— Nahia — alguien movió mi hombro suavemente, haciendo que despierte. — Nahia — la voz de Tomy estaba teñida de diversión. — Como siempre pareces un oso durmiendo — soltó una risa, y yo no pude evitar que las comisuras de mis labios se elevaran. — Abre los ojos, bruja — sentí la mano de Tomy en mi estomago y supe inmediatamente lo que iba a hacer a continuación.
— ¡No me hagas cosquillas! — abrí mis ojos de golpe y me trepé al respaldo del sillón, pero eso no duró por mucho, ya que me caí por atrás, golpeando mi culo contra el suelo. Me quejé y miré por encima del respaldo a Maya y a Tomy, ambos no paraban de reírse.
Habían pasado seis meses desde que había participado en el video, y desde entonces no había vuelto a hablar con Kol, o con ninguno de ellos. Y desde aquella vez, Maya no había vuelto a tener otro ataque, hasta ahora. Según los doctores no había sido nada fuera de lo normal, que había sido como todos los otros ataques, pero aún así no pude evitar preocuparme.
— Bruja, deberías ir a tu práctica —Maya parecía tranquila. Su sonrisa era hermosa y sus hoyuelos se marcaban a la perfección. Me mordí el labio. ¿Cómo iba a dejarla sola? No, no podía. ¿Y si le pasaba algo? — Voy a estar bien, ahora vete — me hizo un gesto con la mano, indicándome que me vaya. Sus ojos tenían ese brillo de diversión tan particular. No pude evitar sonreír.
— Más vale que me esperen para comer — dije desde la puerta.
— ¡Si hay pollo no voy a esperarte, bruja! — gritó ella desde la camilla mientras yo cerraba la puerta.
~*~
— Concéntrate — dijo mi profesora por enésima vez. Sabía que estaba dispersa, pero no podía evitar que mis pensamientos sobre Maya y su condición invadieran mi mente. — Así nunca lo lograrás.
Y luego de decir eso se marchó. Sus tacos resonaban sobre el piso a un ritmo casi perfecto. Me senté en el suelo, coloqué mi cabeza sobre mis rodillas y cerré los ojos. Yo sentía que podía, pero al intentar hacerlo cometía errores. Demasiados.
— No sabía que eras de las que se rendían — no sabía cómo reaccionar. Aquella voz que no había escuchado en seis meses y que en ocasiones se aparecía en mis sueños.
— Y no lo soy — respondí mirándolo directamente a los ojos. Ese color que tanto añoraba no había cambiado. Me paré y me acerqué a donde él estaba. Cuando estuve frente a él crucé los brazos sobre mi pecho. No sabía que hacer. Estaba nerviosa. ¿Qué le podía decir? "¿Cómo estuviste todo este tiempo?" No, que estúpida era.
— ¿Qué haces aquí? — mi voz sonó más brusca de lo que habría querido.
— Solo pasaba para verte — se encogió de hombros. Sus ojos me miraban con detenimiento. — Seis meses.
El silencio se hizo cada vez más extenso, y el nerviosismo cada vez era mayor. ¿Qué podría decir? No había mucho que contar, al menos no de mi parte. No podía evitar mordisquear mi labio, no sabía que otra cosa hacer. Podían hablar, pero... ¿De qué? Él abrió la boca para decir algo, pero el sonido de un celular lo interrumpió. Llevó la mano a su bolsillo y sacó su celular. Me hizo una seña para que esperara un minuto, y eso hice. Me acerqué a mi bolso y saqué mi celular. Al mirar la pantalla fruncí el ceño. Tenía diez llamadas perdidas y un mensaje de Tomy. Ignoré las llamadas, y directamente abrí el mensaje. Era de hace una hora.
"Tienes que volver al hospital urgente, es Maya." El celular se resbaló de mis manos y chocó contra el suelo. No, no, no. Por favor, no, esto no puede estar pasando. Mi visión se volvió nublosa y los sonidos alrededor parecían lejanos. Escuché que alguien me llamaba, seguramente Kol, pero lo ignoré.
Salí corriendo del estudio y me dirigí al hospital. No sé cuánto tiempo pasó hasta que llegué, ni cuanto había corrido. No sentía nada. Fui con la secretaria y le pregunté en que habitación estaba mi hermana. No sabía si estaba gritando o simplemente estaba hablando normal, pero no me importaba. La señora tardaba demasiado, golpee el vidrio y comencé a gritar, si no es que ya lo estaba haciendo. 536. Esa era la habitación. La habían movido. Corrí por los pasillos y me choqué con la mayoría de las personas. Llegué. La puerta era blanca y en la puerta había una placa con el número que me había dicho la señora.
Y en el momento que abría aquella puerta vi lo único que no quería ver nunca en mi vida. Mi hermana estaba acostada en la camilla, pero ahora sus ojos estaban cerrados y su cara estaba pálida. Aquella sonrisa ya no estaba, y toda esa alegría se había esfumado. Estaba conectada a unas máquinas, y estas cada tanto hacían un sonido. Tomy estaba sentado en una silla a su lado. Me miró preocupado, se paró e intentó acercarse, pero yo lo esquivé. Quería estar con Maya, solo con ella. Escuché como la puerta se cerraba y luego como el silencio reinaba en la habitación.
Me senté con cuidado en la silla, y tomé su mano. Estaba más fría y pálida que de costumbre. Cerré los ojos, y me concentré en su imagen. Sentía como las lágrimas bajaban por mis mejillas a medida que una Maya sonriente y feliz se aparecía en mis pensamientos. Sentí una punzada en el estomago. Si tan solo no me hubiese ido, si me hubiese quedado con ella.
— No me dejes, te necesito — mi voz temblaba demasiado. — No me dejes sola.
Sentí como su pequeña mano apretaba la mía levemente. Abrí mis ojos de golpe, y me encontré con su mirada castaña. Tenía una leve sonrisa dibujada en sus labios.
— Nunca estarás sola, Na — se notaba que estaba débil. Su voz estaba apagada, aunque eso no sacaba la fuerza de sus palabras.
— No me dejes — dije con un hilo de voz.
— Prométeme algo — me pidió. Yo solo pude asentir. — Cuando me valla...
— No digas eso, no sabes si te irás.
— Si es que me voy, sigue bailando.
— Maya... — comencé a decir, pero antes de que pudiera terminar, ella me interrumpió.
— Promételo — pidió otra vez.
— Lo prometo — dije mientras las lágrimas mojaban mis mejillas. Ella se corrió en la cama, dejando un espacio a su lado, y luego me indicó que me acostara con ella. Y eso hice. Ella se acomodó contra mí y ambas cerramos los ojos.
— Todavía me debes esa barra de chocolate que me habías prometido cuando era chica — susurró ella. No pude evitar sonreír con su comentario.
— Es cierto — le dije casi en un susurro. Besé la parte superior de su cabeza. Sentí como su cuerpo se relajaba, y como su respiración cada vez era más lenta. Sabía que esto algún día sucedería, y de alguna manera me sentía lista, pero ahora, al estar viviéndolo, veo que no.
Creo que nunca se está listo para algunas cosas.
~*~
An Unknown Kiss, Abb
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Ballerine
RomancePara ella, "Las zapatillas rojas" era su mayor desafío. Para él, lidiar con la fama era un obstáculo. Pero ahora, su mayor problema será el amor. UNA HISTORIA CORTA TOTALMENTE ORIGINAL. ESTA PROHIBIDA SU ADAPTACIÓN COMPLETA O PARCIAL.