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La habitación estaba oscura, la única luz que entraba era la de la luna que se asomaba por la ventana. Satoru había decidido pasar la noche conmigo, ¿quien lo invitó?, el mismo. Mi madre estaba de viaje, mi abuela había enfermado y tuvo que ir a cuidarla, y pues, no tengo papá. Así que estaba sola.
— Quita tu pie de mi cara — Río Satoru, mientras agarraba mi pierna con su pálida mano.
Me reí junto con el. Todo nos daba risa, estábamos más volados que piojos.
Satoru se sacaba sus porros de no se donde. Pero eso era lo que más nos gustaba, claro no lo hacíamos siempre, pero nos gustaba perdernos de vez en cuando. se ponía más cariñoso cuando estaba en las nubes. Ahora estaba sentada en su regazo con ambas piernas a sus lados mientras él me daba pequeños besos en el cuello y mandíbula.
— Mmm — hacía despacio, creo que se estaba calentando. Sus besos me daban cosquillas.
Reí suavemente. Se sentía bien. Cuando estás volada todo se siente más bien. Ahora me sentía rara también. Estaba caliente, los besos y la polera negra ajustada que usaba Satoru no ayudaba.
Es que se veía más atractivo de lo normal, con el pelo desordenado, los ojos relajados. Me daban ganas de sacarle la polera y lamer ese tatuaje de serpiente que tenía en el marcado abdomen. Acariciaba mis muslos y los amasaba a su gusto. Si, si estaba caliente, sentí algo debajo de mi.
— Hay una serpiente abajo de mi — Dije lentamente. A lo que él se rio.
— Así me pones — Dijo ronco.
Nos empezamos a besar, Lentamente, mientras me movía de arriba a abajo. Satoru era Muucho más sensible cuando estaba volado. Mucho. Gemía entre besos, gemía como si estuviéramos acabando y aún no empezábamos.
Metió su lengua a mi boca, era muy imprudente. Sus manos fueron a mi trasero para amasarlo libremente. Solo traía puesta una polera de él que había dejado en mi casa hace tiempo y unas bragas negras.
— Mmm —soltó mis labios para quejarse — no me gusta esto, me estorba.
Se refería a mi polera.
— Puedes hacer lo que quieras con ella— Susurre en su oído. Me sentía perdida, pero Amaba sentirme así con el. El era mi droga.
Sin pensarlo me la saco, mis pezones erectos quedaron al aire. Pero el no dejaría que pasaran frío, los metió en su boca al instante. Era un experto con la lengua, que de algo le sirviera hablar tanto. Seguía moviéndome encima de él, quería más, queríamos más.
Seguía besando, lamiendo y mordiendo mis sensibles pechos. Amaba esa vista, tenerlo debajo de ti, comiéndote las tetas era realmente una bendición. Le saque la polera, también comenzaba a estorbarme.
