Capítulo 9

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Salón de La Corte en el Castillo Dracul en Bran, Braşov, Transilvania, Rumania, un día después de la visita del mago oscuro Kerem.

Después del terrible desenlace que tuvo la visita del mago oscuro Kerem de Anatolia, donde Lucian acabó con la larga vida del humano que por poder vendió su alma a Satanás y se convirtió en uno de sus títeres, el Príncipe Dracul se dirigió a lo alto de la torre donde se encontraban sus aposentos. Ahí había refugiado a Laura junto a Sasha, Paula y los tres pequeños hijos del brujo con la gemela licántropa de su compañera predestinada, los cuales resultaron ser ángeles encarnados.

– Imagino que ya sabes lo que sucedió con nuestro visitante y lo que eso significa –soltó Lucian ni bien llegó a la puerta de la habitación en lo más alto de la torre. Ileana lo esperaba afuera de esos aposentos.

– «Lucian, es mejor si no hablas. Laura y Paula pueden escucharte, y no es momento para preocupar a nuestros huéspedes» -decía Ileana por medio de la conexión telepática que había entablado con Lucian-. «Solo habla en tu mente, como si lo hicieras contigo mismo, que yo sabré que te estás comunicando conmigo».

– «Ileana, tengo miedo» -aunque la hermana menor de Darius era muchas décadas más joven que Lucian, este siempre supo que Ileana era mucho más madura que ellos, por lo que siempre pudo confiar en soltar ante ella sus emociones.

– «Lo sé. Yo también lo tengo. Por eso te he pedido que seamos cautos. Las dos licántropas que están aquí no son diestras guerreras, y los brujos no saben mucho del arte de la guerra, por lo que, si perciben nuestro temor, siendo seres que nacemos listos para la batalla, en sus corazones se albergará la desesperanza, y eso no es bueno» -las palabras de la joven vampira calmaron al Príncipe Dracul, a la par que le hicieron entrar en razón.

– «¿Qué debemos hacer? Estamos solos contra el resto de los clanes y las huestes de Satanás» -preguntó Lucian al igual que señaló la situación desigual en la que se encontraban por el número de guerreros que ellos tenían y con los que contaban sus adversarios.

– «Tendremos que buscar nuevos aliados» -dijo la joven vampira a la par que alzaba los hombros, como si lo que acababa de comentar era obvio.

– «¿Y quién querrá aliarse con nosotros?» -preguntó Lucian perdiendo la paciencia porque eso de comunicarse telepáticamente no era lo suyo, y ya empezaba a cansarse.

– «Creo que podemos pedirle ayuda a la familia de tu predestinada» -la idea que soltó Ileana, Lucian la había pensado mientras caminaba hacia la torre donde estaban sus aposentos, pero lo descartó al concluir que un licántropo no querría pelear en el mismo bando que un vampiro-. «Eso no es verdad. Catalin es la entrenadora de los guerreros Höller y peleó al lado del Alfa en la última incursión bélica fallida que encabezaste. Ahí está la prueba de que vampiros y licántropos podemos formar un solo ejército e ir en contra de aquellos que quieren que el mal persista entre los de nuestra especie» -Lucian miró asustado a Ileana por lo que acababa de hacer: responder a los pensamientos que el príncipe vampiro recordó.

– ¡No hagas eso! –increpó molesto Lucian a viva voz.

– Lo siento –dijo Ileana algo avergonzada-. Es que a veces se me olvida que no debo inmiscuirme en los pensamientos de los demás, que esa parte de la mente es muy íntima y que es una falta de respeto –dijo Ileana, quien lucía apenada como una muchachita humana de la edad que aparentaba estaría ante lo ocurrido.

– ¿Lucian? –se escuchó la voz de Laura-. Mi príncipe vampiro, ya estás aquí –la licántropa abrazó a su predestinado con todo el amor que guardaba en su ser para él-. ¿Todo bien? –preguntó la licántropa mientras mantenía el abrazo que Lucian respondió con mucho gusto.

Los hijos de las tinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora