4. Flames

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El frío de la ciudad cala mis huesos cuando la compuerta del jet privado de papá se abre, logrando ponerme la piel de gallina a través de la única chaqueta que pude encontrar en el bolso de mano. Al bajar ya nos esperaba el chófer de la empresa, el que mi padre usaba en algunas ocasiones al momento de pisar suelo estadounidense.

Huir de mis problemas no formaba parte de mi personalidad, por lo que me conseguí a mi misma sorprendida por la necesidad de alejarme lo más posible del señor Maslov. Aunque los boyevik seguían con nosotros y la ayuda que me brindaba su seguridad era inaudita, seguía repitiéndose una y otra vez en mi mente la maldita inseguridad de que algo iba a salir mal si seguía tentando al destino.

Las miradas curiosas de los trabajadores en el exterior del recinto se hicieron presentes conforme caminamos al encuentro con el chófer. Un hombre alto, fornido, de tez bronceada y un par de manos que podían estrangularte en segundos.

Alonso Ortega, de cincuenta años, divorciado y con dos hijos trabajando para papá, acostumbrado a mirar a otro lado cada que se le exigía; son gajes del oficio, supongo.

El hombre mantuvo un semblante serio en comparación con la sorpresa y la intriga reflejada en el subordinado del monta carga que ayudaba con el equipaje del avión. Confiando que al terminar el día lograría obtener aunque sea, un poco de información sobre este apresurado viaje, sin embargo no encontraría nada. Nadie dentro de la ciudad debía saber de nuestra llegada.

Dos días después de mi encuentro con el mafioso, tuve que irme de improvisto a la ciudad de New York donde la cede principal americana se encontraba, al parecer los trasfondos de dinero se estaban haciendo más notorios y que a mi no me interesara la compañía familiar, no significaba que dejaría a alguien más destruir lo que le pertenecería a mi hermana menor.

Los boyevik de Maslov insistieron en seguir con su falsa misión de protegerme mientras salía del radar de la mafia, Chen se aseguró de que siguiéramos el itinerario planteado a penas pisamos la ciudad que nunca duerme. Si bien sabíamos que aquellos hombres trabajan para el mafioso, fuera de su vista es a mi a quien parecen respetar.

La sede de Empresas Moon mejor conocida como Mun San-Eob, es llamada así para evitar declaraciones sobre lo que se hace bajo la fachada de ciberseguridad, un par de tratos con el sistema de seguridad del presidente estadounidense y mi padre no se tuvo que preocupar por nada más, hasta que una simple aguja quiso pasarse de listo pensando que podía competir con el filo de una daga.

Prevenir, detectar y responder ante los ataques cibernéticos que podrían afectar ampliamente a las personas, las organizaciones, la comunidad y la nación era una de las razones principales por lo que mi padre construyó su empresa. A lo largo de los años ya no era sólo Corea del Sur la que requería de sus servicios, y para que mentir, la realidad es que debajo de todo eso, la especialidad de mi padre fue crear armas robóticas que generarán millones.

El pen-hause donde nos quedaríamos esta situado cerca de la empresa, a unos veinte minutos en auto y con unas vistas espectaculares que dejarían maravillado al que pudiera asomarse por sus ventanales. Como los hombres que habían viajado a mi lado necesitaban donde dormir, no era mi intención dejarlos en otro lugar y mocho menos cuando sabían que ellos eran responsables por lo que me pasara.

Descansamos la noche en que llegamos; cada quien se ubicó en un cuarto de invitados que puse a su disposición y al siguiente día ya nos dirigíamos a la empresa sin ningún contratiempo. Los boyevik eran buenos, aunque les había dicho que podían dormir con tranquilidad, aquellos tomaron turnos para custodiar la puerta del pen-hause como si su vida dependiera de eso, y de cierta forma lo hacía.

No solo Maslov estaba cuidando mi espalda.

—Esta tableta le mostrará todas las cámaras de seguridad que se implantaron sin el conocimiento del personal.— dijo Alonso ofreciéndome el aparato electrónico a la vez que entrábamos al recibidor de la empresa.

Los Deseos del Mafioso (PGP2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora