Los norteños, de las tierras que llaman Scull, son los más salvajes. Su sangre está fuertemente mezclada con la de los isleños, por lo que muchos son rubios, altos y robustos. Al sur de Scull, la mayoría de los hombres se parecen más a los de Andur, morenos y de estatura media, pero también hablan el idioma gutural de sus compatriotas. Al noroeste, los hombres son rubicundos o pelirrojos; estos descienden en buena parte de una raza nativa de la que poco se sabe. Son más bajos y robustos que los demás, muy fuertes. Scull no es un reino, es más bien una región, pero comparten el mismo idioma, con pocas variantes. El territorio está gobernado por Jarls, que rinden vasallaje a tres o cuatro reyes que cambian constantemente. Es un dicho popular, al hablar de cosas evidentes: ¿En Scull hay guerra?
Nasir Eyalúbin, consejero del rey Rothar y príncipe del sultanato de Kurman.
Una lira tocaba una melodía desconocida para Mariz. El salón, amplio y decorado, estaba lleno de sillas. No había mesas grandes, ni pequeñas. No parecía un gran salón norteño, los cuales eran una clara herencia de los isleños. Más bien, parecía la sala del trono de un castillo. En una gran silla ornamentada, luciendo una corona con florituras, estaba Jarl Hartif. Era un hombre más bien menudo, con brazos delgados, en los que su brazalete parecía bailar. Lo miró, de un lado a otro del salón, y Mariz notó que los ojos del hombre eran tan claros que casi no se veía el azul del iris.
-¡Salgan todos! Necesito hablar a solas con nuestro invitado. -Dijo Hartif. Aunque hablaba la lengua del norte, no sonaba tan gutural, casi parecía una versión estilizada del mismo idioma.
-Tötin... -Alcanzó a decir Mariz, pero el rubio ya le daba la espalda y salía con los demás. "Nunca es necesario decirle muchas cosas". Esto ya era evidencia de que podía estar tranquilo, Tötin siempre sabía cuando algo iba mal.
-Bien, señor Mariz Eyalúbin, dígame por qué debo corresponder a sus planes.
-Tenemos un enemigo en común.
-Yo comerciaba con Andur, ¿sabe?
-Lo sé, su padre trataba con el mío.
-Lamentablemente, ya no se puede comerciar, Tal Garon no da ninguna garantía. Sin embargo, somos buenos navegantes y comerciamos con orientales, aunque eso usted ya lo debe saber.
-Un reino estable en Andur sería para su beneficio.
-Tal vez, pero, ¿cómo estar seguro? -Mariz hizo un ademán para hablar, pero Hartif lo interrumpió-. Los hombres del norte pelean guerras inútiles por pedazos de tierra que no aprovechan y que la siguiente generación pierde en otra guerra inútil. Así es como siempre se han hecho las cosas. Desde los tiempos de mi padre, en Aarhis no se ha peleado una sola guerra, cuando mucho algunas escaramuzas fronterizas. Nadie nos ha robado un solo pedazo de tierra, aunque lo han intentado. Nosotros nunca amenazamos a nuestros vecinos. Así, nos dedicamos al comercio y a la agricultura, importamos armas y ropa, levantamos una verdadera fortaleza. Este es el signo de mi progreso, los negocios.
-Con su permiso, no creo que usted sea un hombre de paz.
-Te lo concedo, tan solo soy un hombre razonable. No voy a golpear a mi vecino, a menos que pueda asegurarme de que nunca me devolverá el golpe. Entonces, le pregunto: ¿Qué garantía tengo de que su plan no es ir a una guerra suicida?
Mariz se quedó pensativo un momento. Este hombre lo exasperaba, vaya que le gustaba escuchar su propia voz, pero tenía un punto. Un puñado de barcos y 500 hombres no eran un ejército. Él tenía un plan, pero no sabía si contarle todo a Hartif. "Me gustaría poder confiar, pero nunca es tan sencillo". Lo decidió, le diría parte de la verdad, lo necesario para obtener su apoyo.
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Ecos Libro I: Azul
FantasyDesde el fondo de la tierra, se escuchan ecos de tambores de guerra. Pocos los han escuchado, pero son presagios de algo grande. En el reino de Andur gobierna un tirano, un usurpador bastardo que asesinó a su padre y robó el trono a su hermano, sirv...