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Y así pasaron dos meses.

No fue nada sencillo, pero al final, el Reino comenzó a cambiar para un bien mayor.
¿Cómo fue?, bueno, se logró gracias a un dúo que se formó perfectamente para cumplir la misión de la luna.

A la noche siguiente de su encuentro, Chan llevó a Jeongin al palacio, con el afán de presentarlo ante el rey y tratar de razonar con él. Le mostraron el collar para que pudiera creer en la historia, y ganar un poco de confianza para su misión. No funcionó esa misma noche.

Al ver que no iba a ser tan fácil como se creía al principio, decidieron que debían ampliar el plan para que fuera funcionando, esta vez, poco a poco.

El Rey no accedió a su extraña encomienda, pero trató de darle un voto de confianza a Jeongin gracias a las imágenes que mostraba el dije. De ese modo, se le permitió al peli blanco quedarse en el palacio a partir de entonces, con la condición de que sería responsabilidad de Bang. Éste aceptó.

A partir de entonces, pusieron manos a la obra.

Día a día, Chan iba dejando que sus sentimientos salieran de su caparazón a la superficie, comenzando a mostrarle a sus compañeros de caballería y a sus amigos de la Corte que, no por ser más humano, su rendimiento y determinación en su puesto real disminuía. Él seguía siendo el mismo líder hábil, calculador y fuerte de siempre, pero más humano, más abierto al mundo que lo rodeaba. Y los demás, poco a poco, empezaron a ver qué los sentimientos del líder no estaban haciéndolo más débil.

Y noche a noche, Jeongin tomaba el mando en la misión, hablando con la servidumbre, con los príncipes y la princesa del palacio, y por supuesto, dejándole cartas al rey.

Él explicaba que, si no existían el perdón, la empatía, la comprensión, y muchos factores ligados al hecho de sentir, las sociedades caían en el caos de lo inhumano. Les trataba de hacer entender que no era malo sentir, que los humanos, así como los seres mágicos como él, debían dejar que su corazón y mente se conectaran.

Jeongin relató muchas veces su misión, de dónde venía y por qué. Contaba que realmente quería ayudar al Reino de Plata y asegurarse de que existiera un futuro igual de próspero que su presente, pero que no lo lograría solo.

Y así, poco a poco, paso a paso, las cosas comenzaron a cambiar desde adentro.

La servidumbre se empezaba a preocupar por el bienestar de sus "amos", y no solo por realizar las tareas que se les asignaban. La princesa externó su enamoramiento por un chico florista del pueblo, cosa que jamás pensaba confesar ya que "el amor te hace débil".

Los príncipes dejaron de comportarse con exigencias y groserías ante todo, y comenzaron a ser empáticos con la gente que los atendía y ayudaba, incluyendo una mejora en su relación de hermanos. Los miembros de la Corte ahora le pedían lo mismo al rey que, por favor, actuara conforme lo que era mejor para el futuro del Reino, y eliminara todas aquellas reglas que podían llevarlos al fracaso.

Incluso las dos caballerías que poseía el palacio se unieron un día en una huelga frente a la torre donde dormía el monarca. En esta huelga se le pedía fervientemente expeler las normativas de cero sentimientos, no debilidades, y que se les empezara a permitir, tanto a ellos como a los plebeyos, ser más humanos sin ser reprendidos por ello.

Así que sí, no fue fácil el proceso del plan, pero definitivamente, aquel 30 de diciembre fue la recompensa más grande que Chan y Jeongin lograron obtener.

—"Habitantes del Reino de Plata, han sido convocados al centro del pueblo para compartirles este decreto.

A partir de este día, 30 de diciembre, se declara que todos aquellos reglamentos que impedían sentir o abrir el corazón junto a la mente, han sido borrados permanentemente.
Se eliminaron las sanciones, las restricciones, y se vivirá bajo la paz y la empatía que los sentimientos conllevan.

Fin del decreto real"—

Aquello fue anunciado por el mensajero real en el centro del pueblo, en dónde todas las personas estaban presentes para acatar el nuevo decreto del rey. Finalmente, el monarca lo había aceptado, y aunque no lo entendiera del todo, confiaba en que la luna les enviaría más bendiciones si obedecían a su petición.

La misión estaba cumplida. Y quizá algo más fuerte había nacido junto a ella.

—¡Lo logramos, Chan, lo conseguimos! —gritaba feliz el peli blanco, mientras saltaba a los brazos del mencionado para darle un abrazo inesperado.

—¡Lo sé, funcionó! —Bang correspondió el contacto, pasando sus brazos por la cintura y espalda de Jeongin para levantarlo levemente en el aire.

Dieron un par de vueltas juntos, y finalmente, Chan se percató de que quizá, se estaban avergonzando por esa cercanía. Lo bajó con cuidado, desviando la mirada con nerviosismo.

Jeongin sonreía sin parar, con las mejillas rosadas y los ojos brillando, esperando que el castaño volviera a hablar o al menos hiciera algo más.

—Emm... Y-yo me preguntaba si... Si tú... —y ahí estaba el líder, explotando de sentimientos y sin siquiera poder hablar bien.

—¿Si quiero salir contigo?, por supuesto, jamás me negaría... ¿Qué tal si vamos a cenar algo mañana? —completó Jeongin la frase, como si pudiera leer la mente de Chan.

—¿De verdad quieres? —los ojos del castaño brillaron intensamente, y por primera vez, sonrió con emoción.

Una sonrisa que mostró sus hoyuelos que yacían siempre ocultos bajo su seriedad, y una apariencia tan linda y tierna, que incluso todo su semblante imponente se venía abajo solo con verle sonreír.

Y eso a Jeongin lo terminó de cautivar.

—¡Por supuesto! —el peli blanco dejó un suave beso en la mejilla de Bang, o bueno, en la comisura de sus labios, haciéndolo sonrojar a más no poder.

Quizá el corazón de Chan ya pertenecía por completo a ese descendiente de la luna. Y quizá, ya no haría ni siquiera el intento por borrar aquel bello sentimiento que estaba abriendo su alma de par en par.

Después de todo... Estaban destinados por la diosa Luna.

 Estaban destinados por la diosa Luna

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Moonchild ☘ ChanInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora