Capítulo 19

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Saber que el Equipo Höller iba a participar en una nueva incursión que no se había planificado, me mantenía en alerta. Al lado de Amelia, esperaba alguna novedad. Que el Clan Hagi sea tan poderoso por la mezcla de vampiros con demonios por medio de la posesión de los segundos a los primeros, era detestable, pero a la vez muy peligrosa para aquellos guerreros que iban en contra de los vampiros japoneses. Nosotros no habíamos visto nada igual en Europa, por lo que conocer de las nuevas habilidades que un hijo de las tinieblas adopta por la fuerza del demonio que contiene, era como entregarle un don a un vampiro convertido, algo que me hizo pensar que, si Satanás obligaba a todos los vampiros a ser poseídos por sus demonios, podríamos estar en serios aprietos ante una muy cercana guerra.

Distraído por estar hondando en esa última reflexión que hice, no puse atención cuando mi Luna me habló. Killari se había comunicado con Amelia para decirle que estaba en camino con Calipso. Cuando me percaté que un portal se abría en el sótano de la mansión, donde esperábamos que llegara la bruja de los Andes Peruanos con Caín, y vi a Killari llegando junto a una mujer vestida como si de una bailarina exótica se tratara, no entendí lo que ocurría.

– Tengo dos preguntas: ¿Por qué Killari está vestida así y quién es la mujer que la acompaña? –le dije a Amelia, demostrando mucha curiosidad. Mi Luna me sonrió con ternura y acarició mi brazo.

– Alfa Stefan y Luna Amelia, tenemos buenas noticias –dijo Killari demostrando mucho entusiasmo, algo que no era muy común en ella al saber controlar muy bien sus emociones.

– Antes de que digas algo comprometedor, ¿me puedes explicar quién es la dama que te acompaña? -con esa pregunta evité que la bruja dijera algo enfrente de una desconocida.

– ¿Amelia no te explicó? –repreguntó Killari mirado a mi Luna con duda, quien solo movió la cabeza negando-. Entonces, tendré que explicarte lo acontecido –dijo Killari y se acercó a mí para hablarme con sigilo-. La mujer que me acompaña es Caín. Tras decidir modificar su apariencia para que los secuaces de Satanás no lo vuelvan a ubicar, Caín dejó de ser varón para convertirse en una mujer. Ahora se llama Calipso.

– ¿Disculpa, cómo dijiste? –en ese momento creí haber entendido mal.

– Que soy aquel al que el Dios Supremo entregó una maldición por haber matado a mi hermano –respondió la mujer enfrente de nosotros con un notorio gesto despectivo al parecerle innecesario explicar quién era-. Sí, soy Caín, aunque ahora prefiero que me llamen Calipso.

– P-pero ¿cómo? –quería que alguien me explique cómo dejó de ser hombre para convertirse en mujer.

– Lo que sufrí en manos de Satanás me marcó más que la maldición que cargo, por lo que empecé a analizar las posibilidades que tenía de transformar mi cuerpo para que mi apariencia sea otra, evitando ser encontrado. Estuve siglos analizando cómo podría convertirme en mujer, lo que sería un gran cambio, y me ayudaría a no ser ubicado nunca más. Mutilé parte de mi cuerpo, así como até con sogas otras para moldearlo como una figura femenina, pero nada de lo que hacía servía. Hasta que, una noche de luna llena, sufriendo el dolor de haber cortado mi miembro viril una de tantas veces que intenté que no creciera, entre lágrimas y casi desmayado, rogué por piedad. Cuando desperté, mi cuerpo se había transformado. Era una mujer.

La Madre Luna escuchó a Caín. Sabiendo que el abuso de Satanás sobre el fratricida hizo que aparecieran los vampiros, la deidad de los pueblos sobrenaturales siguió sus pasos, así como estuvo atenta a lo que este hacía. Al verlo intentar con desesperación cambiar su cuerpo para no ser encontrado por los demonios u otros seguidores del embaucador, sin reparar en el dolor que él mismo empezó a provocarse, no dudó en interceder ante el Dios Supremo por él. El Todopoderoso le permitió a Nuestra Madre intervenir en el caso de Caín, por lo que, esa noche de luna llena que el primer asesino en toda la historia de la humanidad dejó la soberbia y rogó por piedad, ella se la entregó, haciendo realidad lo que él buscaba con ahínco.

Los hijos de las tinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora