lunes II

73 11 0
                                    

–¿gracias?
–si, gracias por venir por mi.

Cellbit miraba al contrario para darle una sonrisa.

Una muy bella sonrisa.

–ya casi es de noche y seguimos aquí– decía cellbit mientras miraba con enojo el tráfico que había.

–no veo el problema de quedarnos aquí toda la noche.

El mayor sentía como sus mejillas empezaban a hervir ya se imaginaba toda una novela romántica por un simple tráfico.

Cellbit suspiraba y miraba como el otro tenía sus ojos todavía llorosos, se veía cansado como si no hubiera dormido en días.

–acércate.
–¿que pasa?

El menor se acercaba con delicadeza al contrario mientras esté tomaba sus mejillas y miraba con atención sus ojos.

–luces demasiado mal, roier.
–perdón.

Cellbit acariciaba sus mejillas mientras seguía apareciendo sus ojos, era algo incómodo ya que nunca habían hablado como tal pero ambos sentían mariposas en sus estómagos.

–tranquilo, puedes contar conmigo para lo que sea.
–gracias, gathino.

Ambas caras estaban rojas, roier había por completo que su muerte estaba por llegar, cellbit era su salvación.

Roier sonreía y abrazaba fuertemente al otro, ahora confiaba más en cellbit, le agradecía muchísimo a quackity de haberle presentado a este chico tan lindo.

Después de varias relaciones rotas y amores no correspondidos sentía que esta era su oportunidad pero ¿por que ahora?

¿Por qué cuando iba a morir?

No tenía mucho tiempo.

Tal vez una amistad, después de todo aun no lo conocía del todo pero confiaba en el.

–¿gathino?– el mayor sonreía y sus mejillas estaban completamente rojas.

–puedo cambiarlo si no te gusta.

Cellbit se sorprendió al ver lo desanimado que decía esto, por nada del mundo quería que cambiará ese apodo tan lindo.

–cállate, no cambies nada.
–eso es grosero.

Roier sonrio y se separo finalmente del abrazo, el tráfico se había acabado daban justo las 9 de la noche, hacía más frío de lo normal.

Cellbit notaria como el menor temblaba, se  saco la sudadera que tenia puesta y se la dio al menor con cariño.

No dijo algo solo seguía conduciendo tratando de llegar a casa de roier para luego contarle a todos sus amigos lo que había logrado.

–huele a perfume caro, que elegante.
–lo se.

Llegaron a su destino.

Roier bajaba del auto mientras sentía el olor del perfume de cellbit, era delicioso.

–puedes quedartela, puedes devolvermela cualquier otro día.

Si, cualquier otro día.

El menor asentía y entraba a su casa sin antes darle un abrazo al mayor estaba agradecido de que lo haya hecho olvidar de ese mal rato.

Lo amaba.

Cuando roier entraba a su casa volvía a sentir ese malestar en su pecho, ese dolor de cabeza y ganas de llorar.

Se sentía como una bomba de tiempo, solo quería desaparecer sin necesidad de preocupar a los demás.

A sus amigos.

A cellbit.

Todavía no asimilaba bien que en cualquier momento podía morir, pero por un lado todo ese sufrimiento habría acabado.

Todo acabaría, estaría tranquilo estando en la nada.

Su teléfono sonaba, era Quackity, necesitaba saber que había pasado con el.

Roier ignoro el teléfono solo se quedó mirando a la nada con lágrimas en sus mejillas mientras abrazaba aquella sudadera de cellbit.

Necesitaba un abrazo.

palabras que nunca te dije| GUAPODUODonde viven las historias. Descúbrelo ahora