frente a frente aun acostados en el colchón inflable, en esta carpa ni tan grande ni tan pequeña. Perfecta para ambos.

—Tu perfil es muy bonito para no mirarlo — las caricias de su mano no pararon. Se quedó callado un tiempo sin dejar de mirarme.

¿Era mi idea o había tensión?
No se, pero me gustaba, mucho.

—Puedo besarte?, quiero besarte — dijo en casi un susurro.

La expresión de su rostro era tranquila. La playa era algo alejada de la ciudad, y no había casi gente, pero igual nos pusimos en un lugar alejado y con privacidad.

—Puedes.

Llevábamos 2 años y medio de relación y aún pedía consentimiento, aún que aveces no lo hacía y actuaba por naturaleza.

Lentamente se acercó a mi hasta quedar encima mío, sin aplastarme. Y me beso, con esa lentitud que lo caracterizaba en estos momentos. era tan delicado cuando se trataba de mi.

Una de sus manos fue a mi cintura para acariciarla lento, llevaba una polera corta y unos shorts cómodos, pues estábamos en la playa.

Mis manos fueron a su sedoso cabello y la otra a su cuello, para acariciarlos lentamente. Estábamos disfrutando el momento.
Solo éramos nosotros dos, en esa cálida carpa, escuchando el océano que estaba al frente... solos.

Y amaba estar sola con el, era relajante.

Lo amo, sus ojos rasgados, su cabello atado, su personalidad encantadora. Simplemente era el hombre que amaba, amo y amare.

Sus besos fueron desde mis labios, pasando por mi mejilla, hasta llegar a mi cuello despejado.

Sus labios eran suaves y sabían lo que hacían. Solo nos dejábamos llevar el uno al otro.

Su mano subió hasta dentro de mi polera, no llevada sostén, bien por el.

Acaricio mi pecho con su mano.

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