epílogo parte 1

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dos meses después

Sana despertó cuando un rayo de sol entró entre las cortinas y le cayó directo en los ojos. Aún con mucho sueño y recuerdos fugaces de la noche anterior, se removió entre las sábanas y hundió el rostro en la almohada libre a su lado. El suave perfume de flores le llenó los sentidos, y sonrió débilmente al sentir el rastro de la mujer que amaba.

Muchas cosas habían pasado en dos meses. Sana se había adaptado a la dulce rutina de alternar las noches entre su casa y la de Momo, ser recogida por la mayor en auto del trabajo y recibir flores en la oficina sin motivo alguno. Momo aprovechaba la flexibilidad que su propio trabajo le daba (aunque ya se había graduado de Derecho, en su tiempo en Japón comenzó a trabajar como modelo publicitaria, y a su regreso a Corea una importante agencia la había reclutado y la presentaba como uno de sus principales talentos) para desvivirse en atenciones hacia Sana, gestos que eran bien recibidos y gratamente recompensados en sus momentos a solas.

Luego de muchos años de incertidumbre, Sana sentía paz. La tranquilidad que le daba tener a Momo a su lado era mucho más de lo que alguna vez se imaginó que sería, y sus miedos se esfumaron con el paso de las semanas. Luego de confesar sus sentimientos la una por la otra vivieron dos días en una nube de risas y pasión, hasta que el fin de semana se esfumó y las sesiones de besos y caricias dieron paso a una conversación de una noche entera, en la que abrieron sus corazones pero también expusieron sus temores y dudas. La situación era demasiado perfecta para ser real, y ambas estaban asustadas por lo rápido que se había desarrollado todo. Temían haber idealizado un pasado que tal vez ya no exista, pero Momo le aseguró a Sana que sus sentimientos eran sinceros y que estaba dispuesta a darlo todo para demostrarle que quería algo serio con ella. La menor aceptó, dudosa al principio, y desde ese momento no había un segundo en el que no se sienta la mujer más afortunada del mundo. Momo daba todo de sí para recuperar cada minuto perdido, y dejarle en claro lo mucho que la quería.

Sana cerró los ojos e inhaló profundo nuevamente mientras imaginaba que era el pecho de Momo el lugar sobre el que estaba recostada. Las sábanas blancas combinaban a la perfección con el cuarto, y con el resto del departamento. Momo era una mujer excesivamente ordenada y perfeccionista, por lo que el corazón de Sana se encogía con amor cada que le permitía dejar rastro de ella por su casa. Poco a poco, la menor había trasladado algunas de sus cosas: su pijama favorito, su cepillo de dientes, un imán de refrigeradora, un peluche entre los cojines de la sala, unas polaroids para el espejo de Momo. Cada pequeño detalle era aceptado con una sonrisa y un beso, y Sana se sentía segura y apreciada al ver la apertura de Momo. Sabía que no sólo la estaba aceptando en su casa, sino que también en su vida y en su corazón.

Se puso de pie, alcanzó las pantuflas rosadas que Momo había comprado para ella y caminó hacia la cocina, sin molestarse en vestirse. Llevaba un top gris de tiras delgadas, y sus pequeños pezones destacaban por debajo de la tela. No tenía pantalones, lo único que la cubría era su ropa interior del mismo color. Momo era muy partidaria de tenerla con la menor cantidad de ropa posible en su casa, y nunca fallaba en hacer sentir a Sana cómoda y deseada con sus apreciativas palabras, miradas y manos. 

La cocina estaba perfectamente ordenada, y el desayuno de la castaña estaba preparado sobre la pequeña mesa central. Aunque era sábado y el día anterior habían dormido muy tarde, Momo se había levantado temprano para salir a correr. Sana suspiró al ver que la mayor se había tomado el trabajo de preparar algo para ella y se sentó a comer. A los pocos segundos, como si le leyera la mente, su celular sonó.

—Hola —contestó con las mejillas rojas y una sonrisa en el rostro. A pesar de que ya llevaban dos meses saliendo, no podía evitar actuar como una adolescente enamorada.

teenage dream; samo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora