Capítulo 5: Massimo

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Breakin' Dishes - Rihanna

Desde que vi a la mocosa no pude evitar sentir algo de pena hacia ella, pues después de todo lo ocurrido en su familia ella seguía desinformada y ciega ante la situación. Ahora, me tocaba convivir con Donna y su hermano, después de sufrir un ataque de los hombres de su padre, todo era más complicado de lo que podía llegar a esperar. Conocí a Caelus cuando estábamos en la universidad, coincidimos en habitación y clases, con el tiempo nos hicimos mejores amigos hasta que tuvo la confianza de contarme su pasado y de su hermana. Al inicio me negaba en hacer mi papel de niñero y entrenar a la chica de ojos morados, pero no me quedaba de otra.

En este momento estaba llevándole la cena a Donna, cuando llamé a la puerta no me dejaba entrar pero después cedió. Lo que menos esperaba por ver eran sus ojos hinchados que claramente indicaban que estuvo llorando, aquello, causó que mi cuerpo se tensara por la preocupación. Mis emociones cambiaron en cuanto la causa de la tristeza de la chica era que su ex-novio le había traicionado, mi mandíbula estaba más que tensa, las venas de mis brazos se podían notar ya que apretaba mis puños con cierta fuerza, ¿qué estaba sintiendo realmente? No sabría decir la emoción exacta que recorría cada esquina de mi anatomía, pero suponía que era una mezcla entre celos y enfado. Lo único que rondaba por mi mente eran las ganas de torturar al causante de la tristeza de Donna. Tras unos minutos de haber salido de la habitación contraria me dirigí a la mía tomando ciertas cosas, iba a salir, necesitaba controlar todo aquello que tenía guardado o más bien, expulsarlo. Sin más que decir, salí directamente de la supuesta vivienda, tomando mi vehículo: Kawasaki zx6r, una preciosidad a la vista de todos. Comencé mi camino hasta llegar a mi destino veinte minutos más tarde; apoyé mi cuerpo sobre la moto fumando un cigarro mientras observaba la casa de la persona que visitaría esta noche: a su alrededor habían universitarios con vasos de alcohol en mano y cigarros en sus bocas, también habían chicas tonteando con los jugadores del equipo de baloncesto, rugby o cualquier otro deporte. En el momento que mi cigarro acabó, lo dejé caer al suelo para pisarlo y caminar hacia la entrada de la casa, buscando con mi mirada a mi objetivo, mientras robaba una que otra cerveza, notaba miradas recorrer mi cuerpo, pero aquello no era de mi interés. Una vez vi a dicho sujeto me acerqué a este entre ligeras risas, podía admitir que era atractivo pero bastante idiota. Iba detrás de su novia después de haberla engañado y ahora se estaba enrollando con otra. Que estúpido.

- ¿Te diviertes, rubito? - Pregunté sentándome frente a él, encantado de interrumpir su morreo. Su mirada lo decía todo, estaba enfadado.

- ¿Quién coño eres? - Aquel tono en el que preguntó, con arrogancia y desprecio, hizo que una risa escapase de mi garganta. Metí la mano en mi bolsillo sacando otro cigarro para encenderlo mientras mi mirada se mantenía en su rostro, después de la calada saqué este de mi boca soltando el humo y bajando mi brazo, en silencio.

- Si quieres fumar, vete fuera, me vas a apestar la casa a tabaco, capullo. - Alcé ambas cejas ante aquel insulto, sonriendo para levantarme del sillón acercándome a él.

- Othello, ¿no es así? Lo que menos debe preocuparte es que tu casa huela a tabaco. - Susurré cerca de su oído, tras darle otra calada al cigarro acerqué este al sillón para apagarlo viendo como la tela sed quemaba haciendo un agujero en ella. Othello no tardó en levantarse del sillón para empujarme y sin nada más que hacer comencé a golpearle. Golpe, tras golpe hasta que su sangre caía por su nariz y boca. Era lo menos que podía hacer por Donna, un idiota que no sabe dónde poner la polla se merecía eso y mucho más.

- Escucha bien, rubio, te dejaré esto como una simple enseñanza y agradece que esté controlando mis impulsos. Esto es lo mínimo que te haré después de lo que le has hecho a Donna, pero como escuche que le has vuelto a dirigir una simple palabra, le has mirado o cualquier cosa relacionada con ella, no esperes que tenga piedad. - Tras decir aquello con una de mis manos agarrando el cuello de su camiseta, lo solté haciendo que su cabeza golpeara con el suelo, me levanté de encima suya saliendo de la vivienda para nuevamente montar en la moto y volver hacia la mía. 

Era de madrugada, dudaba que en aquel momento  Donna o Caelus estuviesen despiertos, así que entré sin más dirigiéndome a la cocina. Mi rostro dolía, pues el chico se defendió dándome un golpe en el rostro, haciendo que mi pómulo sangrara al igual que mi nariz. Tomé algo de agua hasta que noté la presencia de la chica, por suerte estaba de espaldas a ella y no podía ver mi estado.

- ¿Qué haces levantada, Donna?

- Solo vengo a tomar algo de agua, ¿qué hay de ti?

- Lo mismo que tú. - La chica se acercó a mi, mis intentos de evitarla fueron en vano, pues notó mis nudillos rojizos y tomó mi brazo para que la mirase. En su rostro podía ver preocupación pero a la vez como deseaba reñirme de alguna forma. Me dio ternura verla. No dijo ninguna palabra, algo que sin duda me sorprendió. Tomó un paño húmedo para limpiar la sangre de mi rostro, ardía pero lo soportaba. Tenerla cerca me hizo ver sus facciones con más detenimiento, era preciosa. El alcohol me estaba afectando, no debí beber. 

- Apestas a alcohol y tabaco, idiota. - Aquellas palabras me hicieron reír. Posé una de mis manos sobre su cadera para poder sujetarme sin apartar mi vista de sus ojos los cuales fueron correspondidos pero con una expresión de sorpresa y nerviosismo. Lo notaba a pesar de que estuviese ocultándolo. Me veía como un idiota por la forma en la que sonreía al tenerla tan cerca, pero era algo que no podía evitar después de todo. Cuando acabó de limpiar mis heridas tomo mi mano para llevarme a mi habitación, aunque me detuve entre ambas puertas.

- Déjame dormir contigo, Donna.

- Ni hablar, estás borracho y además apestas, me vas a llenar la habitación de tu olor. Será mejor que te duches. 

- No quiero dormir solo, tengo pesadillas y quiero estar contigo. - Confesé. El alcohol me estaba haciendo una mala jugada. Noté como resoplaba quejándose, hasta que finalmente cedió.

- Trae tu almohada y una manta, dormirás en el suelo. - Después de aquellas palabras la chica se fue a su cama, le hice caso tomando mis cosas para ir a la misma y echarme en el suelo.

- Eres mala conmigo, mocosa. - Hablé con una sonrisa en mi rostro, cerrando mis ojos una vez cómodo hasta finalmente quedar dormido.

La Diosa OcultaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora