III

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...🌠...

Como skytzal, Caelus nunca presentó grandes dificultades propias de su especie. Tal vez a veces se le escapaba un siseo o un gruñido, tal vez a veces era muy quisquilloso con quiénes podían tocar sus astas, orejas y alas. Tal vez a veces...

Tal vez a veces perdía un poco el control...

— ¡Es peligroso! ¡pe-li-gro-so! ¿En qué idioma te lo explico, Carmín? Sabía desde un principio que no debiste traerlo, te dije que cuando creciera se convertiría en un riesgo para nuestro campamento.

La voz de Prisma sonaba agitada, molesta y, sobretodo, angustiada. Caelus nunca antes la había escuchado de esa manera, ella siempre solía mantener una voz baja y suave como la seda.

— ¡Fue un accidente! ¿Qué es lo que no está claro sobre lo que acabo de decir? Cualquiera que sea sorprendido por la espalda en una situación de vida o muerte, por supuesto que reaccionaría de forma ofensiva o defensiva. —la voz de Carmín no era tan alta como la de Ruru, pero era incluso más filosa y tensa.

— ¡Por supuesto, pero nadie le deja el rostro ensangrentado al otro con un solo arañazo! ¿qué viene después? ¿dejaremos esto pasar hasta que alguien salga terriblemente herido?

Las voces de ambas mujeres se convirtió en un murmullo indistinto para Caelus, quien se sumió en sus pensamientos. Sentado en la arena fuera de esa sección de las tuberías, en el campamento base, Caelus se sentía inmensamente culpable. Cuando llegó al campamento por primera vez, sus rasgos animales no eran nada más sino adorables. Lo único medianamente molesto era el par de colmillos de depredador y las garras en sus manos. Aún así, el mayor daño que causó fueron algunas mantas agujereadas y alguna que otra marca de mordida en los brazos de Rossél, cuando pataleaba para que no le limaran las garritas.

Eso fue cuando era un niño. Caelus ya no era un niño, y aunque había aprendido a controlar sus impulsos animales, aún así... habían situaciones en las que no podía contenerse.

Por ejemplo, esa tarde, unas horas antes de regresar al campamento, estaba acompañando a Carmín y a un pequeño grupo que habían ido a recolectar comida. Mientras cargaban las cajas a través del Cementerio de regreso a la base, sucedió un accidente que, en el efecto mariposa más inesperado, terminó por traer la atención de un krill. Caelus había querido desviar la atención de la criatura, pero Carmín con una sola mirada le instruyó quedarse y esperar a que se fuera.

El problema fue que uno de los miembros del grupo no pudo contener más los nervios y, presa del pánico, corrió fuera del escondite.

Una cosa llevó a la otra... pisadas rápidas por un lado, el rugido del krill sobre sus cabezas, pánico colectivo y Carmín dando la orden de separarse y esconderse. Caelus recuerda borrones y destellos de lo que sucedía a su alrededor, pues su atención se había centrado en el krill y en desviar su atención lejos del grupo.

La bestia se lanzó una vez, en picada y directo hacia Caelus, quien por poco logró esquivar, aunque dándose de lleno contra una piedra. El krill una vez más lo tenía en la mira, Caelus apretó los dientes y por puro instinto gruñó amenazante hacia la criatura, y en ese momento, sintió una mano cerrándose sobre su hombro.

Caelus reaccionó de forma violenta, eligió atacar siendo guiado meramente por su instinto, y se congeló horrorizado cuando el zarpazo que lanzó salpicó sangre.

Brujo de Alas NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora