I | the master butcher

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"En busca de un tipo bien parecido
entre dieciocho y treinta años para
ser devorado por el carnicero".

Aquellas palabras repasaban una y otra vez en su cabeza, golpeándolo salvajemente como si su cerebro tratase de convencerlo a ceder. Arrugó levemente su nariz, tratando de ignorar aquellas peticiones que su retorcida mente y enfocándose en su trabajo. Bueno, así lo intenta. Sus dedos sostienen el pequeño cigarrillo, llevándoselo a la boca de vez en cuando e ihnalandolo. Su pierna se mueve de arriba hacia abajo en un constante vaivén, una señal de nerviosismo y, quizá, ansiedad. Sus dientes chocan, siseando e insultándose a sí mismo en sus adentros; no solo debía aguantar a idiotas todos los días en su trabajo, sino que ahora él se sentía uno.

Resopló pesadamente, arrojando lo último del cigarro lejos y subiéndose al vehículo policial. Se había hartado de esperar a su compañero de pie, así que tomó lugar en el piloto y tocó la bocina reiteradas veces, captando la atención del ruso a su lejanía. Observó como el peligris se despidió de su pareja, y a regañadientes se acercó al vehículo, sentándose a su lado.

—Trabaja, imbécil.—masculla el jefe, encendiendo la patrulla y comenzando el recorrido habitual por la ciudad.—Deja de andar planchando las bragas de Horacio en el parking.—ante el comentario, Viktor sonrió ladino y suspiró con gracia, obviamente ignorando la anterior exigencia.

—Lo noto tenso, jefe.—comenta el ruso, observando de reojo al nombrado. Las manos contrarias aprietan levemente el volante del coche y rápidamente aflojan, pero ignora el comentario del comisario. O, bueno, eso cree. Su mente solo puede divagar en las posibilidades de aquel anuncio que vió. Seamos sinceros, es el superintendente de la ciudad, jefe de todo el cuerpo policial actual, debería estar investigando a fondo a qué se debía dicho aviso. Sin embargo, se encontraba haciendo todo lo contrario.

De cierto modo, la idea lo tentaba en demasía. Una parte de él se carcomía en curiosidad, ¿Carnicero?, ¿Para qué estaría buscando a un joven entre esas edades? Bueno, él ya se suponía lo que podía estar inquiriendo aquel desconocido. ¿Cuántos años tendría?, ¿Cómo se vería? Carajo, no podía más con la ansiedad. Pero, ahora, en ese momento, no podía permitirse curiosear; era el jefe y estaba en servicio, a punto de atender un atraco.

Tal vez, podría dedicarse al trabajo de oficina después de eso.

Y eso hizo. Tal como lo pensó, había acabado aquel atraco en no más de diez minutos con la persecución, dándole la orden directa al comisario de procesar a los asaltantes y que luego patrullase con otra persona (estaba al cien por ciento seguro que el rusky elegiría a su pareja, pero poco le importó). Caminó hasta su despacho, encontrando una hilera de civiles vociferando sus denuncias, oficiales escuchándolos sin prestarles atención e, incluso, varios de ellos ignorando por completo el revuelo dentro de la comisaría. Pero, estaba tan concentrado en los morbidos pensamientos que lo atolondraban, otro día tendría tiempo de regañar a los agentes y echar a patadas a los molestos civiles.

Suspiró, dejándose caer en su silla. El silencio reinó durante minutos eternos, sumergiéndose en la penumbra que a este acompañaba e inundando sus fosas nasales en aquel humo que tanto lo relajaba. Bueno, él nunca estaba relajado. ¿Realmente estaba por hacerlo? Está bien, la curiosidad era más fuerte que cualquier pensamiento de autocrítica o raciocinio. Tomó su móvil, encendiéndolo y observando la pantalla varios segundos. Dudó, pero su cordura se había desbordado. Anotó el número que se encontraba en el anuncio, clickeando para llamar al desconocido, colocándose el teléfono en su oreja y dándole otra calada a su cigarrillo.

Mientras oía el pitido del móvil cada cierto tiempo, sus ojos releeían una y otra vez las palabras del anuncio, analizandolo. Quizá había algún tipo lunático que se hacía llamar Carnicero, y que únicamente buscaba presas para tener relaciones. Devorar podía ser usado en ese sentido, ¿Verdad? Devorar a alguien en un sexo desenfrenado. Ya ni siquiera las excusas eran buenas, había agotado todo recurso. Y cuando estaba a punto de colgar, pues creyó no tener éxito con la llamada y llegando a la conclusión de que era una simple broma, alguien contestó.

—¿Diga?—escuchó al otro lado de la línea, deteniendo su corazón por un breve instante. Sin embargo, no se podia permitir el arrepentimiento ahora. La voz sonaba tranquila, como si fuese alguien conocido para él y, a pesar de que, tenía el número en privado. Se enderezó sobre su asiento y subió una de sus piernas sobre la otra, al mismo tiempo que el cigarrillo obtuvo otra calada en sus labios.

Soltó el humo, y habló por fin.—¿Eres el "carnicero"?—inquirió sin más, entrecerrando sus ojos en el medio de la soledad de aquel despacho. Pudo oír un suspiro al otro lado de la línea, fueron varios los segundos en silencio que transcurrieron hasta que el contrario decidió hablar.

¿Estás interesado?—inquirió en respuesta, haciéndole fruncir el ceño (aunque no pudiese verlo) y comenzó a hacer aquel vaivén constante con la pierna nuevamente. Realmente, no sabía qué contestar. ¿Estaba interesado?, ¿De verdad quería ser "devorado"?

—Puede ser.—contestó sin más, apagando el cigarrillo contra el cenicero y relajándose sobre el asiento. Escuchó una leve risa del otro lado y pudo sentir su piel erizarse con solo oír aquella melodía.—Pero antes, quiero que me expliques de qué coño va esto.—exigió, esta vez recibiendo un quejido del contrario. Sin embargo, eso no iba a impedir llegar al fondo de lo que estaba sucediendo.

Busco jóvenes que quieran ser devorados por mi, lo dice claramente.—explicó, percibiendo un áspero tono de burla y obviedad a su vez.

—Hombre, devorar puede significar muchas cosas.—contraataca, levantándose de su asiento y buscando en un gabinete una botella de whisky. Porque, bueno, ser superintendente tenía sus beneficios.—Si lo que quieres es sexo, yo te lo puedo dar, muñeca.—dijo sin más, vertiendo el líquido en un pequeño vaso de vidrio y esperando una respuesta del desconocido.

Escuchó otra risa, esta vez más audible.—Oh, cariño, quiero mucho más que eso.—contestó, con una pizca de sensualidad en sus palabras. Quizá la idea lo había tentado.—¿Qué edad tienes, bonito?—inquirió, a la vez que el jefe policial tomaba un gran sorbo de la bebida y se apoyaba sobre su escritorio.

—Treinta.

Un breve silencio, y luego:—Estás en mi tope, pero supongo que me servirás.—contestó. ¿A qué rayos se refería?—¿Tienes tatuajes?—cuestionó, abrumando aún más al policía.

—¿Eso que tiene que ver?

Hombre, simple curiosidad. Seguramente ella te trajo hasta mi.—razón no le faltaba. Resopló y negó ante la anterior pregunta, obteniendo un suspiro de satisfacción del carnicero.—Eso es... Genial. Entonces, ¿Aceptas ser devorado por mi?

Ya no había lugar para el arrepentimiento.

—Si.






MEIN TEIL | intenabo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora