Intento subir una de las sillas, pero el dolor de mi brazo se hace muy evidente.
El ruido de la madera sobre el suelo hace saltar a Ginny de golpe.
—Será mejor que no levantes nada pesado.
—Tenemos que ordenar.
Digo insistente.
—No pasará nada si no lo haces por una noche Paulina.
Veo con recelo hacia arriba, justo donde de seguro se encuentra Belli.
Ginny suspira apartándome de ahí.
—Sé que tienes miedo, lo sé. Pero debes encontrar la forma de salir de aquí.
—Puede que esté asustada, pero en realidad estoy enojada conmigo misma, yo...
El sonido de unas puertas cerrándose nos hace separar y continuar cada una con su labor.
—Fue una estupenda noche...claro. Si no fuese por tu culpa.
Belli me toma el brazo para que lo vea, pero me zafo alejándome a hacer otra cosa.
—Cada una sabe que debe manejar a los clientes.
Aprieto mis labios, pero no logro aguantarme.
—No fue culpa de nadie. Millones de veces te dijimos para sacar a la gente borracha, pero jamás nos hace caso.
—El cliente siempre tiene la razón.
— ¿Y hasta qué punto? Hasta dejar que hagan lo que quiera de nosotras supongo—inquiero con amargura.
— ¿No es eso lo que te agrada?
Como un balde de agua fría eso logra desestabilizarme. Jamás dejaría que hagan lo que quiera de mí, aunque Belli diga lo contrario. No soy así, pero a veces siento que es verdad.
Me quedo quieta sin mover un pelo. Ginny, quien escuchó toda la situación también optó por el silencio, y agradezco mucho eso.
—Como sea, las copas rotas lo descontaré de tu salario.
—Pe-pero Belli, no me alcanzará...
—Lo hubieses pensado antes de hablarme de esa forma.
Belli cierra la puerta principal detrás de él, y yo que hasta hace un segundo me hice la fuerte, logro derramar algunas lágrimas.
— ¿Ahora qué haré Ginny? Todo el dinero lo tenía contado para pagar el abogado, sino no continuará con mi caso.
—Sabes que no te dejaré sola, solo confía, buscaremos la manera de recaudar dinero.
Ambas estamos en la lona*, económicamente hablando. Por mucho que ambas quisiéramos ayudarnos, cada una transita su dinastía.
—Lo sé, solo espero que la vida nos ilumine pronto.
Me aferro a la idea de que mi destino está marcado, y de que alguna forma todo esto también pasará, y que pronto sentiría mucho más que un gran pesar.
Terminamos de acomodar, cada una en un gran silencio, y luego de cerrar observo a Ginny vacilar.
—Es muy tarde, deja que te lleve.
Amber, su moto, le costaba mucho trabajo mantenerla, y al igual que yo, mi amiga vive muy lejos de la zona más céntricas de Nueva York.
Miro el marcador de su combustible y está al límite.
—No, dejemos a Amber tranquila.
—Lo digo enserio.
—Y yo, no te preocupes Ginny, prometo marcarte cuando llegue.
ESTÁS LEYENDO
NOCHES PÚRPURAS
RomansaEntre vidrios rotos, manchas de alcohol y gente despiadada, Paulina Ringer se esfuerza al máximo por hallar el lado positivo de las cosas, o al menos aparentarlo. A pesar del caos que envuelve su vida y de que su dinero apenas si alcanza para sobrev...