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Se levantó sudando frío, ya era la tercera vez en la semana que le ocurría y no sabía si iba a soportarlo. Soñaba con que ese hombre entraba para amenazarla de nuevo y le hacía daño. No podía creer que hasta en sus sueños la persiguiera. 

Dos noches atrás, decidió tomar una ducha para calmar sus nervios. Enjabonó su cuerpo y se relajó en el vapor circulante, seguía estando deprimida por cómo habían pasado las cosas con Hugo, pero estaba resignada. Al salir del pequeño bañito, vislumbró a Brandon sentado en el filo de su cama con los labios rectos y las cejas entornadas.

Se quedó pasmada y dio un paso atrás, temiendo por su seguridad. ¿Cómo había entrado en primer lugar?

Tuvo miedo porque no lucía como el hombre del que alguna vez estuvo enamorada, él lucía como un cazador amenazando a su presa con una escopeta en brazos. Paseó la mirada, buscando alguna explicación y vio a dos guardaespaldas en el umbral. Hiperventiló, quería escapar para esconderse, pero no había manera.

Él se puso de pie y se le acercó, comenzó a amenazarla, a decirle un montón de cosas extrañas que ya ni siquiera recordaba. Incluso la amenazó con su familia, con unos padres a los que hacía mucho tiempo que no veía. Brandon quería una cosa: silencio.

No era bien visto por la sociedad que un hombre como él, un funcionario de gobierno importante, tuviera una amante y le fuera infiel a su esposa e hijos. Debía tener una imagen ejemplar, una reputación intachable que le asegurara la estabilidad en su medio.

No había sido elección de Flor porque ella no tenía idea, ella nunca había sido una chica interesada en conocer a cada miembro de la cámara de diputados y senadores. Ella solo trabajaba e intentaba vivir, era joven y conoció a este tipo que la envolvió en una red. Ahora intentaba picarla con su veneno.

La jaloneó del brazo con agresividad, ordenándole que debía callar si no quería perderlo todo. Debía ser recatada si no deseaba perder lo que le importaba. ¿Qué le importaba? Ni siquiera ella lo sabía.

Pero eso no fue lo peor, aquel sujeto que alguna vez amó, levantó el brazo y luego lo bajó. Le dio un puñetazo en la mejilla, tan fuerte que la estrelló contra una pared. Le dolió la cabeza, le dolió el corazón, le dolió el alma.

Cuando lo vio salir y azotar la puerta, se dejó caer al suelo con las lágrimas saliéndole a borbotones. Una tras otra, no había descanso. No podía sacar de su cabeza el día que su padre le había llamado prostituta y la había hecho perder a su bebé. No podía borrar de su mente todos esos años en los que vivió de limosnas, de propinas, con las tripas rugiendo.

Se sintió como un pequeño bicho sucio, un insecto pisoteado por todos.

Otra vez había tenido la misma pesadilla. Otra vez miró el moretón frente al espejo y se maquilló con extrema paciencia, aunque el dolor en su interior no podía ser enmascarado con ningún maquillaje.

Ya no le importaba nada, solo... solo quería escapar y lo intentaría.

Una vez más lo haría, era buena haciéndolo, no tenía nada que perder. Ya había perdido a su hijo, a sus padres, al hombre que amaba y se estaba perdiendo a sí misma. ¿Qué más daba?

Se fue a trabajar, dispuesta a ir con su jefa a suplicarle para que la transfiriera a otro lugar. Estaba segura de que la ayudaría, nunca la había querido, de todas formas.

Se instaló en su puesto más temprano de lo que acostumbraba, no quería que Hugo la viera y siguiera preguntando si todo estaba bien. No quería que se sintiera mal por culpa suya, lo que menos deseaba era causarle lástima.

Prendió su computador e inició con su trabajo, perfeccionando bordes de etiquetas y haciendo cualquier cosa aunque no fuera necesaria. Ya no estaba cómoda en ningún sitio, se preguntó si alguna vez encontraría uno.

Él entró puntual como cada día, Flor se refugió en la barrera de su cabello para que no viera su mejilla, el maquillaje no lo cubría por completo. Hugo se daría cuenta en menos de un minuto. Miraba el reloj en la esquina inferior derecha, esperando a que dieran las diez de la mañana para ir a hablar con su superiora.

No entendía por qué, pero estaba nerviosa. Últimamente lo estaba todo el tiempo.

Si se iba, Brandon se olvidaría de ella y todo terminaría. Hugo sería feliz con la madre de su hija, formarían una familia. Y ella viviría tranquila, en su monótona existencia.

Salió, despavorida, cuando llegó la hora ansiada. Tocó la puerta dos veces y obtuvo un «adelante». Su jefa la recibió con una ceja alzada y le ordenó que se sentara, la instó a hablar.

—Lamento interrumpirla, pero es urgente. Tengo ciertos problemas personales, necesito irme de la ciudad... —Empezó.

—No hay permisos para faltar —interrumpió la mujer. Flor negó, sacudiendo la cabeza.

—En realidad, me preguntaba si habría manera de ser transferida a otra planta de empresas Pemberton.

La boca de la vieja se abrió, pareció pensarlo porque se sumergió en sus pensamientos. Sus comisuras se alzaron y asintió con la cabeza.

—Al parecer hay una vacante en Monterrey, yo te informo.

Después de ser despachada, quiso escabullirse al retrete para maquillarse de nuevo, pero un fuerte brazo se lo impidió. Hugo tenía aprisionado su codo, intentó quitárselo de encima, pero él no cedió.

Fue tanta la confusión que se olvidó del pequeño detalle que reposaba en su rostro. Se dio cuenta demasiado tarde, Hugo miraba fijamente el área lastimada. Intentó esconderlo, pero él tomó su barbilla.

—¿Qué demonios es esto? —Su corazón latió de prisa—. ¡¿Quién mierdas te hizo este jodido moretón, Flor?!

Tragó saliva y contempló los ojos furiosos de su jardinero.


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TUNTUNTUN *sonido de tiburón* :v

GRACIAS A TODOS POR ESTAR AQUÍ <3

Sí, está corto, porque desde siempre he dicho que son capítulos cortos, así que por favor, respiren y cuenten hasta diez. BESOS :*

Para mi Flor © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora